Después de una buena sesión de escritura para ubicar los momentos claves de nuestros cambios culturales, quedé pensando en que cuando se trata de relaciones entre lo femenino y lo masculino, mientras más buscamos más preguntas nos hacemos.
En los textos anteriores decía que había un misterio en las relaciones entre hombres y mujeres, y la sincronía junguiana me llevó a encender la televisión; abrió la pantalla y estaba ubicada en el canal Europa Europa, uno de mis preferidos, en ese mismo instante estaban pasando una escena de una película española: un joven frente a un salón de clases daba inicio a un debate, estaban realizando un cine-foro, después investigué y la película se llama: El Ciclo Dreyer.
Los alumnos comenzaron a dar sus opiniones, al parecer se trataba de la historia de una mujer infiel. Varios pidieron la palabra, y lo que más me llamó la atención fue lo que dijo una participante cuando expresó algo así: "esa mujer tiene un amante tan estúpido, ella no está enamorada de él, creo que teniendo un marido aburrido, lo que le pasa es que está enamorada de estar enamorada, lo que ama es la sensación amorosa, y el amante la conduce a eso".
Esto lo he oído muchas veces, estar enamorado del amor, pero siempre me pareció cursi, creía que nos enamorábamos de la persona. Ahora, después de lo que sabiamente ha descubierto la psicología profunda, no puedo más que dar crédito a lo dicho por esa chica, puedo ver que tal vez allí se encuentre la clave de tanto desatino en las relaciones afectivas.
Teniendo presente que el amor es la gran fuerza que creó el universo, que es la fuente de vida, la energía del eros, ¿no sería natural que nos dejemos seducir por él, y que ese embriagamiento sólo sea posible emerger a través de la persona en quien depositamos nuestro sentimiento?.
Los expertos dicen que cuando estamos en los primeros momentos de acercamiento amoroso se nos activa una hormona que produce en nosotros un estado en arrobamiento que impide el uso de la razón, es la fase de encantamiento, de la ilusión, de la cual nunca quisieramos salir. Esa hormona es la feniletilamina.
Cuando estamos pasando por esos momentos iniciales, no comprendemos razones y es inútil tratar de explicarle a una persona poseída por esa condición, para que razone o analice sobre su enamoramiento.
Si imaginamos que allá arriba flotando sobre nuestras cabezas hay una energía a la cual tenemos acceso sólo cuando nos relacionamos y nos dejamos llevar por esa fuerza amatoria, podríamos entender que la fuente de nuestro enamoramiento proviene de nuestra conexión con esa fuerza divina, pero siempre a través del otro.
Es fácil comprender entonces cómo un bebé expuesto a la falta de contacto humano sucumbe irremediablemente, le falta esa conexión superior.
No dudo por supuesto, que entre las personas se genere un intercambio amoroso, al fin y al cabo según este razonamiento, cada persona es como una pila que hala la energía divina del amor y la transmite al otro.
En nuestro mundo tridimensional creemos que nos enamoramos de la persona porque lo vemos, lo oímos, olemos y sentimos, lo palpamos con los sentidos, pero el amor se encuentra en una dimensión trascendente, lo clave, es que la persona es la vía, el puente para llegar a él. De allí la dificultad para conseguir sociego en la soledad, especialmente si hemos experimentado el amor con una pareja, las personas somos canales mutuos de acceso para llegar a esa fuente de energía vital.
La pregunta es ¿por qué esa fase de enamoramiento es temporal? sólo se me ocurre que esa energía que transita por los dos cuerpos debe ser asimilada y transformada en un amor terrenal, concreto, por parte de la pareja, a fin de establecer compromisos afectivos en lo sucesivo. Lo imagino como una suerte de re-creación humana de esa energía divina.
Cuando ese proceso de re-creación no se desarrolla, caemos en la decepción y vemos con ojos terrenos los defectos, los fallos del otro.
Esta versión hipotética del proceso amoroso, es sólo una manera de darme respuesta a este misterio que llaman amor.
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