sábado, 6 de febrero de 2021

LA LEY DEL EMBUDO

Mi mamá decía que en la vida prevalecía una ley muy injusta, la Ley del Embudo, ahora lo llaman La Matrix. Una exacta manera de describir las relaciones sociales vinculadas al acceso a los privilegios, que Marx denominó Lucha de Clases. Pocas personas disfrutan de poder y abundancia, y tienen todas sus inquietudes satisfechas incluso por encima de la pirámide de Maslow. Ellos se benefician de estar en el lado expansivo del embudo.
En oposición, una gran población no solo en pobreza, sino impotente, sufriendo los rigores de estar atrapados en el lado estrecho del embudo. Frente a este estado de cosas, se observa una notable e incomprensible situación de algunos justos que están en la estrechez, lo cual ha dado en justificarse con la gran expresión de Cervantes: “Pagan justos por pecadores”. El mundo se ha experimentado como un lugar sufriente, pero dicho sea de paso, sufrimiento causado por los otros humanos que se mueven al compás de dicha ley.
Este modelo de relacionarnos signado por el embudo, tendría que ser por obligación, una ley material, un axioma que rige la manera como se distribuye la sociedad en su poco o desmedido acceso a los recursos y a ostentar poder sobre los demás. ¿Por qué, cómo y desde cuándo se sentenció a los humanos a forjar una estructura social que responda tan metafóricamente a la Ley del Embudo?
Sólo podemos intuir que en el principio se impuso el más fuerte, el mas agresivo, el más arrogante y dominante, el líder carismático, el que dirigía a los demás, lo cual dio paso a un sistema de amo-esclavo. Los cambios tecnológicos y el desarrollo de la filosofía crearon condiciones para la generación de sistemas ideológicos, juristas y de orden moral, que reorganizaban las estructuras de poder, el cual contaba indispensablemente con un sustrato defensivo-ofensivo para mantenerse allí, ya que habían otros, quienes pretendían sustituirlos.
Así se cuentan relatos sobre crímenes e intrigas palaciegas, que siempre han acompañado a quienes gobiernan. Según se iban expandiendo los límites de la participación ciudadana, fueron apareciendo nuevos fenómenos que dieron complejidad a la vida, pero siempre, antes y ahora, bajo la presión de una especie de maya de control jerárquico que le atribuimos a la vida, simplemente al existir en un embudo karmático.
Si observamos los modelos de sociedades que se han expresado en la historia, podemos coincidir en el hecho de que a pesar de parecer que los humanos promueven actos autónomos, hay un lineamiento no visible que parece conducir o determinar ciertos fenómenos para cada persona y los pueblos; son los aspectos atribuidos con los cuales nacemos, como la familia a la cual pertenecemos y la que formamos en la edad adulta, su herencia, condiciones socioeconómicas, lugar de nacimiento, sexo, vocaciones y habilidades, personas íntimas y cercanas, afecciones genéticas, discapacidades, taras; son una especie de condiciones que generan un determinado destino, un compendio de elementos por el cual nos ubicamos en el lado ancho o en el lado estrecho del embudo. Lo demás comprenden los aspectos adquiridos, nuestras iniciativas, disposiciones, acciones libres o dependientes, los beneficios de la creatividad, el libre albedrío, decisiones equivocadas y acertadas, etc.
Ante esta distinción no podemos dejar de advertir que somos ejecutores de una especie de guión superior, alrededor del cual giran los acontecimientos diarios, enmarcados en un estado de dependencia sociohistórica, ya que en concreto somos entidades biológicas entrenadas por un sistema sociocultural. En el peor de los casos, ese guión se centra en aspectos negativos como tener padres drogadictos e irresponsables, madres oscuras, pobreza, abuso infantil y otros actos delictivos, y allí vemos porqué a veces resultan en psicópatas adultos, o no, porque también hay almas muy elevadas que van por la vida como aves que no se mojan por meterse al río.
