En estos días de
reflexión casi obligada, resaltan las evaluaciones que hacemos, especialmente
en las relaciones con los demás, quiénes nos ayudaron, quiénes nos hicieron la
vida a cuadritos, cuántos proyectos personales alcanzamos, qué cosas logramos,
cuánto dimos, cuánto quitamos, cuánto amamos; y en esta revisión salta a la vista la condición
plural de cada uno, la complejidad que reina en nosotros, con bondades y
miserias, y la dificultad para decidir en ciertas circunstancias.
¿Cómo alcanzar un estado
de asertividad, como para obtener de la vida, recursos, amores y tener salud
para disfrutarlo, si somos tan limitados en algunas cualidades y tan expansivos
en otras?,
¿cómo detectar
peligros, amenazas, fracasos, en lo que nos parecen posibilidades, si cuando
éstas aparecen se muestran tan dóciles, tan frescas, tan atrayentes?,
¿cómo saber, lo que
otros saben en un abrir y cerrar de ojos, y que aún cuando tenemos ojos, no podemos
ver?,
¿cómo descubrir la maldad que se esconde en una buena oportunidad?,
¿cómo detectar cuándo aplica una
sentencia, cuando las sentencias son meros prejuicios?,
¿cómo aplicar el
conocimiento, la ética y el buen juicio a un acontecimiento, si pretendo ser
amplia, desprejuiciada y librepensadora, con deseos de vivir?
Cero respuesta, aunque
muchos escritores de la psicología han avanzado en este camino, para
desentrañar los misterios de la vida en común. Roberto De Vries habla de cinco
elementos a considerar para establecer relaciones de pareja, César Landaeta
hace lo propio, con un sentido bastante realista y desconsolador sobre lo que
significa lanzarse en pos de una relación de pareja, porque casi siempre viene
llena de tropiezos; con mucha precisión y con un sentido del humor único, logra
esclarecer lo difícil que resulta esta empresa.
Somos pobres seres
llenos de complejos, y a la vez ricos depositarios de grandes alcances de vida,
porque somos capaces de amar, de no contar con esta capacidad seríamos fracasos
de la creación, por ello la existencia se ha llenado de historias de vida, que
se ejecutan y se repiten, se pulen y se repulen, hasta que al fin logremos un
estado superado de conciencia, en el cual veamos con claridad. Es lo que yo espero que ocurra, después de todas
estas secuencias de errores, aciertos y nuevos errores.
Mientras, sólo nos
queda vivir y tener fe en que no estamos solos, hacer lo que nos corresponde y esperar;
recuerdo una recomendación de una sabia amiga mexicana:
“Haz sólo tu trabajo, no le hagas el
trabajo a Dios”
Raquel Alejandre