Cuando oímos esta palabra, lo primero que pensamos es en un asesino en serie;
no obstante, el crimen no es su único ámbito de acción, tal vez es un amigo
cínico que no se conmueve ante nada, o se trata de un médico de confianza, un experto
en su especialidad que ejecuta su profesión a cabalidad, y que en determinado
momento realiza un acto que sorprende, porque su personalidad lo impele al
narcisismo, la manipulación con el poder que le proporciona su autoridad
científica. He conocido y padecido los engaños de alguien así, y créanlo,
no es cualquier cosa ser el blanco de sus perversiones.
No hay consenso sobre el porcentaje de personas psicopáticas que existen,
pero los tenemos muy cerca, sólo que no lo sabemos, incluso muchos de ellos
mismos no lo saben, porque su condición es desapercibida por los demás, y no
reciben noticia de los comportamientos que los identifican. Hay estadísticas
que señalan porcentajes entre el 1% al 6% de la población. Se observa más en
los hombres que en las mujeres, pero es una condición que puede expresar ambos
sexos.
La psicopatía
es una condición, no una enfermedad mental, es un trastorno de la personalidad,
instalada en la estructura psicológica de la persona, inamovible. Está definida
por una total falta de empatía, exagerado egocentrismo, manipulación, engaño,
seducción, dominio, narcisismo; la persona no desarrolla la compasión y carece
de la capacidad de identificarse con las emociones ajenas, porque no las siente
en sí mismo, es ajeno a la solidaridad, aunque puede aparentarlo, con una
extraordinaria capacidad histriónica. Puede decirse que tienen corazón de
piedra… Con el perdón de las piedras, porque … Nunca se sabe.
Esto nos
lleva al hecho de que tampoco sienten culpa, proceso mental que a cualquier
persona llevaría a la reflexión y al arrepentimiento; y por supuesto, no
experimentan lealtad hacia nadie, aunque los que no están impelidos por el crimen,
pueden acoplarse al mundo, hasta que algún estímulo los despierte. Lo
fundamental es que de alguna manera ejercerán su condición, como mínimo siendo
indiferentes ante el dolor ajeno.
Tal condición
no exime a que una persona con esta estructura sienta emociones, por supuesto,
siente la satisfacción de alcanzar beneficios materiales y emocionales cuando
logra sus objetivos. Un asesino en serie de esta categoría, se estremece ante
su propia crueldad, lo cual ha sido referido como una gran excitación sexual,
una felicidad muy grande, o el empoderamiento de un absoluto control sobre el
otro, o sobre la ley y la sociedad. Sienten satisfacción arraigada en su
narcisismo y su racionalidad. En una escala de matices, un psicópata puede
“amar” a su hijo, precisamente por la condición de ser su hijo. Por ello,
pueden sentir una enorme felicidad si se trata de algo que los gratifique, es
decir, por sentimientos auto-referenciales.
Lo más curioso de esto, es que un psicópata no es un enfermo, aunque yo
diría que tal vez se trate de una enfermedad del alma, o, como dicen algunas
curiosas versiones, la psicopatía está dada por la carencia de alma. Son
capaces de tener deseos para sí mismos, y los más intensos convierten a las
personas en instrumentos para sus fines egoístas, sintiendo a su vez un notable
sentido de poder, ya que pueden simular emociones para engañar, atraer y sacar
provecho personal de sus fingidos devaneos. En los casos extremos, una patética
frialdad los envuelve, y su comportamiento no está atado a causas psicológicas
específicas, sino que carecen de la más mínima explicación, simplemente, son
así.
Cuando esta condición se une a altos coeficientes de inteligencia, pueden desarrollar capacidades para el delito
organizado, el desfalco y todo lo que implique engaño, dado que son seductores,
tranquilos, calculadores y no les afecta lo que serían situaciones tensas para
otros.