Es rigurosamente necesario apuntar que a pesar de poder reconocer que existen condiciones muy limitantes que dificultan estar en el lado ancho del embudo, eso no significa que quienes tienen condiciones tan desfavorables tienen vedado el acceso al lado ancho; sin hacer un análisis profundo, hay personajes que en la historia han sometido, masacrado, y dominado a través del poder bélico y político, que procedían de ambientes muy depauperados que alcanzaron grandes posiciones como dictadores, no es necesario nombrarlos. No olvidemos que los altos niveles sociales tienen asociación con los más bajos niveles de la escala, llamados por el marxismo Lumpem Proletariado. Asociación que permite sostener en la oscuridad, la estructura que mantiene fuertes a sectores que están a ambos lados del embudo.
Hay una expresión que parece ser anónimo que reza:
“Dios escribe recto en renglones torcidos”. Una aguda observación acerca de lo mezclado que vivimos el bien y el mal, una alerta ante lo sagrado que puede ser el recorrido de vida, tal y como sucedió. Un misterio que tendremos mientras vivamos en este plano terrenal.
No son pocos los planteamientos humanos para darse explicaciones espirituales a los fenómenos que vivimos. Desde los estudios profundos de los antiguos Iniciados entre los cuales se encontraba el mismo Jesus, pasando por la creación de religiones oficialistas, hasta sectas de todo tipo, podemos contar con muchas cosmovisiones desde las que se creen dependientes de un Dios en las alturas, como de muchas deidades accesibles al hombre, hasta creencias donde el protagonista es el mismo hombre en rituales chamánicos y conocimientos sobre energía, muy notables en el hemisferio oriental.
Para muchos es bastante conocida una expresión que en occidente se popularizó hace 35 años más o menos, sobre la relación causa-efecto de los fenómenos que afectan a los humanos; desde La India nos llegó la idea de karma, definida como la infalible figura de la siembra y la cosecha; quien provoca una acción, en algún momento recibirá las consecuencias de ese acto sea malo o bueno.
Lo entrañable de esta sentencia es que cuando sembramos una semilla, se trata de ocultar bajo tierra, en la oscuridad, un pequeño botón que germinará para salir a la luz y darnos muchos frutos en un árbol destinal, es decir, sembramos una semilla y el producto son millones de semillas. Un buen negocio para agricultores.
No obstante, cuando se nos devuelven las cosechas de acciones malintencionadas, el resultado es el infortunio, y generalmente, no reconocemos la causa, más bien se tiende a culpar afuera, convertirse en víctima, desconociendo que en algún rincón del pasado, -lo creamos o no, lo recordemos o no-, contribuimos a sembrar una causa que ahora se manifiesta en su peor efecto. Esa es la versión errada que tenemos del karma, un padecimiento sin razón.
Una de las 7 leyes universales de Hermes Trimegisto, 2000 a.a.C. es la de Causalidad, la cual se acompasa con las leyes de Polaridad, Ritmo, Vibración y Correspondencia, cinco leyes que actúan entrelazadas y dan origen, destino y retorno a nuestras vidas. Coincide con la visión karmática de la cultura de la India, no hay casualidad, sino causalidad. Los hermetistas han alcanzado conocimientos sobre la existencia de los planos de causa y efecto, los Planos Superiores y los Planos Inferiores. En este último se manifiestan los acontecimientos más intensos de nuestra vida cotidiana, ante lo cual los hermetistas han logrado desarrollar métodos para elevar la conciencia y tener capacidad para generar causas superiores.
La idea se enfoca en que con sabiduría podemos acompasarnos con la dinámica de las leyes universales, en lugar de ser afectados por ellas. Vemos con asombro como una gran masa de humanos se encuentra atascada en el lado estrecho del embudo por falta de conocimientos y emprendimiento hacia una conciencia mayor, aunque seguiremos siendo humanos con las mismas necesidades, las mismas incógnitas y el mismo destino. La verdad es que no hemos cambiado mucho desde que nos conocemos culturalmente, …nada nuevo bajo el sol.
“¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y no hay nada nuevo bajo el sol” Eclesiastés (1:9