jueves, 1 de julio de 2010

ES VIVENCIA, NO EXPERIENCIA


En el post anterior hago referencia a la vivencia, a lo que sufrimos, o disfrutamos, pero eso no necesariamente es experiencia.

Cuando hablamos de experiencia hablamos de la reflexión que hacemos y las conclusiones que sacamos de alguna vivencia. Es curioso, los animales tienen más capacidad de aprender y reaccionar ante una vivencia, que nosotros de reflexionar ante lo mismo, por eso se dice que somos el único animal que tropieza de nuevo con la misma piedra.

Tropezamos de nuevo con la misma piedra o con alguna parecida, porque no adquirimos experiencia, y tal vez hacer la reflexión sea un hábito que se aprende también.

Dicen por allí que quien no oye consejos no llega a viejo, y llegar a viejo sólo se refiere a adquirir experiencia, a reflexionar siempre. Por eso, creo que lo más sano es llegar a viejos lo antes posible, para ser jóvenes sabios.

Nuestra cultura occidental tiene un gran defecto, ha elaborado una imagen muy deprimente de la vejez, y aunque ella tenga la virtudes que tenga, es percibida como negativa. Somos una sociedad de la novedad tecnológica y en poco tiempo las personas mayores quedan excluídas, hasta de la forma de comunicarnos.

Por fortuna la juventud se ha extendido, lo cual ha sido logrado, especialmente por el esfuerzo que hemos hecho las mujeres, al incorporar elementos culturales a la edad, como la profesión o actividad después de la jubilación, el mantenimiento estético, las filosofías espirituales, los nuevos sistemas de sanación, la calidad de vida y muchas otras formas de vivir dentro de la vida.     

La capacidad de reflexión es algo que se debe aprender desde niño, porque resulta siempre en una autoevaluación, en un crecimiento. Darnos cuenta de nuestros contenidos mentales y psicológicos, siempre resultará en beneficio personal, aunque algunas veces sea necesario recurrir a la consulta especializada.

Con esto quiero recalcar que al conocernos a través de la vivencia con otras personas, podremos identificar y diferenciar los componentes favorables y desfavorables de las situaciones, personas, proyectos, de tal manera que seamos prudentes en otras ocasiones al seleccionar la vivencia que queremos tener.

Reflexionar no significa buscar culpables, pero no reflexionar sí significa la posibilidad de ser depredadores o de caer en manos de  ellos. Es revisar los procesos y ver cómo participamos inconscientemente en éstos. 

En todo caso, tenemos la tendencia a reflexionar sobre los acontecimientos desagradables y en ellos nos quedamos pegados, esto es muy bueno si sacamos la experiencia correspondiente. Me ha dado resultado volver y volver sobre el asunto siempre y cuando no sea sólo para quejarme, cuando se revisa y revisa saltan cosas, aparecen revelaciones, oímos respuestas, descubrimos soluciones, y quedamos tranquilas.  

Ahora oigan esta letra y saquen sus conclusiones. Es la hermosa Amaya con Mocedades, cantando Amor de hombre, una versión de la música del Intermedio de la zarzuela La leyenda del beso. Disfrútenla.



miércoles, 30 de junio de 2010

DEVUELVEME MIS BESOS


¿No les ha pasado que un día tocan un objeto y de inmediato se les quiebra, se  parte o descompone en sus manos?, puede ser el pomo de una puerta que se desprende apenas lo agarras, o el botón de un aparato que se sale... No es tu culpa, pero todo indica que tu lo dañaste.

La verdad es que eran cosas que ya estaban dañadas, que sólo bastaba un toque para que terminaran de estropearse. Así es el corazón humano, nunca sabemos cómo lo tenemos, emprendemos una relación, y al fracasar pensamos que fue aquella persona la  única responsable de volvernos trizas. 

Esto no significa que esa persona no hubiera contribuído en algo. Sólo estoy poniendo la lupa en el daño  emocional que tenemos, previamente. No cabe duda que hay depredadores que devastan a los demás en estos ámbitos, pero eso afecta más o menos, según tengamos más o menos capacidades emocionales.

Quedamos enganchados en las penas, los recuerdos, en lo feliz que hubiéramos sido, y resulta que ni con esa, ni con otra persona hubiera sido diferente, porque ya teníamos un daño hecho. Casi todos padecemos de ese mal, de un dolor antiguo, de un abandono, de una traición, y cuando danzamos al compás de la música amorosa, nos pisan o pisamos los pies de la pareja, sin darnos cuenta que ya estábamos chuecos antes de empezar a bailar.