Cabe señalar que estamos ante un fenómeno complejo que ya está reclamando
una visión más adecuada, por ello se está usando el término “Personalidad
psicopática”, dado que abarca mejor la presencia de esos rasgos; podemos
agregar entonces que no todo homicida es un psicópata, los que llegan a ese
punto de manera impulsiva, pueden arrepentirse, por sentir el daño que
hicieron.
En la vida cotidiana, se pueden manifestar como depredadores en el ámbito
amoroso. Durante la primera mitad del siglo XX, cuando la familia era la base
de la sociedad, los padres alertaban sobre un personaje muy seductor, que traía
la desgracia a las jóvenes, que incautas se dejaban subyugar por los encantos
de un hombre bien o mal parecido, eso no importaba, pero que tenía el don de
seducir y convencer con su labia y su energía vital, hasta a la más
prevenida.
Sin ir muy lejos, la personalidad psicopática del psiquiatra Edmundo
Chirinos, -hoy pagando condena-, es un buen ejemplo; quien fue hasta Rector de nuestra
Máxima Casa de Estudios, la Universidad Central de Venezuela, y que sin contar
con los atributos físicos que modelan el atractivo masculino en nuestra
sociedad, logró engatusar a quienes le rodeaban en el ámbito académico,
profesional y personal, para terminar un día como asesino de una paciente, lo
cual removió a muchas otras víctimas que estaban en silencio y a recordar
eventos extraños en las personas que lo frecuentaban. Posterior a su arresto,
un rasgo de mitomanía lo acompañaba, lo cual revelaba su enorme narcisismo, al
creer que estaba en control de seguir engañando con su palabra.
En la literatura es frecuente encontrar estos galanes que asaltaban
la honra de jóvenes doncellas y cuando alcanzaban su propósito, huían sin el
menor escrúpulo. En la obra “El Hombre de hierro”, el escritor venezolano
Rufino Blanco Fombona (1874-1944), dibuja este personaje, en el hombre con
quien María traiciona a su esposo Crispín. En la televisión, O Globo nos
deleitó con la teleserie: “El primo Basilio”, de la obra del mismo nombre del
escritor portugués José María Eça de Queirós (1845-1900), en la cual cuenta
como el primo genera un caos al abandonar a su prima Luisa, víctima de un
chantaje por parte de su empleada, la cual se entera de la relación adúltera de
Luisa con su primo.
Lo curioso de
estas historias donjuanescas es que estos comportamientos han sido comprendidos como un rasgo del fenómeno machista, de la tradicional ventaja que han tenido los
hombres sobre las mujeres, y que hoy a la luz del conocimiento de este estado
psicológico, podemos comprender mejor, como una expresión de psicopatía de
estos irresistibles personajes.
Recuerdo las arengas de mi padre, en mi adolescencia, advirtiéndonos acerca de esta dañina figura,
que se presentaba en las fiestas y enamoraba con su presencia arrolladora a las
jóvenes, que quedaban prendadas y capaces de dar su vida por un amor que sólo
ellas sentían y que les costaba el dolor de la decepción y la humillación de
ser burladas en su más profundo sentimiento. Mi padre los describía como entidades
demoníacas que podían ser detectadas por un reflejo luminoso que les salía
debajo de la bota del pantalón, -lo cual sugería la punta de la cola del innombrado-, pero que casi nadie lo percibía. No pocas
tuvieron que pagar su debilidad con la desgracia del deshonor, el abandono y el
engaño, incluso avanzar una vida con el viento en contra que significaba ser
madres solteras en una sociedad tradicional, presionada por fuertes valores
religiosos.
Hay algunos especialistas que piensan que esta condición se desarrolla en
la infancia, pero lo que podríamos reconocer en este caso es que al ser un
trastorno de la personalidad, el ambiente familiar puede suavizar o exacerbar
esta condición innata.
La mayoría de los especialistas argumentan que nacen así, incluso hay
referencias de madres atormentadas por psicópatas desde que los tenían en el
vientre; lo que sí es un consenso es que no es una condición que pueda remitir,
no tiene cura, porque ellos mismos no presentan dolencias de ningún tipo, son
las demás personas, las que sufren sus agresiones.
