¿Cómo puedes amar lo que no es amable?, ¿o es que mientras
más inmerecido es el amor, es más necesario proporcionarlo?.
La gente acudió a Daka, -una empresa de artefactos electrodomésticos- por sugerencia de una rebaja de
precios en sus productos, que el gobierno anunció para dicha
firma, en medio de una diatriba que no habíamos previsto; pero de pronto, los
ánimos se exaltaron, alguien entró a la fuerza, -no se sabe si fue premeditado
o espontáneo- la gente se metió y comenzó el saqueo, hoy 9 de noviembre, con
Mercurio retrogradando, con el sol en Escorpio, la Luna en Acuario, y una danza planeraria poco usual, que se unía a una
acumulada tensión por escasez, inflación, inseguridad pública y una absoluta
pérdida de valores.
Las redes sociales no se dieron a basto, la opinión pública era
adversa a tal hecho de violencia, especialmente, por ser un evento condenado
por la decencia más elemental, NO SE ROBA, no se toma nada que no nos
pertenezca, eso me dijeron mis padres desde muy niña, y eso formó parte de mi
naturaleza íntima, externa y social; sé que tengo que obtener
las cosas por la vía legal, y no por miedo a ser detenida o descubierta.
Lo más patético del evento, fue la captación de la estampa
de la maldad personificada en una mujer afro-descendiente, -como se dice
ahora-, que babeaba de la alegría por llevarse tres cajitas que era lo que podía alcanzar con sus delgados
brazos saqueadores. Ella no lo podía creer, ¡se sacó la lotería sin haber
comprado el ticket!, a plena luz del día tenía permiso para hacer de las suyas,
sin tener que ponerse una media de nylon en la cabeza, sin usar una pistola y
sin correr ni el más mínimo riesgo. La
propia cara de sádico en éxtasis... Pero esa misma cara se le aparecerá a esa
tonta mujer, en sus delirios karmáticos.
Pobre gente, esto es hambre de dignidad, están presas de una
fuerza transgeneracional que está viva en sus genes, y en sus almas resentidas.
En todas las filosofías, religiones y sabidurías ancestrales el robo es pecado,
hay donde les cortan las manos a quien se atreve a tomar un pan duro sin
haberlo trabajado, y esta ignorante mujer, tendrá en su karma un asalto tonto;
ni estas tres cajitas ni la tienda entera, valen el momento de angustia que
significa el regreso de la energía de rapiña que sembró en su libro de vida.
No creo de ninguna manera que estos actos violentos sean el
espejo de todos los venezolanos, no me siento de ninguna manera identificada
con ella, sólo porque pisa mi suelo, en este mundo hay de todo en todas partes;
somos una mayoría de personas decentes, que deseamos orden, que creemos en la
administración de justicia, y en el trabajo administrativo que controle la
especulación de manera sostenida.
Sé que esta mujer, posesa por la euforia rapiñezca, no va a
leer mi escrito, no sabe siquiera que es un recipiente de karmas, que su acto
expropiatorio se le devolverá cargado de penurias, y no sabrá siquiera porqué,
no tiene idea de que somos causa y efecto de nuestras decisiones, y que lo que
hagamos se nos devuelve multiplicado.
Tenemos una tarea pendiente, deslastrarnos de aquella
energía ventajista, del asaltante sorpresivo, quien lleno de avaricia pisó las
arenas de nuestro continente, hace más de 500 años. Lo bueno y que no se nota,
es que también vinieron españoles honestos que sembraron cultura, crearon
familias y nos dieron identidad nacional en medio de flamenquerías que se
convirtieron luego en el joropo criollo.
Soy descendiente de españoles por línea materna, y
llevo este linaje tan profundo como
llevo la sangre indígena que se me nota en la cara; ambos constituyen mi
fuerza, la que se anidó en Venezuela, al mezclarse con la línea africana que
nos da cadencia, baile y una piel canela en mis sobrinos, que envidio.
No obstante, aún palpita esa maleficencia, esa picardía gestada en
los calabozos de la reina, anidada en la mente de delincuentes, premiados con
estas tierras a cambio de que desaparecieran del viejo mundo. El afán por El
Dorado, aún devanea en el imaginario de algunos venezolanos, aderezados con
resentimiento, baja autoestima, oportunismo, descaro, y una actitud irresponsable que siempre culpa a los demás de sus comportamientos. ¡Lástima!, ¡La puerta está abierta y el dueño no está!.
Con la colonización obtuvimos una sociedad mestiza, que nos
trajo hasta aquí, con extraordinarios aportes para la cultura: pianistas, escritores, investigadores, cocineros, artistas, zapateros, músicos, profesionales, que llevamos en el corazón; ahora hay que superar ese complejo psicológico que nos ata al
oportunismo.
¿Cómo amar a un prójimo como éste?, y no es que lo odie ni me sean indiferentes,
porque al fin y al cabo no se escaparán de su destino. Tendremos que influir cuánticamente sobre los valores de la masa colectiva, para sobreponer lo bueno que nos identifica, lo cual es bastante.
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