sábado, 26 de junio de 2010

UNAS PALABRITAS MAS


He querido titular este post con un sustantivo en diminutivo, por la importancia de lo pequeño, para resaltar la gran profundidad que contienen los textos de los que haré referencia. Fueron cosas obtenidas de aquí y de allá, de tantos que recibo por Internet, con una sabiduría muy alentadora.

Creo que casi todas las personas que tienen el hábito de leer, al menos los videos que circulan por los correos electrónicos, están familiarizados con la expresión amor incondicional. Esta expresión fue reconocida en el pasado como el amor maternal, y se percibía como un amor abnegado, el único, el de la madre.

Nadie cuestionaba que las madres tenían esa vocación de entregarse a los hijos incondicionalmente, incluso se lo creía un instinto  y era algo que se exaltaba como valor.  Sorprendentemente, en lo que ha sido en los últimos quince a dieciocho años, el amor incondicional ha venido a tener popularidad como una práctica o como terapia.

Nuestra necesidad más notable es el amor, un bebé se nutre de leche y de amor, si este último falta en extremo, de inmediato se podrá observar en el niño, pero si es deficiente o de mala calidad, dejarán en el inconciente del niño una marca que sólo puede ser percibida por los expertos; la gente común no aprecia las sutilezas que un niño o un adulto presenta en su comportamiento, y con mucha ignorancia se atribuye a cualquier anomalía, al carácter o a la mala voluntad de la persona.
 
Tenemos un archivo mental lleno de justificaciones para juzgar el comportamiento ajeno, tirando culpas y librándonos de ellas, sin observar en profundidad, que además de la voluntad, hay espectos profundos que determinan la manera como la gente se relaciona con el otro.

Las figuras que representan en nuestra psiquis a los dos opuestos, masculino y femenino, y que son los arquetipos básicos,  son papá y mamá. Los componentes afectivos y las condiciones  familiares son el equipaje para emprender el viaje de las relaciones sociales, y si nuestra nutrición afectiva inicial no fue suficientemente rica, seguimos buscando en los demás el amor no recibido, cojeando con las marcas del ayer.

Sin saberlo, seguimos sufriendo y poniendo en la pareja, los hijos, la profesión, la causa de nuestras desdichas, cuando en realidad la herida se produjo en los primeros tiempos de vida con papá y mamá. 


Ahora estamos oyendo que el amor incondicional es una herramienta que podemos desarrollar en nuestro interior, para obsequiárnoslo a nosotros mismos. Que es una estrategia válida para vincularnos con niveles más elevados de conciencia.  Suena bien y se realiza haciéndolo. Así como esta bella  y exclusiva flor nocturna da su aroma y su belleza y nos conecta con la trascendencia de la vida, con el amor verdadero.

martes, 22 de junio de 2010

LA LIBERTAD, PARTE II

Como ya hemos visto, la libertad en este mundo de humanos depredadores de humanos, viene a ser una conquista, un derecho que se logra, que se adquiere y que por ello también se puede perder.

Hay muchas maneras de definir esta libertad adquirida, la más generalizada es la capacidad o la condición que tiene una persona para realizar cualquier cosa que desee, por supuesto bajo ciertos controles de respeto al derecho ajeno. 

Como todo en este mundo, es un concepto que implica límites, ya que en definitiva se trata de un acuerdo social que  hace énfasis en una posibilidad, en la apertura hacia la creatividad.

Hemos de saber que como toda concepción humana, posee un aspecto luminoso y otro oscuro, y para mantenerse en el primero es necesario el equilibrio de las emociones, aspiraciones, y toda manifestación ansiosa. Cuando se traspasan los límites se  manifesta su lado oscuro, el libertinaje que a la vez conducirá a su opuesto, la reacción dictatorial o represiva, la pérdida de libertad.

Es un círculo vicioso,  que funciona a través de un ciclo patológico, que insiste en repetirse. 