Aún cuando desarrollen su acción destructiva, pueden pasar inadvertidos
porque poseen la cualidad de fingir y funcionar dentro de los cánones del
comportamiento social. Ejercen influencia sobre la opinión general,
especialmente porque sus discursos se pueden camuflar con el tipo de valores
culturales de la sociedad occidental, donde la competitividad y el éxito
material son apreciados, o por los valores dominantes de los regímenes
totalitarios de la sociedad oriental.
Lo interesante de esto es que hemos podido verificar que hay personas que
aún cuando no sean psicópatas en el sentido estricto, -para lo cual deben
cumplir con un mínimo de características-, suelen tener algunos de sus rasgos, ser
fríos, desapegados y sorprendentemente indiferentes ante ciertas circunstancias;
de allí que sea preferible hablar de Personalidad psicopática, como ya señalé
anteriormente. En ocasiones me sentía en desventaja ante este tipo de personas,
a quienes les importaba un bledo una separación, un accidente o una desgracia.
Sabiendo que son seres incapaces de sentir empatía, hemos de suponer que
tampoco comparten la alegría, el amor, ni la felicidad, con lo cual concluyo
que los psicópatas son los que están en desventaja. Vivir las emociones
socialmente y lo que ellas nos proporcionan en crecimiento espiritual y
conexión con los demás, es un tesoro invaluable.
Es muy basta la diversidad de escenarios que pueden explotar estos
personajes, inclinados hacia el mal, causan muchos estragos especialmente en el
ámbito político, dictaduras, totalitarismos, corrupción; todos hemos visto ese
tipo de comportamiento en las alturas del poder. También se los encuentra entre
líderes de sectas, que manejan masas de fanáticos.
Se cuentan historias sobre casos que se manifiestan desde la niñez, una
mala semilla que se inicia precozmente y que van ensayando con torturas a
animales, daños a personas, enmascarados en dulces caritas infantiles, o por el
contrario, con terribles expresiones faciales del mal. Tuve la oportunidad de
ver un programa de canal privado, donde presentaron casos de niños que
aterrorizaban a sus madres, en el cual se presentó un niño de doce años, cuya
expresión facial era de terror y cuya madre presentaba los estragos de una
extrema victimización, casi en estado de postración, agotada de la vida que su
hijo le ocasionaba, incluso relataba las insoportables patadas que le daba
cuando lo tenía en el vientre, y la manera como le destrozó los pezones cuando
lo amamantaba; pedía por favor al Estado, que se hiciera cargo de él porque
ya no podía soportarlo.
Lo complicado de esta situación es que, aún en presencia de una personalidad psicopática, es prudente evitar diagnosticar
esta condición en niños, ya que aún no han desarrollado su personalidad
completamente. Sin embargo, estimo que dado el alto porcentaje que alcanzan, deben haber muchos en los episodios que últimamente han tenido un alarmante crecimiento, como es el Bullying, o acoso escolar, y en los acosos perpetrados por Internet.
El cine nos ha presentado buenas producciones al respecto; “Tenemos que
hablar de Kevin”, dirigida por Lynne Ramsay, nos presenta un niño que desde
bebé mostraba extraños comportamientos hacia la madre, el cual crece ante el
desconcierto de su progenitora y la ceguera del padre, hasta que pocos meses
antes de cumplir mayoría de edad, asesina a su padre, hermanita y varios
compañeros de estudio. Al final, la madre le pregunta porqué lo hizo, y su
respuesta desconcertante fue: “No lo sé”.
En perspectiva, cuando no llegan al asesinato, no tienen razones personales
para causar daño a los demás, sólo sienten el deseo y lo cumplen, siempre
motivados por el deseo de alcanzar beneficios materiales, o simplemente para ejercer
su narcisismo, para lo cual se esconden en situaciones donde es difícil
alcanzarlos, el Don Juan desaparece, el estafador huye, el mentiroso engaña de
nuevo; muy buenos para dejar a los demás en la estacada, con el argumento: “no
le puse un arma en la cabeza”.
