jueves, 27 de junio de 2013

PSICÓPATA


Cuando oímos esta palabra, lo primero que pensamos es en un asesino en serie; no obstante, el crimen no es su único ámbito de acción, tal vez es un amigo cínico que no se conmueve ante nada, o se trata de un médico de confianza, un experto en su especialidad que ejecuta su profesión a cabalidad, y que en determinado momento realiza un acto que sorprende, porque su personalidad lo impele al narcisismo, la manipulación con el poder que le proporciona su autoridad científica. He conocido y padecido los engaños de alguien así, y créanlo, no es cualquier cosa ser el blanco de sus perversiones. 

No hay consenso sobre el porcentaje de personas psicopáticas que existen, pero los tenemos muy cerca, sólo que no lo sabemos, incluso muchos de ellos mismos no lo saben, porque su condición es desapercibida por los demás, y no reciben noticia de los comportamientos que los identifican. Hay estadísticas que señalan porcentajes entre el 1% al 6% de la población. Se observa más en los hombres que en las mujeres, pero es una condición que puede expresar ambos sexos.

La psicopatía es una condición, no una enfermedad mental, es un trastorno de la personalidad, instalada en la estructura psicológica de la persona, inamovible. Está definida por una total falta de empatía, exagerado egocentrismo, manipulación, engaño, seducción, dominio, narcisismo; la persona no desarrolla la compasión y carece de la capacidad de identificarse con las emociones ajenas, porque no las siente en sí mismo, es ajeno a la solidaridad, aunque puede aparentarlo, con una extraordinaria capacidad histriónica. Puede decirse que tienen corazón de piedra… Con el perdón de las piedras, porque … Nunca se sabe.

Esto nos lleva al hecho de que tampoco sienten culpa, proceso mental que a cualquier persona llevaría a la reflexión y al arrepentimiento; y por supuesto, no experimentan lealtad hacia nadie, aunque los que no están impelidos por el crimen, pueden acoplarse al mundo, hasta que algún estímulo los despierte. Lo fundamental es que de alguna manera ejercerán su condición, como mínimo siendo indiferentes ante el dolor ajeno.

Tal condición no exime a que una persona con esta estructura sienta emociones, por supuesto, siente la satisfacción de alcanzar beneficios materiales y emocionales cuando logra sus objetivos. Un asesino en serie de esta categoría, se estremece ante su propia crueldad, lo cual ha sido referido como una gran excitación sexual, una felicidad muy grande, o el empoderamiento de un absoluto control sobre el otro, o sobre la ley y la sociedad. Sienten satisfacción arraigada en su narcisismo y su racionalidad. En una escala de matices, un psicópata puede “amar” a su hijo, precisamente por la condición de ser su hijo. Por ello, pueden sentir una enorme felicidad si se trata de algo que los gratifique, es decir, por sentimientos auto-referenciales.

Lo más curioso de esto, es que un psicópata no es un enfermo, aunque yo diría que tal vez se trate de una enfermedad del alma, o, como dicen algunas curiosas versiones, la psicopatía está dada por la carencia de alma. Son capaces de tener deseos para sí mismos, y los más intensos convierten a las personas en instrumentos para sus fines egoístas, sintiendo a su vez un notable sentido de poder, ya que pueden simular emociones para engañar, atraer y sacar provecho personal de sus fingidos devaneos. En los casos extremos, una patética frialdad los envuelve, y su comportamiento no está atado a causas psicológicas específicas, sino que carecen de la más mínima explicación, simplemente, son así.

Cuando esta condición se une a altos coeficientes de inteligencia,  pueden desarrollar capacidades para el delito organizado, el desfalco y todo lo que implique engaño, dado que son seductores, tranquilos, calculadores y no les afecta lo que serían situaciones tensas para otros. 

