martes, 2 de julio de 2013

LA MALDAD, EN RETROSPECTIVA



La maldad es un asunto del que todas las personas tienen experiencia, aunque no lo sepamos definir; al parecer la primera aproximación al tema se hizo a través de los enfoques religiosos, y la moral de los pueblos, impuesta por quienes detentaban el poder.

Cuando niña percibí que habían personas malas y personas buenas, y la concepción que aprendí de tales comportamientos, era de una profunda conciencia de los buenos, y una inadecuada índole de los malvados; como si se tratara de un asunto volitivo, asumía en los malos un problema de decisión personal, de hacer daño a los demás, con o sin logro de beneficios, y en este caso, percibía que la envidia era una de la motivaciones más poderosas. Ello condujo a mis padres a mantener una disciplina muy rigurosa en nuestro sistema de vida familiar, donde nuestro hogar era casi impenetrable, una barrera infranqueable nos separaba del vecindario, una barrera marcada por un modo de relaciones cortés pero distante, solidario pero inconmovible.

El mundo de afuera era extraño, peligroso e inseguro, sólo tocado por las actividades laborales de mis padres, mis estudios y la relaciones estrechas con personas de absoluta confianza. Mi padre, hijo menor, con seis hermanos, y con duras experiencias familiares, conoció en su seno esa indeseable naturaleza, lo cual lo hizo emigrar de su pueblo, alejarse de la influencia local y convertirse en un extremo controlador de nuestra formación moral; mi madre, habiendo sabido que entre la cara y el corazón hay una diferencia crucial, fue muy celosa de nuestra seguridad y formación ética.

Gracias a ese cerco materno-paternal, estuve fuera del alcance de episodios traumáticos, que más tarde constaté le ocurrieron a otras niñas de mi generación y vecindario, quienes vivían bajo un concepto familiar ampliado, donde las casas mantenían sus puertas abiertas todo el día, manteniendo un continuum entre la calle y el hogar, donde el mundo social invadía los espacios privados.

En aquellos años cincuenta, cuando en la Radio predominaba la música romántica, con un fuerte contenido pasional, con letras que marcaban una época de gran sufrimiento por el deseo frustrado de sentirse amado, y cuando el rechazo era descrito como simple maldad, la familia constituía el único canalizador de capacidades ante la sociedad.

El mundo de las personas estaba centrado en encontrar el amor, por ello, los amores contrariados, las traiciones y abandonos en las relaciones de pareja, marcaban un ámbito de peligro para quien se aproximaba a la adultez, sobraban las advertencias sobre los “hombres malos” y las “mujeres perdidas”, era un fenómeno viral en aquellos tiempos, como hoy lo es el acoso por Internet. La sociedad rural de aquellos años predominaba en sus esencias machista, religiosa y moral.

Las canciones eran un medio para expresar esos dolores, esas tragedias, y servían de lección a la población joven, siempre en peligro de encontrarse con algún(a) depredador(a). Genaro Salinas nos canta:
TRAICIONERA

Ay, tienes alma de quimera
Lo que más me desespera
es saber que no me quieres
y me dejas que te quiera

Ay, eres mala y traicionera
Tienes corazón de piedra
porque sabes que me muero
y me dejas que me muera

Me miras y tu mirada
se mete dentro, dentro del alma
Te miro, y en mi mirada
te está implorando mi corazón


No cabe duda que este texto está describiendo a una psicópata, un ser que saca provecho del otro, o disfruta de su sufrimiento sin sentir la más mínima afección; pero en aquellos tiempos, era percibida como una persona mala, con corazón de piedra. Se creía que eran seres demoníacos, capaces de los daños más crueles que se puedan hacer en el ámbito afectivo, moral y material.

Hoy pensamos igual, porque independientemente de que el mal provenga de una entidad externa, o que sea parte de la naturaleza humana, funciona con una fuerza idéntica, y aunque hay quienes argumentan que el bien y el mal no existen, porque son expresiones relativas, sólo calificadas desde nuestra subjetividad, no cabe duda que es un éxito reconocer el mal extremo que puede causar un psicópata, y en este caso,  más vale que no nos encontremos con ellos. Por otra parte, la fuerte teoría de la existencia de intra y extraterrestres, hace que nuestras convicciones lógicas se debiliten, especialmente porque no hemos de confiar sólo en lo que percibe nuestro limitado sentido de la vista… Nunca se sabe.  