No nos llamemos a engaño, en las relaciones de pareja se saldan las cuentas del pasado, porque son las que requieren más entrega, más intimidad, más lealtad.    

Es prudente revisarnos, conocernos y detectar qué tan fuertes tenemos nuestras defensas emocionales, nuestras resistencias a  los virus sentimentales, a fin de que si emprendemos una nueva relación estémos conscientes de cómo entramos a ella y cómo salimos.  Como cuando vamos a la peluquería, sabemos cómo estábamos antes y cómo quedamos después.

Cuando vivimos una separación de pareja, podemos quedar devastados, y lo más desconcertante es que no sabemos realmente cuáles fueron las causas, condiciones, antecedentes y cómo salimos de esa vivencia.

Esta sensación dolorosa puede ser muy buena para  los poetas y artistas, para hacer una canción,  como lo logra tan magistralmente Juan Gabriel, en Hasta que te conocí, pero en la práctica, poco podremos sanarnos, conocernos, si nos centramos sólo en el otro y no en nosotras.

Aqui está Juan Gabriel con una letra conmovedora, que habla de una persona que tenía un corazón enterito y alguien se lo rompió.  Él sabía de dulzura, de cariño, jamás sufrió y en cuanto la conoció entró en desgracia. Disfrútenlo, pero sepan que no es precísamente así.


lunes, 28 de junio de 2010

SIN PAREJA

Cuando pienso en personas sin pareja, de inmediato me ubico en las mujeres; tal vez sea una distorción natural, porque pienso desde mi propia realidad. Aunque es un fenómeno que afecta a ambos sexos, afecta de diferente forma.

Entre las mujeres también puede generar diversas maneras de vivirlo, dependiendo de lo que obtengamos como aprendizaje después de una separación.

En este ámbito, como en casi todas las experiencias humanas, lo importante es realizar al menos una reflexión sobre lo acontecido en cada caso, lo cual significa una tarea de revisión cuidadosa, especialmente desde la observación de nosotras mismas. Nada  obtenemos colocando responsabilidades en el otro aunque las tenga, porque no vamos a cambiar al otro, lo que nos interesa en todo caso, es crecer con lo vivido.

Hemos leído muchas recomendaciones para quienes habiendo tenido separaciones, desean intentar de nuevo una relación. Aparte de lo obvio, como vivir el duelo,  evitar sacarse un clavo con otro clavo, -lo cual es nefasto-, cuidar la salud, creo que lo  más productivo es tomar lápiz y papel y comenzar a escribir. 

 Escribir lo que se vivió, y esto tiene sus pasos:

1- Analizar nuestras expectativas, creencias y comportamiento. Así nos podremos dar cuenta si éstas tres cosas estaban vinculadas o si por el contrario, como ocurre con frecuencia, teníamos una expectativa, teníamos creencias opuestas a las expectativas, y teníamos un comportamiento no acorde a lo anterior. 

Esta desconexión interna es muy frecuente, por eso es preciso armonizar lo que pensamos, deseamos, creemos, decimos y hacemos. Algunas veces somos capaces de saltar sobre una convicción sólo por el deseo de tener una relación, lo cual siempre pasará su factura. 

Como vemos en la ilustración, creer que nuestro corazón estaba enterito al comienzo de la relación es un error muy común, porque   cargamos con heridas desde nuestra infancia, que se revelan sensiblemente en las relaciones de pareja. 

2- Revisar qué aprendizaje me deja la relación. Esto está vinculado con las cosas que descubrimos de nosotras mismas. Qué cosa no sabíamos de nosotras y descubrimos en el proceso.

3- Revisar qué cosa supimos de la pareja que antes no sabíamos. Esto nos sirve para descubrir el autoengaño. Hasta qué punto habíamos proyectado nuestros deseos en el otro y no habíamos conectado con la verdadera persona. Hasta qué punto nos engañamos, colocándole a la pareja cualidades que no tenía.  

4- Revisar cuáles fueron las motivaciones que sustentaban la relación. A veces el sólo deseo de no estar sola, dependiendo de la persona que encontremos, puede convertirse en el peor de los errores.

5- Asegurarse que la separación se haya completado, no dejando cabos sueltos, que pueden convertirse luego en excusas para regresar sobre bases falsas, o contribuir a que la separación se haga más engorrosa.

Pocos temas están rodeados de tantos mitos como las relaciones de pareja, por ello la autoobservación nos puede dar muchas claves para sobrevivir con éxito, e incluso salir fortalecidas para volver a intentar una nueva relación.