En días pasados, una agradable
persona que me presentó un querido amigo por correo electrónico, comentó que
siempre había tenido la curiosidad de saber porqué la felicidad nos hace
llorar, y aunque no se trataba de lo mismo, me hizo recordar, que cuando era
niña, -muy pequeñita, tal vez de cuatro años-, sentí un ruido extraño en el
cuarto de mi madre, al cual no me dejaban entrar sin permiso, pero cuando me
acerqué atraída por el sonido, sentí un llanto muy bajito, me acerqué más y
supe que alguien lloraba; me llené de valor y entré de repente al cuarto y allí
estaba mi madre sentada al borde de la cama con las manos cubriendo su cara,
llorando desconsolada.
Mi reacción fue
desesperada, corrí hacia ella, la abracé por
el cuello y le gritaba ¡NO, NO, NO!, y me puse a llorar con ella, así estuvimos
muchísimo rato, mojándonos mutuamente, mi madre no me contestó mi desesperada
pregunta, ¿qué le pasa, qué le pasa?, sólo me secaba la cara y me abrazaba.
Este recuerdo me hace
saltar incontrolables chorritos de agua salada por mis mejillas, mala costumbre
de los humanos, de revivir experiencias oculares, por conducto de nuestra
memoria.
Ese momento fue muy
impactante para mí, yo no sabía que los adultos lloraban, veía que los niños lo
hacían, por varias razones, y era natural, pero creía que los adultos eran
seres superiores, capaces de controlarlo todo, como era mi padre, y que siendo el llanto un signo
de debilidad, ya había sido superado por los que se habían alejado de la niñez.
Tamaño engaño tenía, pues ahora creo que los adultos tienen más razones que los
niños para llorar. Los adultos lloran por todo, por las tristezas y las
alegrías, por las pérdidas y los logros, por las separaciones y los encuentros,
por la soledad y la compañía, no hay límite.
El llanto es un
proceso complejo que implica funciones biológicas, psicológicas, sociales,
culturales y hasta ambientales, lo cual implica condiciones bioquímicas, creencias
y aprendizajes. Sin embargo, debo aclarar que estos factores se entrelazan en
todos los procesos humanos, no son exclusivos del llanto.
A estos factores, yo
le agrego el factor espiritual, que también nos conmueve y hace brotar nuestras
lágrimas.
Las causas del llanto
entonces están ligadas a valores subjetivos dictados por las creencias que
hemos adquirido, los valores y principios que nos sustentan, y a razones
orgánicas, como un dolor físico o sentimental.
El
llanto producido por un dolor físico depende del umbral alto o bajo que la
persona tenga para resistirlo, lo cual es una condición orgánica, pero el
llanto como expresión emocional está ligado a la valoración que le damos al
hecho que nos lo causa.
El asunto es que el
hecho nunca lo experimentamos de manera pura, todo lo que vivimos lo asociamos con otras imágenes, otras ideas, recuerdos, que se disparan juntos, entonces podemos estar en
un festejo, una graduación, lo cual debería provocarnos dicha, y resulta que de
manera inconsciente, pulsan recuerdos de alguien que ya no está, un pariente
que se murió, o recordamos lo difícil que fue lograr el grado, el estrés por la defensa de la tesis, las dificultades
que tuvimos cuando estudiábamos y un sin fin de problemas que hacen reflejo
de las cosas dolorosas que nos ocurrieron, y que condicionan la expresión emocional
del evento.
Los momentos felices,
las gratificaciones, las cosas agradables están
contaminados con tristezas, eventos que no volverán, deseos de volver a vivir
una experiencia, duelos que hacen la vida una confusión. Tal vez si sólo
pensamos que las lágrimas no son exclusivas de la tristeza, sino que son
desahogos de emociones intensas, lo comprenderemos mejor, especialmente porque
cuando nos alegramos generamos un proceso químico que nos recorre el cuerpo
hasta que explota en los ojos, el espejo del alma. Las lágrimas vienen a ser un
canal de desintoxicación, quien no llora no resuelve, no suelta, no se libera.
El llanto es
expresión de un estado emocional, no importa si es de un tipo o de otro; es la
cultura la que ha elaborado diferencias, en la manera de manifestar las emociones y los estados de animo. Esto se debe a que hemos acordado que cuando alguien ríe está
contento, y si llora está triste, sin embargo, hay emociones placenteras que no
tienen una manera propia de expresión, unas lindas palabras de un amigo, que
comunican el afecto que siente por nosotros, pueden disparar muchos recuerdos,
que no se volverán a vivir, lejanos en el pasado, y eso no se puede expresar sino
a través de un brillo acuoso en los ojos.