Cabe señalar que estamos ante un fenómeno complejo que ya está reclamando una visión más adecuada, por ello se está usando el término “Personalidad psicopática”, dado que abarca mejor la presencia de esos rasgos; podemos agregar entonces que no todo homicida es un psicópata, los que llegan a ese punto de manera impulsiva, pueden arrepentirse, por sentir el daño que hicieron. 

En la vida cotidiana, se pueden manifestar como depredadores en el ámbito amoroso. Durante la primera mitad del siglo XX, cuando la familia era la base de la sociedad, los padres alertaban sobre un personaje muy seductor, que traía la desgracia a las jóvenes, que incautas se dejaban subyugar por los encantos de un hombre bien o mal parecido, eso no importaba, pero que tenía el don de seducir y convencer con su labia y su energía vital, hasta a la más prevenida. 

Sin ir muy lejos, la personalidad psicopática del psiquiatra Edmundo Chirinos, -hoy pagando condena-, es un buen ejemplo; quien fue hasta Rector de nuestra Máxima Casa de Estudios, la Universidad Central de Venezuela, y que sin contar con los atributos físicos que modelan el atractivo masculino en nuestra sociedad, logró engatusar a quienes le rodeaban en el ámbito académico, profesional y personal, para terminar un día como asesino de una paciente, lo cual removió a muchas otras víctimas que estaban en silencio y a recordar eventos extraños en las personas que lo frecuentaban. Posterior a su arresto, un rasgo de mitomanía lo acompañaba, lo cual revelaba su enorme narcisismo, al creer que estaba en control de seguir engañando con su palabra.

 En la literatura es frecuente encontrar estos galanes que asaltaban la honra de jóvenes doncellas y cuando alcanzaban su propósito, huían sin el menor escrúpulo. En la obra “El Hombre de hierro”, el escritor venezolano Rufino Blanco Fombona (1874-1944), dibuja este personaje, en el hombre con quien María traiciona a su esposo Crispín. En la televisión, O Globo nos deleitó con la teleserie: “El primo Basilio”, de la obra del mismo nombre del escritor portugués José María Eça de Queirós (1845-1900), en la cual cuenta como el primo genera un caos al abandonar a su prima Luisa, víctima de un chantaje por parte de su empleada, la cual se entera de la relación adúltera de Luisa con su primo.

Lo curioso de estas historias donjuanescas es que estos comportamientos han sido comprendidos como un rasgo del fenómeno machista, de la tradicional ventaja que han tenido los hombres sobre las mujeres, y que hoy a la luz del conocimiento de este estado psicológico, podemos comprender mejor, como una expresión de psicopatía de estos irresistibles personajes. 

Recuerdo las arengas de mi padre, en mi adolescencia,  advirtiéndonos acerca de esta dañina figura, que se presentaba en las fiestas y enamoraba con su presencia arrolladora a las jóvenes, que quedaban prendadas y capaces de dar su vida por un amor que sólo ellas sentían y que les costaba el dolor de la decepción y la humillación de ser burladas en su más profundo sentimiento. Mi padre los describía como entidades demoníacas que podían ser detectadas por un reflejo luminoso que les salía debajo de la bota del pantalón, -lo cual sugería la punta de la cola del innombrado-, pero que casi nadie lo percibía. No pocas tuvieron que pagar su debilidad con la desgracia del deshonor, el abandono y el engaño, incluso avanzar una vida con el viento en contra que significaba ser madres solteras en una sociedad tradicional, presionada por fuertes valores religiosos. 

Hay algunos especialistas que piensan que esta condición se desarrolla en la infancia, pero lo que podríamos reconocer en este caso es que al ser un trastorno de la personalidad, el ambiente familiar puede suavizar o exacerbar esta condición innata. 

La mayoría de los especialistas argumentan que nacen así, incluso hay referencias de madres atormentadas por psicópatas desde que los tenían en el vientre; lo que sí es un consenso es que no es una condición que pueda remitir, no tiene cura, porque ellos mismos no presentan dolencias de ningún tipo, son las demás personas, las que sufren sus agresiones. 

