Había una vez un país muy lejano, en
unas tierras calientes y frondosas, bañadas por playas de arenas muy blancas y
hasta las había rosadas, bajo una cúpula celeste que presentaba en luminosos
lugares, unos crepúsculos tan impactantes que erizaba la piel con sus
destellos, fucsia, azul, naranja y dorado. Una de sus regiones era considerada
una tierra muy antigua y sólida, por eso nunca supieron lo que era un sismo.
Era un país muy diverso, tenía
montañas con nieve, llanos bañados de esteros, costas vibrantes, desiertos de arenas
suavecitas, una región selvática habitada por pueblos autóctonos, de una
belleza inconmensurable, con ríos, caídas de agua, tepuyes y una tierra roja
inconfundible, con una riqueza en su suelo, que llamaban petróleo, tal
vez la fuente de sus mayores calamidades, ya que eso generó en su gente y hasta
en los extranjeros una motivación ya desaparecida, pero muy viva en ese tiempo,
una cuestión que denominaban avaricia.
Fue un punto de partida para los
movimientos libertarios del siglo XIX, porque aunque ustedes no lo hayan
conocido, hubo épocas de esclavitud, dependencia y dominación, ejercidas tanto
por fuerzas extranjeras, como por personajes de la misma sociedad. Esclavitud
significa que hay gente a quienes les arrebatan la libertad y los convierten en
una cosa que se compra y se vende, tráfico legal de personas.
En ese tiempo vivían del trabajo y
del esfuerzo físico para extraer de la tierra los frutos de la subsistencia y
explotación, bien por la vía de la esclavitud, y después por la administración
de fincas con la contratación de jornaleros. En aquella sociedad post mantuana,
también surgieron personajes brillantes en las artes, como Arturo Michelena en la pintura, escritores como Rómulo Gallegos, Miguel
Otero Silva, Teresa de la Parra, poetas como Andrés Bello, Andrés Mata (*),
Andrés Eloy..., no recuerdo su apellido, pero en aquel país tu decías Andrés
Eloy y todos sabían a quién te referías. ¡Qué sincronía la de los poetas
llamados Andrés!
Las cosas se fueron agregando de tal
manera, que los lugareños lograron gobernarse a sí mismos, creció un sistema
político, y entrado el siglo XX, la política era un mundo visto desde afuera
como algo extraño y propio de leguleyos; incluso, la curiosidad de los niños al
ver que los presidentes no tenían una actividad específica que realizaran, que
no fuera hablar y hablar, antes por radio y luego por televisión, era explicada
por los padres diciéndoles, que para ser presidente era necesario ser abogado.
No faltaron gobiernos duros,
tiranías que sometieron a sus hermanos al silencio ideológico, a través de la
persecución, prisión y destierro. Oscuros momentos de la historia de un país,
que prometía una prosperidad sin límites, con una población que también
prometía equidad, por su configuración única en el mundo de entonces, por ser
el resultado de la mezcla inusual de tres razas: blancos, negros e indios, lo
cual le dio a esos descendientes una belleza física que traspasó las fronteras
del país, hasta ser famoso por las reinas de belleza que ganaban repetidamente
la corona, en competencias mundiales.
He de aclararles que avanzados
aquellos tiempos, la palabra raza, se fue convirtiendo en tabú, es decir, en
prohibida, es decir, que era ofensiva, porque reflejaba la dominación de unos
sobre otros, ustedes ya no lo viven, pero fue así en aquel remoto pasado. Se le
llamaba segregación racial, una actitud sin fundamento que sólo recordaba el
dominio económico y político que ejercieron unos sobre otros, basados en la
supuesta superioridad racial, que era sólo mentira. Los científicos la negaban, los
engreídos la amaban, los enojados la utilizaban, los transeúntes la odiaban, y
los que no tenían criterio para debatirla, la sentían en la piel; aunque la
discriminación, cosa desaparecida ya, no tuviera en ese país el drama que tenía
en muchos otros del mismo continente.
No tardaron en llegar
gobiernos liberales, que hicieron sentir al lugareño, el dominio de un destino
florecido, estudios, empleos, viajes, negocios, en un país donde nacían a
montón las matas de mango, que no permitía que nadie muriese de hambre y donde
cualquier cosa que se vendiera era comprada; pero se fue deteriorando poco a
poco, en un mar de indiferencia y el apaciguamiento que produce el brillo de
los avances tecnológicos, que puso a aquel pequeño gran país en contacto con el
mundo, a eso lo llamaron globalización.
