viernes, 29 de junio de 2012

LA FELICIDAD QUE COMPRAMOS


Desde niños aprendemos a diferenciar lo grato de lo desagradable, el dolor de los estados placenteros, lo amargo de lo dulce, lo bonito de lo feo, la salud de la dolencia. En fin, vivimos en un mundo de polaridades, nos toca probar de los dos extremos para  poder valorar los aprendizajes de cada uno.

La felicidad es un producto comercial, nos presentan los modelos de vida que significan felicidad, y es lo que deseamos y perseguimos toda la vida; sin embargo, las circunstancias no siempre se corresponden con esas aspiraciones; nos encontramos con parejas muy lejanas a los modelos principescos, la responsabilidad con familia muchas veces nos abruma, las exigencias laborales nos obligan, y toda una serie de inconvenientes, que sin embargo, no nos hacen renunciar a la ilusión de una vida feliz.

Son diversas las cosas que nos producen ese estado, pero no cabe duda que lo que nos hace más feliz es vivir la pasión que llevamos dentro, mi hijo es un fan de la música, especialmente del rock, y su pasión es asistir a Conciertos. La pasión que llevamos en el alma nos da noticia de nuestra debilidad, de nuestra más pura expresión de candor. Una pasión es algo que nos mueve, que nos llena, que nos hace distintos, que nos da identidad.

La sociedad nos da modelos y nosotros los compramos, sin embargo, no creo que seamos tan moldeables, hay pulsiones internas que nos hacen únicos.

Eduardo Punset le ha dedicado a este tema innumerables documentales, nos ha llevado por los oscuros pasadizos del cerebro, y sus relación con los estados de satisfacción y felicidad.

No cabe duda de que los contrastes que implica la vida en placeres y dis-placeres elaboran una estructura personal, que conduce a una concepción de lo que consideramos felicidad.

No tenemos la última palabra en este tema, las personas que han tenido una vida buena, han dado noticia de problemas y desajustes, los que han tenido una vida dura pueden convertirse en delincuentes, o, en personajes ejemplares, todo depende de la manera como cada quien procesa su experiencia.

Siempre he creído que la felicidad está en las relaciones, en la gente, en contar con una buena pareja, una alegre y sana familia, y amigos con quien conversar. Mi visión está en el compartir con los seres humanos y con las mascotas; puedo resumir que mi mejor definición de felicidad está en el intercambio de expresiones afectivas. Lo demás es necesario, pero el punto central está en las buenas y honestas relaciones.

Todos tenemos referencia de lo es que la felicidad, porque la hemos vivido de alguna manera, la hemos experimentado aunque sea en las cosas más simples, pero lo que más me ha sorprendido es la respuesta que dio el actor de MATRIX, Keanu Reeves, cuando le preguntaron si estaba triste, y él respondió:

"La gente necesita ser feliz para vivir, yo no" Keanu Reeves

Lapidarias palabras de alguien que ha conocido el desasosiego e inseguridad familiar, el dolor de una hermana con cáncer y otros malos ratos,  incontables quizás. Hasta hoy he notado que quienes han tenido esas duras experiencias y salen airosos de ellas, se debe a que han tenido una gran fortaleza interna y una convicción férrea sobre un futuro mejor, aparte de haber transitado por la fabulosa transformación que da el perdón. Entonces se perciben como seres luminosos.

Esta respuesta de Reeves, refiere la espectacular dimensión de su tranquilidad y reconciliación con la vida, una enseñanza para quienes se viven quejando por todo.  

A continuación les doy el link de la película DE PASEO POR LAS NUBES, una historia que une los hilos de la vida de dos personajes, que encontraron la felicidad juntos, una bella historia donde triunfa el amor. Me encantan los finales felices.


NUESTRAS CÉLULAS, AMIGAS QUE NO CONOCEMOS, ¿NUESTRAS ENEMIGAS?


La ciencia médica con su extrema visión cartesiana, nos ha re-educado sobre “su verdad”, lo cual contrasta con la tradición, la cual nos decía cosas distintas, llenas de intuición, de magia, y de certeza.

La medicina y la sanación tradicional se mezclaron por obra y gracia de una práctica casi hecha sincretismo, especialmente porque los medicamentos fueron incorporados al diario vivir, de la misma forma como se usaba la sanación tradicional; fórmulas, y recetas transmitidas de boca en boca, de tal manera que se estableció un hábito ya adquirido, la auto medicación. 

El médico fue percibido como el chamán, o curandero, con un halo de santidad y admiración, lo cual llevó a que se depositara en él la responsabilidad absoluta de la curación. El imaginario popular le atribuyó al médico un papel todopoderoso y el paciente se asumió a sí mismo, como un ser sin determinación. El personaje de José Gregorio Hernández, médico venezolano y santo por decisión popular, vino a sustentar esta percepción colectiva.

Es muy reciente el movimiento que desde la medicina, estableció un proceso de toma de conciencia de los pacientes como partícipes principales de sus dolencias y de su recuperación, cuando se liberó el tabú de la información.