Detectar estas personalidades, es un asunto de seguridad personal, tener
conocimiento acerca de la diversidad de expresiones de la psiquis, y como una
personalidad psicopática se puede colar entre la gente sensible, nos plantea
mínimas prevenciones, especialmente porque en general, las personas parecen
sentirse atraídas por la sensualidad de lo oscuro, lo riesgoso, lo emocionante,
por lo encantador, lo cual nos hace vulnerables, y para realizar el papel de
victimario el psicópata está a la orden del día.
Como contraparte de este tema, es pertinente señalar que todas las
personas padecemos de alguna patología, y la victimización es bastante común, especialmente
entre las mujeres, situación que parece servida en bandeja de plata para estos
depredadores. Ayer precisamente veía un film ambientado en un pueblito español
de 1957, donde se presentaba un diálogo muy revelador:
Él, un tímido maestro de pueblo: "Soy un
hombre sin atractivo para las mujeres, siempre he pasado desapercibido, no
tengo la capacidad ni la experiencia mundana para galantear".
Ella, una bella mujer de mundo, lo toma por las manos: "No digas
eso, tu tienes más valores que cualquiera, tu eres un hombre bueno".
Él, desconsolado: "A las mujeres no les gustan los hombres
buenos".
Quedé impactada, porque un día mi madre me dijo exactamente lo mismo. Al
parecer nos atraen situaciones excitantes, peligrosas, imaginativas, figuras
que ofrezcan novedades, y un hombre bueno, no parece ser la fuente de tales
ideales, o de tales ilusiones.
El autoconocimiento, la terapia deliberada, y la búsqueda de sanación
emocional, nos puede ayudar a alimentar nuestras fortalezas, y a paliar nuestra
baja autoestima y sentido de víctima, para no ser tan fácil presa de estos carismáticos,
o al menos a detectar sus rasgos y no darlos por simples defectos que debemos
tolerar; es imprescindible que sepamos identificar estos detalles de
personalidad, que no sólo pueden esconder una psicopatía, sino enfermedades
mentales y psicosis, -de estos dos últimos temas hablaremos en otra ocasión.
Con esto quisiera dejar en el lector un alerta, una reflexión, sobre un
comportamiento que quizás vemos a diario y que debido a su familiaridad,
podemos calificar como adversidades de la vida, cuando realmente son expresiones
que nos ponen en riesgo sin necesidad.
Yo me pregunto, ya que la personalidad psicopática no tiene cura, ¿qué
tal sería la vida de un Don Juan, si las mujeres no se sintieran atraídas por
su perverso encanto?, ¿qué sucedería si no nos dejáramos llevar por la ilusión y
la avaricia, cuando un estafador se nos acerca?, como este trastorno no es
curable, al menos la sociedad víctima puede que sí.
Este análisis me deja muchas interrogantes, y me hago otra pregunta:
¿será que algún día, este hecho psicológico podrá ser desentrañado, junto con
tantos otros temas que hablan tan mal de la especie humana, y con ello poder
alcanzar un mundo mejor, el mundo que han soñado los poetas y los hombres
justos de la historia?. Un mundo mejor, anhelo que no se ha podido concretar a
través de las ideologías, porque éstas nunca buscaron en el ser, sino en el
ejercicio del poder, donde los psicópatas y delincuentes nadan como paz en el
agua.
Hay quien afirma que los psicópatas son
seres sin alma, meros carapachos orgánicos… Esto me lleva a preguntarme si
realmente, ¿todos los seres que habitan el planeta y que percibimos como
humanos, lo son?, o, ¿será que somos una diversidad de modelos orgánicos con
apariencia humana, que nos debatimos en un escenario de causa-efecto, que
favorece el crecimiento espiritual, a través del dolor y hasta del sufrimiento,
que provocamos y nos ocasionan?…Pero éste, es tema para otro post.