Cuando la libertad está madura se convierte en Autonomía, una concepción más elaborada del proceder humano en libertad, ya que ésta incorpora los compromisos y las consecuencias del hacer.

La lucha por la libertad ha desarrollado aspectos puntuales, como la libertad de expresión, libertad de cultos, libertad condicional, libertad sexual, libertad de tránsito, libertad de organización, libertad económica y muchas más, cada una de las cuales adquiere un cuerpo de argumentaciones, se apoya en acuerdos institucionales y requieren un celo permanente.

Nuestra mayor riqueza será la Libertad Interior, cuando no estamos sometidos a ataduras del pasado, tanto a remordimientos, rencores, recuerdos desagradables, diálogos mentales insistentes llenos de rabia, miedo o tristeza, como a apegos melancólicos y remembranzas de tiempos mejores. Porque no hay mayor libertad que estar libres de nosotros mismos.
 

LA LIBERTAD, PARTE I

Hablar de libertad es hablar de un tema ancestral y moderno,  siempre ha estado presente en la vida humana.  Estimo que hay que apreciarlo en dos dimensiones o contextos distintos:

En primer lugar, puedo imaginar la libertad como un estado del ser, donde no existe ninguna necesidad. Según esto, la libertad no sería una condición del mundo terrenal, porque como seres vivientes somos un mundo de necesidades físicas, emocionales y sociales. 

Si no tuviéramos necesidades seríamos libres, no tendríamos la  urgencia de defender las cosas y los valores que nos pertenecen. 

La necesidad creó la propiedad. Desde el mismo momento en que nuestros remotos ancestros tomaron una fruta para alimentarse, apareció lo mío o lo nuestro, el derecho a la tierra  de los que la habitaban, apareció la propiedad unida al territorio.  

Además, somos dependientes natos, dependemos de los demás al inicio de nuestras vidas, y luego dependemos de las relaciones que establecemos con ellos, por muy sanas que éstas sean.

Esto nos lleva a considerar que la libertad es una construcción o idea que expresamos como consecuencia de un reflejo interno; para efectos de comprensión, vamos a decir que es una concepción que ya tenemos en el alma.

En segundo lugar, vamos a revisar la libertad en el contexto terrenal, donde aún teniendo como impronta una serie de necesidades, ha sido una de las banderas que se han enarbolado desde los tiempos más remotos hasta hoy, particularmente para referirnos a la independencia política.

Los seres humanos hemos inventado la política, como un modelo de organización social, para dar respuesta a las necesidades colectivas. En el pasado le dimos carácter divino a las personas que llamamos reyes para justificar el poder que le otorgamos. Nos convertimos en subditos para dejar en manos de ellos en orden y la administración pública.

Este orden también involucraba el orden económico y de allí se ha tejido toda la malla social hasta hoy. La guerra ha sido el modo como hemos defendido la libertad del grupo,  es decir, la manera como deseamos vivir, especialmente independientes de los extraños, de los extranjeros.

Lo paradójico es que esa necesidad de protección hacia el de afuera, se ha visto localizada dentro, porque tanto los reyes de antaño como los de hoy se han convertido en nuestros mutiladores de libertad, al convertirse en depredadores internos.

En estos casos, la libertad pasa a ser entonces la primera necesidad del colectivo, lo cual casi siempre se paga con sangre.

En el contexto familiar, personal o íntimo también se expresa la libertad o su defecto, y dependiendo de la forma como nos relacionamos con los más allegados, tendremos más o menos capacidad para ejercerla. 

La peor de las condiciones, es tener nuestra mente encadenada, porque a cualquiera le damos el mando, una mente fanática por ejemplo, necesita un amo, una mente víctima necesita un victimario; en cambio una mente conectada trascendentalmente no la aprisiona nada, así nos lo han mostrado muchos héroes. 

La libertad más auténtica que podemos tener, es no temer nada, es la verdadera fe, la certeza de una poderosa conexión espiritual, por ello cuando pienso en libertad pienso en Jesús.