Aún cuando desarrollen su acción destructiva, pueden pasar inadvertidos porque poseen la cualidad de fingir y funcionar dentro de los cánones del comportamiento social. Ejercen influencia sobre la opinión general, especialmente porque sus discursos se pueden camuflar con el tipo de valores culturales de la sociedad occidental, donde la competitividad y el éxito material son apreciados, o por los valores dominantes de los regímenes totalitarios de la sociedad oriental.

Lo interesante de esto es que hemos podido verificar que hay personas que aún cuando no sean psicópatas en el sentido estricto, -para lo cual deben cumplir con un mínimo de características-, suelen tener algunos de sus rasgos, ser fríos, desapegados y sorprendentemente indiferentes ante ciertas circunstancias; de allí que sea preferible hablar de Personalidad psicopática, como ya señalé anteriormente. En ocasiones me sentía en desventaja ante este tipo de personas, a quienes les importaba un bledo una separación, un accidente o una desgracia.

Sabiendo que son seres incapaces de sentir empatía, hemos de suponer que tampoco comparten la alegría, el amor, ni la felicidad, con lo cual concluyo que los psicópatas son los que están en desventaja. Vivir las emociones socialmente y lo que ellas nos proporcionan en crecimiento espiritual y conexión con los demás, es un tesoro invaluable. 

Es muy basta la diversidad de escenarios que pueden explotar estos personajes, inclinados hacia el mal, causan muchos estragos especialmente en el ámbito político, dictaduras, totalitarismos, corrupción; todos hemos visto ese tipo de comportamiento en las alturas del poder. También se los encuentra entre líderes de sectas, que manejan masas de fanáticos.

Se cuentan historias sobre casos que se manifiestan desde la niñez, una mala semilla que se inicia precozmente y que van ensayando con torturas a animales, daños a personas, enmascarados en dulces caritas infantiles, o por el contrario, con terribles expresiones faciales del mal. Tuve la oportunidad de ver un programa de canal privado, donde presentaron casos de niños que aterrorizaban a sus madres, en el cual se presentó un niño de doce años, cuya expresión facial era de terror y cuya madre presentaba los estragos de una extrema victimización, casi en estado de postración, agotada de la vida que su hijo le ocasionaba, incluso relataba las insoportables patadas que le daba cuando lo tenía en el vientre, y la manera como le destrozó los pezones cuando lo amamantaba; pedía por favor al Estado, que se hiciera cargo de él porque ya no podía soportarlo.

Lo complicado de esta situación es que, aún en presencia de una personalidad psicopática, es prudente evitar diagnosticar esta condición en niños, ya que aún no han desarrollado su personalidad completamente. Sin embargo, estimo que dado el alto porcentaje que alcanzan, deben haber muchos en los episodios que últimamente han tenido un alarmante crecimiento, como es el Bullying, o acoso escolar, y en los acosos perpetrados por Internet.

El cine nos ha presentado buenas producciones al respecto; “Tenemos que hablar de Kevin”, dirigida por Lynne Ramsay, nos presenta un niño que desde bebé mostraba extraños comportamientos hacia la madre, el cual crece ante el desconcierto de su progenitora y la ceguera del padre, hasta que pocos meses antes de cumplir mayoría de edad, asesina a su padre, hermanita y varios compañeros de estudio. Al final, la madre le pregunta porqué lo hizo, y su respuesta desconcertante fue: “No lo sé”. 

En perspectiva, cuando no llegan al asesinato, no tienen razones personales para causar daño a los demás, sólo sienten el deseo y lo cumplen, siempre motivados por el deseo de alcanzar beneficios materiales, o simplemente para ejercer su narcisismo, para lo cual se esconden en situaciones donde es difícil alcanzarlos, el Don Juan desaparece, el estafador huye, el mentiroso engaña de nuevo; muy buenos para dejar a los demás en la estacada, con el argumento: “no le puse un arma en la cabeza”.   

