sábado, 1 de noviembre de 2014

A MI EDAD TENDRÍA QUE SER SABIA

No escasean las reflexiones en la edad madura. Hay quienes prefieren seguir siendo jóvenes y hasta hay un texto que llevan en franelas que dice: “La juventud prolongada”. Hay quienes se visten como viejos y se olvidan de los convencionalismos; los que se empeñan en permanecer jóvenes, hacen ejercicio, dietas y se mantienen bien; quienes aparentan menos edad con agregados de cirugías; quienes se mantienen erguidos corporal y mentalmente, son los privilegiados, quienes tal vez han logrado descubrir el secreto de la vida, ese secreto que los llevó a vencer las vicisitudes y salir como el ave que no se moja al cruzar un río.

Pero hay otros que aún en la edad madura, tenemos dudas, interrogantes insalvables, agobiados por el camino recorrido, sin saber dónde tuvieron los errores y dónde los aciertos.

Alguien plantea que a esta edad su alma tiene mucha prisa, y su propósito es vivir sin el acoso de los trabajos interminables, de los ideales y proyectos inalcansables, de reuniones guadañosas para no lograr nada, con lo cual estoy de acuerdo.

Creo que en esta vida lo importante es haber vivido esa juventud que creía en grandes ilusiones, aunque lo que se hiciera no sirviera realmente para nada, todo muere, todo se va; el asunto es dar el esfuerzo y quedar marcados por eso, porque el mundo no se hizo para cambiarlo, se hizo para vivirlo, experimentarlo.

Dios no espera que el mundo sea distinto después de nosotros, Dios espera que seamos distintos después de haber estado en el mundo, aunque quedemos despellejados. La vida es una experiencia que sólo nos sirve a cada uno, el mundo se ríe de nuestros afanes.

Después de haber leído algo sobre las filosofías más notables que mueven la humanidad, concluyo que somos actores en un sueño de alguien, o protagonistas de una obra que sólo nos deja la marca del papel representado, y que nada podemos hacer para cambiar el libreto.  Menos mal que Dios nos dió lágrimas.

La sabiduría es un logro que lo da el pulimento del alma, nunca antes; mientras tanto, seremos esfoliados con cepillos de piedra. No obstante, hay quienes disimulan la sabiduría y optan por asumir una actitud despreocupada.