Era frecuente que el médico sólo conversara de la enfermedad del paciente con sus familiares, especialmente cuando se trataba de dolencias extremas como cáncer y cardiopatías; el paciente era tratado como un ser dependiente y estúpido, y recibía medicamentos desconociendo su padecimiento.

El paciente con cáncer era rodeado de un halo de misterio y a nadie se le comunicaba la dolencia, incluso llegaban a morir y se ocultaba la causa; el cáncer era una vergüenza, pero una vergüenza porque suponía que el azar escogió como víctima al doliente. Nada se sabía de los procesos psico-neuro-inmunológicos de la persona. 
  
Caminos oscuros de la medicina formal consolidaron esquemas equivocados, amparados en el deseo de evitar dolor, lo cual empeoraba la situación. Fue con la Gestalt y otras versiones psicológicas y espirituales, desde donde comenzaron a surgir nuevos puntos de vista, sobre la condición humana y su capacidad para auto determinarse.

En la década de los años noventa, al menos en Venezuela, los medios invaden los espacios con informaciones que pusieron una luz en lo que hasta ahora, se llamaba ENFERMEDAD, y se dijo que no existía algo que se llamara ENFERMEDAD, que en realidad lo que existía eran los ENFERMOS.

Fue un salto muy grande, una vuelta de hoja, reconocer la responsabilidad que cada quien tiene en la conservación de su salud. NO existe la diabetes sino el diabético, no existe el asma sino el asmático; esto puso una lupa en los procesos enfermizos, especialmente porque el ser humano se compone de todo un sistema de conexiones físicas, emocionales y mentales, y muy seguro, de otras dimensiones que aún desconocemos.

La ciencia nos dijo que el cerebro era el órgano responsable del pensamiento, y donde se operaban los procesos mentales, y que el cuerpo funcionaba como una máquina procesadora de información; la verdad es que no le faltaba razón, pero resulta que hay otros tipos de procesos mentales, otros tipos de sistemas comunicativos internos que no han sido considerados por la ciencia, y que han dado evidencias de su poder, en otras culturas y en otros tiempos.

“Las células de nuestro cuerpo son pequeñas almas inteligentes. Es todo un pueblo que tenemos ahí, en nosotros, un pueblo con el cual podemos entrar en relación y que tenemos la misión de educar.
¿Acaso sois conscientes de ello? No, o muy raramente. Es por ello que vuestras células no os obedecen. Deseáis mejorar el estado de vuestro hígado, de vuestro estómago, de vuestro corazón, de vuestro cerebro, etc., pero no podéis; las células de todos estos órganos no os obedecen, no conseguís imponeros a ellas y éstas funcionan a su propia voluntad.
La Ciencia Iniciática, que ha estudiado la anatomía psíquica del ser humano y las reglas que presiden su funcionamiento, nos enseña qué podemos mandar a las células de nuestros órganos. Para ello, es necesario, primero, aceptar la idea de que son entidades inteligentes, conscientes, y aprender a entrar en comunicación con ellas”. Omraam Mikhael Aivanhov

Son opacas las voces de científicos y médicos que han reconocido este fenómeno, especialmente en el campo de la medicina complementaria, naturista, homeopática, y un buen número de otras denominaciones, que enfocan al enfermo como objeto de observación y tratamiento, y que han descubierto esta cualidad inteligente de las células.  

Según esto, somos un pequeño universo, pleno de entidades que funcionan, de manera autónoma, o bajo una ley de ordenamiento de procesos que hemos desconocido, y que puede ser la causa de muchas curaciones milagrosas; cuando se descubre una verdad, sus consecuencias no se hacen esperar.

¿Cómo es posible que hayamos estado de espalda a una realidad que nos atañe tan profundamente, sin saberlo?,  ¿cómo es posible que hayamos sido afectados por entidades inteligentes que viven dentro de nosotros, como extraños invisibles dentro de casa?.

A nadie mínimamente razonable, se le ocurriría relacionarse con alguien de quien no le conoce los aspectos en los cuales se establece la relación; puedo tener un compañero de trabajo de quien apenas sé su nombre, y eso no perturba mi buena relación laboral con él, pero en el plano personal, es imprescindible y respetuoso, establecer comunicaciones asertivas y honestas.

Por sorpresa, este no es un razonamiento común; los sorprendentes y frecuentes eventos de crímenes, maltrato y violencia doméstica que se dan en EEUU, se producen con parejas que llegan al matrimonio sin conocerse, sin saber quien es la persona con quien van a convivir.

Tal parece que el ser humano no es tan razonable, ni transparente, sino más bien pragmático; y si no lo ven afuera, donde es más fácil percibirlo, ¿cómo van a siquiera sospechar que sus propias células, son capaces de comportarse como sus enemigas?.
 
Por fortuna, ya se están conociendo personas de ciencia que están develando estos secretos, como Marianela Castés en Venezuela y Brian Ford en Inglaterra.