Detectar estas personalidades, es un asunto de seguridad personal, tener conocimiento acerca de la diversidad de expresiones de la psiquis, y como una personalidad psicopática se puede colar entre la gente sensible, nos plantea mínimas prevenciones, especialmente porque en general, las personas parecen sentirse atraídas por la sensualidad de lo oscuro, lo riesgoso, lo emocionante, por lo encantador, lo cual nos hace vulnerables, y para realizar el papel de victimario el psicópata está a la orden del día. 

Como contraparte de este tema, es pertinente señalar que todas las personas padecemos de alguna patología, y la victimización es bastante común, especialmente entre las mujeres, situación que parece servida en bandeja de plata para estos depredadores. Ayer precisamente veía un film ambientado en un pueblito español de 1957, donde se presentaba un diálogo muy revelador:

Él, un tímido maestro de pueblo: "Soy un hombre sin atractivo para las mujeres, siempre he pasado desapercibido, no tengo la capacidad ni la experiencia mundana para galantear".
Ella, una bella mujer de mundo, lo toma por las manos: "No digas eso, tu tienes más valores que cualquiera, tu eres un hombre bueno".
Él, desconsolado: "A las mujeres no les gustan los hombres buenos". 

Quedé impactada, porque un día mi madre me dijo exactamente lo mismo. Al parecer nos atraen situaciones excitantes, peligrosas, imaginativas, figuras que ofrezcan novedades, y un hombre bueno, no parece ser la fuente de tales ideales, o de tales ilusiones. 

El autoconocimiento, la terapia deliberada, y la búsqueda de sanación emocional, nos puede ayudar a alimentar nuestras fortalezas, y a paliar nuestra baja autoestima y sentido de víctima, para no ser tan fácil presa de estos carismáticos, o al menos a detectar sus rasgos y no darlos por simples defectos que debemos tolerar; es imprescindible que sepamos identificar estos detalles de personalidad, que no sólo pueden esconder una psicopatía, sino enfermedades mentales y psicosis, -de estos dos últimos temas hablaremos en otra ocasión.  

Con esto quisiera dejar en el lector un alerta, una reflexión, sobre un comportamiento que quizás vemos a diario y que debido a su familiaridad, podemos calificar como adversidades de la vida, cuando realmente son expresiones que nos ponen en riesgo sin necesidad. 

Yo me pregunto, ya que la personalidad psicopática no tiene cura, ¿qué tal sería la vida de un Don Juan, si las mujeres no se sintieran atraídas por su perverso encanto?, ¿qué sucedería si no nos dejáramos llevar por la ilusión y la avaricia, cuando un estafador se nos acerca?, como este trastorno no es curable, al menos la sociedad víctima puede que sí. 

Este análisis me deja muchas interrogantes, y me hago otra pregunta: ¿será que algún día, este hecho psicológico podrá ser desentrañado, junto con tantos otros temas que hablan tan mal de la especie humana, y con ello poder alcanzar un mundo mejor, el mundo que han soñado los poetas y los hombres justos de la historia?. Un mundo mejor, anhelo que no se ha podido concretar a través de las ideologías, porque éstas nunca buscaron en el ser, sino en el ejercicio del poder, donde los psicópatas y delincuentes nadan como paz en el agua.  

Hay quien afirma que los psicópatas son seres sin alma, meros carapachos orgánicos… Esto me lleva a preguntarme si realmente, ¿todos los seres que habitan el planeta y que percibimos como humanos, lo son?, o, ¿será que somos una diversidad de modelos orgánicos con apariencia humana, que nos debatimos en un escenario de causa-efecto, que favorece el crecimiento espiritual, a través del dolor y hasta del sufrimiento, que provocamos y nos ocasionan?…Pero éste, es tema para otro post.