Se dice, y no lo puedo objetar, que la historia la escriben los vencedores, y eso quiere decir que de ella sólo tenemos una visión parcializada de lo que pasó; sin embargo, esto no significa que somos tan ingenuos como para modelar una referencia sin ninguna crítica. No creo en la inocencia absoluta de la gente, al menos hay aunque sea una minoría, que sabe ver y analizar lo que le cuentan. Afortunadamente la historia ya no es asunto de cronistas aficionados, sino de especialistas en reconstruirla, historiadores, metodólogos de la historia.
Aprendimos en la escuela que España era nuestra Madre Patria, he de suponer entonces que América es nuestro Padre, porque esas dos culturas se unieron y dieron lugar a lo que somos hoy, con el ingrediente picantoso de la cultura africana, que no decidió incorporarse sino que fue traído por la fuerza. Al menos en Venezuela estas tres culturas, se mezclaron y dieron origen a un nuevo personaje, lleno de inspiración y contradicciones.
La llegada de los españoles a estas tierras de habitantes tropicales, vestidos como se los exigía el clima y adornados como se lo prescribían sus creencias, fue el resultado del espíritu de expansión de los europeos, quienes pretendían ir a la India. Cuenta la historia, que por cosas del azar vinieron a recalar a nuestras playas, pero como yo no creo en la casualidad, y menos en una empresa como aquella, supongo que todavía hay cosas por descubrir en ese misterioso viaje de Colón.
Ya somos mestizos, incluso en sus inicios los cronistas y estudiosos de aquel comportamiento, realizaban tipologías al observar muy de cerca las uniones sexuales, a fin de determinar hasta qué punto la sangre pura de los españoles se había contaminado. Pero resulta que a esos españoles que se mezclaron no les importó nada su pureza y copularon a más no poder con negras e indias, muchas de las veces a la fuerza y otras, tal vez con mujeres encantadas con aquellos ojos de cielo que nunca habían visto.
Para identificarnos inequívocamente, y, por obra y gracia del francés Michel Chevalier, desde 1836 somos latinoamericanos. Esta denominación puede ser muy gráfica para describir nuestra composición, sin embargo, dado el devenir socioeconómico de nuestra región, saqueada por demás, lo latinoamericano está cargado de connotaciones peyorativas.
El saqueo es el factor común de nuestra historia, fue el punto de partida de nuestra cultura. Lo que fue América, -llamada así en honor al navegante italiano Américo Vespucio-, antes de la invasión europea y en lo que se convirtió, tiene una impresión bastante contrastante.
Sin ánimo de profundizar, los habitantes de estas tierras practicaban -sin lugar a dudas- una forma de vida ecológica, lo cual impregnaba lo cotidiano y lo trascendental, aunque ésto no fuese un comportamiento consciente, estudiado... ¿O, tal vez sí...? Hoy estamos descubriendo facetas ocultas de las culturas prehispánicas.
La invasión de los europeos produjo un cambio radical, sin contar los cambios religiosos y culturales en general, el saqueo se convirtió en una forma directa o velada de administrar las riquezas, y de relacionarse socialmente. El mestizo ya no tenía un sentido de identidad con la naturaleza y sus recursos, sino que estos fueron percibidos como objetos que debían tomarse por la fuerza como lo habían hecho los poderosos invasores europeos.
Hasta hoy el saqueo es, en más o en menos medida, la marca de la manera de administrar la vida pública latinoamericana; ahora la llamamos corrupción administrativa, pero es saqueo. En la sangre, en el hábito, o en la mente quedó el asalto del cual fue víctima la cultura autóctona de este continente, como un modelo para enriquecerse en lo personal o partidista, se perdió el sentido de pertenencia e identidad con lo propio, se quebró una cosmovisión natural.
Impresiona la marca que puede dejar en las víctimas las acciones de los victimarios. La fuerza de la dominación establece una visión inequívoca de que la vida es sólo eso, que sólo hay un opresor y un oprimido y como nadie quiere estar en el segundo lugar, éste último desarrolla el deseo de estar en las condiciones de opresor, es decir, en el papel del saqueador, y lo emula, lo imita.
Con esto sólo estoy poniendo la lupa en el lado más oscuro de nuestra cultura, lo que significa que tenemos un antagonismo interno que mantiene a la mayoría de la sociedad latinoamericana en la carencia, en el subdesarrollo.
Los pueblos que poseen una identidad fundamentada en el trabajo, el desarrollo y la prosperidad alcanzada con la participación de todos, para lo cual establecen maneras específicas de organizarse, han logrado florecer y mantenerse, porque han podido establecer una cosmovisión capaz de promover las capacidades colectivas e individuales.
La consolidación de reinados logrados por la invasión abierta, es cosa del pasado, pero nos dejó la herencia nefasta del asalto, ahora adaptado a los nuevos tiempos y métodos, pero realizado por los mismos latinoamericanos.
Muchos estudios sobre el tema latinoamericano han colocado afuera la responsabilidad de nuestra historia, no olvidamos al invasor, siempre estamos viendo en el Imperio extranjero la fuente de nuestras desgracias, aún no hemos aprendido que nuestro destino nos pertenece. El concepto de estructura social nos ha paralizado, o en el peor de los casos, nos ha dado una cohorte de administradores cuyo verdadero motivo para tener acceso al poder, es el saqueo. Sigue siendo lo mismo, un asalto a mano poderosa, emulación del invasor español.
Nuestra historia colectiva es el discurrir de una vida modelada por la oportunidad de tener acceso a las riquezas, sólo que con variados actores, aunque latinoamericanos todos.
continúa...