sábado, 11 de diciembre de 2010

LA PALABRA


A medida que nos ponemos en contacto con nuevos fenómenos, el idioma se nos hace insuficiente para incorporar esas realidades, necesitamos nuevos conceptos que poco a poco incorporamos a nuestro banco de significados.

Cuando los  científicos se enfrentaron a esta situación, no les quedó más remedio que crear un lenguaje propio, un lenguaje técnico, que permitiera a los entendidos comunicarse sin problema, a la vez que excluían a los demás.

Hoy, casi todo está regido por esta condición, hasta los temas más cotidianos requieren una terminología particular, por ello, aprecio la puntualidad de la palabra, que la idea sea lo mejor expresada.

En la actualidad hemos estado expuestos a nuevos vocabularios,  que hacen referencia  a contenidos que hemos llamado esotéricos, porque surgen de un compendio de temas de la sabiduría universal que por milenios se mantuvieron ocultas, junto con nuevas interpretaciones psicológicas del mundo psíquico.

A principios de los años 90 la Astrología, el Tarot, y terapias que llamaron holísticas, nos parecían extrañas, y no faltó quien  descalificara el asunto con una mueca despectiva, con el argumento de que se trataba de superstición; sin embargo, aunque en todo movimiento cultural siempre se cuela la mediocridad y el oportunismo, esta nueva ola de atención temática, que al principio  se identificaba como Nueva Era, fue generando un proceso de concientización sobre temas de salud, prosperidad y afectividad, al punto de que ya dio como resultado una sustancial masa poblacional que reivindica esta apertura de pensamiento.

¿Qué hay en el fondo de todo esto? un enfoque espiritual diferente, desconocido hasta ahora, al menos por la sociedad occidental de los años que corren. Desde los más recónditos saberes se producen fórmulas, explicaciones, y rituales para alcanzar de nuevo un contacto con lo esencial del ser humano, su interioridad. Es un abandono del encasillamiento religioso para dar paso a una visión amplia y directa de nuestra relación con Dios.

Los conocimientos de las culturas precolombinas han alcanzado un reconocimiento notable, en tanto que sostienen una cosmovisión identificadas con la naturaleza, de una manera práctica y espiritual.

Es como un despertar a lo místico, al conocimiento ancestral, que de muy buena manera ha logrado en muchas personas un cambio singular en su aproximación a los problemas humanos, y esto no es más que una superación o apertura de conciencia, en la cual prevalece un sentido de responsabildad personal, un apoderamiento de la autonomía y un fluir con las fuerzas cósmicas de las cuales nunca hemos estado separados. 

Pareciera que es un fenómeno que ha impulsado lo humano sobre lo instintivo, se habla de perdón en lugar de venganza, de compasión que no es lástima, de usar la palabra para resolver conflictos, del amor como energía vital y trascendente...de muchos temas que nos hacen mejores personas.

Pero lo más destacado es que no sólo somos las personas sino el planeta quien está pasando por un cambio de energía, las vibraciones planetarias están causando fenómenos destructivos, es como un resfriado terrenal que produce sacudones y que afectan a los más vulnerables. 


Aunque no es prudente seguir todas las convocatorias, en este mar de propuestas, por aquello de los falsos profetas, es bastante bueno saber más sobre estas nuevas maneras de percibir la vida, y si se trata del planeta no hay porqué dudar, la Madre Tierra está demandando atención, tenemos que asistirla. Esto marcará nuestra evolución, no podemos evadirla.

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