El dolor por la separación amorosa sigue siendo fuente de inspiración musical, porque el ser humano sigue sintiendo profundamente. En esta obra musical, Pearl Jam, nos eriza la piel:


Mi llegada a la universidad marcó un cambio ambiental y cultural, una ampliación de muchos criterios; conocer las bases de la psicología fue de gran asombro, pues el hecho de que cada persona posee en su interior potencialidades de maldad y de bondad, me situó ante un problema muy complejo. Derrumbar la idea de que el mal emergía de entidades demoníacas y que el bien procedía de seres angélicos, me dio una gran claridad, pero a su vez me puso de frente a una situación más aguda, con el cual nos debatimos toda la vida, las relaciones humanas. Asumir que la psiquis es un mundo de contenidos aún no bien determinado, porque incluso hoy, sus contenidos están oscuros, dio al traste con el carácter sobrenatural que había asumido. Inocente de mí, habían muchos argumentos que me explicaban el delito, tanto desde la sociología como de la psicología.

Hoy, con una perspectiva aún más amplia, hemos sabido que la maleficencia y la beneficencia forman parte de un entramado psíquico, psicológico, orgánico, social y espiritual, que nos ayuda a superarnos, a crecer; sin embrago, en el mal hay extremos indeseables que nos hacen palidecer, el horror de la guerra y de los más atroces delitos contra la vida y su dignidad, causados por personalidades dañinas.

Sobre este tema, hemos tenido los aportes del pensamiento oriental; en una serie brasileña sobre la cultura hindú, uno de los personajes protagónicos le dice a su hijo:

“El mal y el bien deben estar siempre juntos, para que el hombre pueda escoger, y el campo de batalla donde luchan el bien y el mal es en la mente humana”. Shankar   

Del enfoque maniqueo a la verdad, aunque con la idea cierta de que la conciencia o capacidad de reflexión humana hace la diferencia entre esos dos extremos; estar, sentir, y vivir en este mundo nos reta a protagonizar nuestra lucha interna y relacionarnos a su vez, con la lucha que hacen los demás.

En el ámbito colectivo, el uso de la fuerza física y el poderío armamentista, fueron las ventajas que tenían las fuerzas dominantes del pasado. Hoy, radica en el dominio de la tecnología y la inteligencia estratégica en lo político y económico, amparado en el anonimato más férreo, aunque se les vean las caras; nadie conoce exactamente los proyectos, alianzas y negociaciones de los poderosos para sacar provecho de la sociedad, aunque de vez en cuando tengamos noticia de ello.

En el ámbito personal, la sociedad occidental era dominada en el pasado por el discurso religioso y moral, centrado en la familia y en el ejercicio del poder. Hoy, la persona ha asumido la razón y el pragmatismo en las relaciones humanas, con un alarmante incremento del maltrato doméstico, que al parecer está repuntando delitos que han puesto en picada el papel rector de la familia contemporánea, bastante herida ya por la post modernidad.

Al parecer, está despuntando una especie de estilo de vida individual, más auto-determinado, que rebasa los límites del grupo de pertenencia consanguíneo, para alcanzar vínculos globales. Entre otras manifestaciones, esta tendencia la está marcando el enfoque ecológico de muchas organizaciones independientes, y el inminente crecimiento de planteamientos filosóficos centrados en la conciencia. Se están desmantelando tabúes del pasado, con el apareamiento devastador del uso irrestricto de nuevas tecnologías de información y comunicación, es decir, hay una tendencia renovadora en medio del caos, lo cual sugiere una polarización de la población.

Si antes habían víctimas y victimarios, malos y buenos, ahora tendemos a ser personas conscientes o inconscientes, informados o desinformados, responsables o irresponsables, otras categorías que incluyen la capacidad autocrítica. 

Si antes las relaciones humanas eran fuente de dolor o felicidad, atadas a las relaciones interpersonales cara a cara, hoy las personas están carentes de un vínculo profundo con el otro, hay al parecer un vuelco hacia sí mismo, en medio de un sin fin de estímulos provenientes de océanos de información, que apenas se pueden asimilar. Ello ha dado paso a sentimientos de soledad, depresión y crecientes anomalías emocionales y corporales, propias de estos tiempos, lo cual está reclamando un reenfoque: que la lucha que se da en la mente entre el bien y el mal sea atendida por nosotros, que sea de nuestro cuidado, para detentar un empoderamiento de la conciencia trascendente del ser. Así lo veo yo.