La sabiduría es muy bien apreciada por casi todas las personas, aunque hay algunas que prefieren ni enterarse, o ¿es que intuyen un compromiso?. Al parecer si ignoro algo seré mejor juzgado a la hora de un error; aunque tal vez por ello, el ciudadano está obligado a conocer sus deberes y derechos, porque en caso de no cumplir con los primeros, la ignorancia de la ley no exime su cumplimiento.
A la hora de las definiciones y la relatividad, es bueno recordar que: "El Paraíso de un ignorante es el infierno de un sabio", y no sé quién es su autor.
La Real Academia Española define a la sabiduría con los siguientes significados:
Grado más alto de conocimiento, lo cual indica manejo de información; conducta prudente en la vida y los negocios, lo cual inclina hacia la capacidad de percibir a través de la intuición; profundos conocimientos en ciencias, letras o artes, y por último, se la entiende como el Verbo Divino.
Ahora, con la apertura publicitaria que ha tenido la literatura filosófico-esotérica, he encontrado una sorprendente definición de la sabiduría y del sabio.
Son muchos los autores de este genero, si se lo puede llamar así, fuentes de gran información, verdaderas luces en el oscuro camino de la vida cotidiana, y de los momentos de profunda conmoción existencial. Entre ellos, he leído una curiosa versión, de la cual no puedo citar al autor, porque a pesar de haberla buscado, no la ubiqué, sólo tengo unas notas que encontré en la ruma de hojas sueltas que acumulo a diario.
Sabio no es quien tiene más información, sino quien puede ser feliz en el mundo tal y como es, sin pretender acomodarlo a su gusto. Según esto, hemos sido una caterva de ignorantes, porque la cultura ha sido eso, la creación en pos de un modelo ideal, de un valor sobre las cosas, de un quehacer para mejorar. Sin embargo, hemos de considerar que esta manera de actuar nos ha traído hasta aquí, hasta el borde de un abismo ambiental, psicológico y espiritual. Parece que ya no se aguanta el asunto.
La misma versión indica que la sabiduría radica en encontrar la paz interior y la felicidad que ello conlleva, aceptando que no podemos elegir lo que creemos que debería ser, pero sí podemos escoger como podemos percibir lo que tenemos. Como si esto fuera poco, afirma que cuando juzgamos como bueno o malo a una situación, confundimos la realidad con la interpretación de ella, lo cual siempre nos traerá problemas al mantener la mente enfocada en los conflictos, haciendo imposible la paz.
Creo que estas palabras ocultan mucha más información, y tal vez en ello radica la sabiduría, en un profundo conocimiento metafísico, capaz de sustentar una actitud de SER, en lugar de estar, hacer, tomar, tener, cambiar.
Lo único que puedo agregar, es que no me cabe duda de que la humanidad está viviendo momentos cruciales que conducirán inexorablemente a una nueva y desconocida forma de existencia, puesto que ya hemos provado diversas formas de sistemas políticos, y todos carecen, carecen y carecen; hemos experimentado maneras de organizar la economía y para lo que vemos, no han sido exitosos; hemos vivido muchas formas religiosas y todavía andamos en una búsqueda espiritual.
Tal vez tuvimos que pasar por este quehacer, de quererlo cambiar todo, para ahora darnos cuenta de algo más profundo, de algo que no habíamos visto, y que muy seguro, vieron legiones de culturas ya desaparecidas de la faz de la tierra, no por extintas, sino por superadas, por elevadas, porque trascendieron de este nivel terrenal.
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