Este fenómeno globalizador creó un
dramático desprendimiento de lo local, muchos protestaron, porque sabían el
rumbo que estaba tomando la vida en el planeta; sin embargo, no era posible
detener un proceso que no era político, no era moda, no era sólo economía, era
simple y desbordado desarrollo tecnológico, fuerza que apenas fue vislumbrada
por los proyectistas o visionarios, como un factor de cambio radical en el mundo.
Fue por allá, más o menos faltando
veinte años para culminar el siglo XX, cuando se comenzaron a sentir los
efectos de muchos comportamientos negativos que ustedes no recuerdan porque lo
superaron, pero que llenaban el imaginario colectivo; una mala y antigua
semilla daba sus frutos, se incrementaron los problemas por incapacidad de
gerencia y de ética, y esta sociedad fue dando traspiés hasta llegar al siglo
XXI con un pragmatismo aterrador, que dejó perplejos a quienes tenían un
criterio justo, transparente y hasta amistoso de lo que debería ser su sistema
de gobierno.
Entrando la segunda década del siglo
XXI la situación no mejoró, contrario a lo que había sido soñado en los años
sesenta como un tiempo superior, porque cuando la gente quería referirse
a un estado ideal, decía: “Eso será en el año 2000”, imaginando que en ese año
la sociedad ya habría superado sus problemas concretos, y psicosociales; pero
nada más alejado de la verdad, el siglo XXI llegó lleno de conflictos, la gente
aún no tenía el don que ustedes ya conquistaron, de reconocer las intenciones
de los demás, no era posible la comunicación mental, ni la transmisión de
pensamientos a distancia, aunque sí había un incipiente nacimiento de
sanaciones en presencia y a distancia, utilizando los centros energéticos del
cuerpo, para sanaciones de todo tipo.
En aquellos tristes momentos,
y aunque ustedes no lo entiendan, existían formas de comportamiento humano que
no imaginan, los llamaban hipocresía, demagogia, engaño, manipulación,
fingimiento, mentira, manejo de masas, asalto, estafa, abandono, traición,
desconocimiento, apaciguamiento, miedo, interés, irresponsabilidad, comodidad,
fraude, descaro, y hasta liderazgo; con ello se fraguaron tiempos de máscaras,
de confusión, nada estaba claro, todo eran suposiciones, con la amenaza real de
que la desconfianza matara los ánimos de quienes aspiraban construir un país
unido, pacífico, respetuoso, próspero y feliz.
Lo último que supe de ellos, fue que
ya ahondados en los análisis, los mea
culpa, y las justificaciones, alguien logró dar con la pista de que lo que
existía allá no era una simple división o polaridad partidista, que había causado tanta tensión, sino que la
real división estaba en que funcionaban dos tipos de personas: LOS CORRECTOS Y LOS CORRUPTOS.
- Mami, ¿que es corrupto?
Ahora te lo explico, es un asunto de falta de ética que se plasma en la acción...
Ahora te lo explico, es un asunto de falta de ética que se plasma en la acción...
(*) A continuación, este hermoso y
positivo poema:
MÚSICA TRISTE
ANDRÉS MATA
(1870-1931)
¿Un amor que se va?..
¡Cuántos se han ido!
Otro amor volverá más duradero
y menos doloroso que el olvido.
El alma es como pájaro inseñero
que, roto el nido en el ruinoso
alero,
en otro alero reconstruye el nido.
Puede el último amor ser el primero.
Mientras más torturado y abatido,
el corazón del hombre es más
sincero.
Tras de cada nublado hay un lucero,
y por ruda tormenta sacudido,
florece hasta morir el limonero.
¿Un amor que se va?.. ¡Cuántos se
han ido!
¡Puede el ultimo amor ser el
primero!
No te alejes del piano todavía.
Alada brote del marfil del piano,
bajo el lirio fragante de tu mano,
la tierna y amorosa melodía.
Ese adagio tristísimo y arcano
dulcifica mi espíritu doliente,
como si presintiera por mi frente
la inefable caricia de tu mano.
Si dispuso el dolor con golpe fiero
llenar de sombra la existencia mía,
ya se levanta luminoso el día
y florece otra vez el limonero.
No te alejes del piano todavía...
¡Puede el ultimo amor ser el
primero!...