domingo, 10 de febrero de 2013

DOS VERSIONES SOBRE EL ALMA


La querida y luminosa Violeta Parra, inspirada poetisa chilena, escribió y escribió sus contradictorias reflexiones y nos dejó la misma incertidumbre, sin poder dejar de lado la inquietud que un tema tan actual y tan antiguo nos produce: la vida y la muerte.

En El rin del angelito, nos dibuja un paisaje donde el alma se traslada alegre a la inmensidad del cosmos:
“Cuando se muere la carne, el alma va derechito a saludar a la luna y de paso al lucerito…”


En “Ayúdame Valentina”, nos presenta su dura convicción sobre la inexistencia de un mundo más allá de éste:
“Ayúdame Valentina, ya que tu volaste lejos, dime de una vez por todas que arriba no hay tal mansión…”


Bella Violeta, que nos expones con tanta honestidad la polaridad que al igual que a ti nos aturde, y que por más que busquemos respuesta, nos quedamos perplejos ante un fenómeno tan trascendental como la existencia.

Para cualquiera resultaría inadmisible la inexistencia del alma, porque al menos, hasta como concepto dinámico del lenguaje, es aceptado por los ateos; sin embargo, creer que al morir todo acaba, no es más que ratificar que el cuerpo humano es sólo una expresión rasa de la energía biológica, un ser sin conexión espiritual, y de eso hay bastante.

Aún cuando la iglesia se erigió como autoridad espiritual en occidente, y con ello ejecutó brutalmente la tarea de contener el comportamiento social con sus versiones de cielo e infierno, la vida es un escenario donde para bien o para mal, estamos a diario escogiendo entre esos dos polos. La versión laica lo expresa como ética ciudadana, lo cual sigue planteando el conflicto entre el bien y el mal.

Fue notable la fiereza de la iglesia católica del siglo XXVI y siguientes, al concebir a los africanos como seres carentes de alma, lo cual excusaba su tráfico y trato similar a las bestias, incluso, ya venían manejando este criterio milenario, de tildar a la mujer de tener tal condición. Al parecer el hombre en todos los tiempos se ve atrapado en su escasa visión y tiende siempre a escoger la “verdad” que más le conviene, sólo que hoy con métodos más sutiles.  

Creer que hay un mundo después de la muerte le da un sentido a la vida, lo cual es esencial para muchos, pero creer que no la hay, es un aliciente para la guerra, la depredación y sus consecuencias.  

Violeta pide a Valentina (Tereshkova), que le ayude a esclarecer este dilema, nadie mejor que ella que había viajado al espacio exterior; hoy es la propia Violeta, la más apropiada para aclararnos el asunto, pero el otro mundo es el otro mundo, sin desconocer que hay bastante que debatir al respecto.