“Cuida a tu pareja …, tu familia está segura, tu pareja no”
Padre Ricardo Bulmez
Aunque la familia es un tesoro que hay que nutrir y
cuidar, una vez que se han establecido los lazos afectivos sobre bases sólidas,
ya puedes estar tranquilo, ese amor perdurará, porque entra en el sistema de
auto-regulación, tal y como son los cujíes corianos de Venezuela. En cambio la pareja, es un delicado arbolito
siempre chiquito, que necesita cuidados especiales, y tratamiento diverso según
las circunstancias; pueden pasar muchos años y si de pronto surge algo que
descuide la relación, todo lo que se ha construido puede debilitarse, porque es
la única relación afectiva que se renueva día a día.
Esta afirmación puede ser altisonante para los
románticos. La historia de Penélope, quien encarna en la mitología griega la
imagen de la fidelidad a prueba de tiempo, es un tanto oscura, debido a varias
versiones del mito. No dudo de que han habido mujeres que han permanecido
leales al amor de un hombre ausente, lo cual significa el abandono más
evidente; sin embargo, la motivación para tal comportamiento no necesariamente
es el amor.
Con gran claridad el padre Bulmez describe a la pareja
como una planta con una flor, si no se riega se seca y si se riega mucho se
ahoga, a eso debo agregar que las plantas necesitan ser observadas para
detectar el momento en el cual se le debe reponer la tierra y la maceta,
colocar el abono, podarla y especialmente limpiarle las plagas que suelen
atacarlas, yo agrego algo muy importante: HABLAR con ellas, transmitirle afecto, y las
plantas se ponen tan hermosas.
Una vez tuve un jardín en el cual sembré tres plantas
de cayenas de flores dobles, dos de ellas me daban muchas flores amarillas
llenas de pétalos esplendorosos, pero la tercera no florecía a pesar de que las trataba igual, además era una planta más pequeña, no se desarrolló como las otras, que tenían hojas
y flores muy grandes y lustrosas.
Entonces sospeché que esta mata era macho,
-sin que tuviera información técnica al respecto-, supuse que no daría flores por una razón sexual, ese día me puse a
hablar con ella, le dije que si era macho yo no tenía ningún problema, que la
amaba igual, pero que si era hembra, me regalara una flor, al cabo de unos cinco
días vi asombrada los brotes de unos pequeños botones en la mata “macho”,
porque siempre las reviso en sus detalles; estaban empezando a salir sus flores,
al cabo de unos días tenía cinco flores color salmón con bordecitos y corazón rojo,
eran hermosas, más pequeñas que las cayenas amarillas, pero de una ternura que
saltaba a la vista, le agradecí a mi mata su floración y le ofrecí a la luna
estas hermosas expresiones de la naturaleza.
Después de este evento, sospeché que esta mata había
sufrido un trauma afectivo, alguna mala palabra, un fuego cerca, un maltrato
que la dejó deprimida, y es cierto, las plantas poseen alma, se llaman
elementales, pequeñitos angelitos que les dan vida y entusiasmo. Esto ocurre también con el agua, la tierra y
el viento, frecuentemente cuando me llega esa suave caricia del viento, le
agradezco, y lo bendigo, sé que me entiende.
También nosotros somos como un planeta lleno de elementales que actúan en cada órgano, por eso es bueno conversar con nuestros pies, corazón, senos, para darles caricias sonoras..., pero esa es otra historia.
No dudo que somos jardineros de la vida, pero aún no
lo sabemos.