sábado, 19 de junio de 2010

BULLYING, ABUSO ESCOLAR


Aunque ya he tratado este tema anteriormente, me parece pertinente insistir en él, ya que vuelve a aparecer en las noticias cibernéticas. El abuso escolar, padecido por alumnos en manos de sus compañeros, es un fenómeno que está causando estragos en la sociedad actual, aunque sea padecido en silencio.

Tal parece que hay un código secreto que obliga a  quienes lo padecen a quedarse callados; el asunto es que las víctimas cargan en silencio con estas ofensas, las cuales los marcan para el resto de sus vidas, y les crea un fuerte sentimiento de baja autoestima y  minusvalía emocional. 

Yo fuí víctima de abuso escolar, cuando tenía siete años me cambiaron de un colegio privado a un plantel público, donde reinaba el desorden, y no quiero decir que por ser público sea malo, sino que en aquel caso era pésimo.

Todos mis compañeros tenían hasta cinco y seis años mayor que yo, y como yo venía de una familia con disciplina y era pacífica, los varones tomaban mis útiles y jugaban la pelota.

Una energúmena caballona que medía como veinte centímetros más que yo, me hería y acediaba de todas las maneras, un día me clavó un lápiz en la mano y llegué a casa devastada.  Mi madre con mucha ira, me dijo que la proxima vez que llegara así, era ella quien me castigaría, que tenía que defenderme. Ella había ido al plantel varias veces a hacer sus reclamos sin  éxito. Eran tiempos de dictadura en mi país, había una agresividad manifiesta en unos y reprimida en otros.

Al día siguiente sacando fuerzas de mi incapacidad y de mi miedo, hice lo que mi madre me instruyó, estando sentada la energúmena, de espalda la tomé por el cabello y la halé hacia atrás, hasta dejarla caer al piso, al tiempo que le decía que eso era para que me respetara. Nunca más se atrevió a molestarme. Nadie se dio cuenta, lo hice en el receso, era un caos esa escuela. Ese día comprendí que tienes que sacar las uñas cuando no hay ley que ponga el orden.

He leído exposiciones de padres que fueron víctimas de este mal,  quienes equivocadamente asumen que prefieren ser comidos por tiburones que ser ellos los tiburones, y me sorprende el nivel de afección que poseen, porque no se trata de comer o ser comido, ese no es el dilema. 

La vida humana no puede ser concebida como una cadena alimenticia entre nosotros, y menos aceptar que siendo niños debemos aguantar a quienes, por sus bajos instintos, nos sometan a torturas e injusticias. Somos seres humanos, o al menos pretendemos serlo, el canibalismo no puede ser aceptado como una forma de relacionarnos.

Defenderse no es ser un tiburón, defenderse es un derecho moral, espiritual, legal, y humano. Este fenómeno delictivo  hay que ponerle atención,  la sociedad debe avanzar hacia la comprensión y el respeto. 

Por saber esto, siempre estuve pendiente de captar algún abuso en el ambiente escolar de mis hijos, afortunadamente ellos estuvieron libres de esa situación.

Gracias a mi madre superé en el acto esta sensación de minusvalía, porque si no, el impacto emocional que significa la impotencia lo hubiera cargado toda la vida. Yo crecí sabiendo que debo respetar, especialmente a quienes por alguna razón son diferentes, a lo que los grupos o bravucones aceptan.

El abuso es delincuencia, aunque sea un niño quien lo cometa, y atendiendo a esas dos condiciones, debe ser tratado. La sociedad está en el deber de asumirse  como conglomerado en convivencia y la Escuela no puede seguir pasando desapercibido este tipo de fenómeno dentro de sus recintos, aunque su origen se encuentre en la familia enferma, la cual extiende sus tentáculos hacia afuera, a través de sus miembros más jóvenes. 

martes, 15 de junio de 2010

¿DÓNDE ESTÁ MI OTRA MITAD?


No pocas veces nos encontramos de frente a esta inquietud, una interrogante muy pertinente, porque desde que nacimos fuimos construidos de tal manera que el amor, el afecto, es nuestra  necesidad primaria, y como hemos dicho ya, la impronta que da la manera como nos relacionamos con nuestros padres, servirá para  catapultarnos hacia el amor,  o por el contrario, para perder el camino que nos conduciría oportunamente a la plenitud del amor.

Esta sentida separación del otro, ha sido definida o descrita en los últimos tiempos, como un estado de soledad aparente; según este precepto, llevamos en sí mismos la esencia de nuestro contrario, en el mundo psíquico las mujeres poseemos un animus, es decir, nuestro masculino y los hombres poseen un anima o figura femenina, que le son propias.

Aún así, el misterio no se disipa, la complementaridad de hombre-mujer es un hecho interpretado de mil maneras y aún así, no logramos dar con explicaciones certeras o contundentes. 

De los escritos casi olvidados, quizás por haber sido leídos superficialmente en nuestra juventud, me llegan Los Diálogos de Platón, particularmente El Banquete, en el cual se hace una referencia a que Zeus no soportaba la prepotencia de un ser humano completo, andrógino, circular, a quien cedó para dividirlo en dos porciones, varón y hembra, con la amenaza de volverlo a dividir y convertirlo en un incapacitado, en un cojo.  

Platón toma de muchos mitos  esta idea de un ser andrógino, incluso la Biblia narra a su manera que Eva salió de Adán,  lo cual podría entenderse como que antes de tal operación, Adán y Eva eran un solo ser; y el Bereshit rabba dice que Adán y Eva eran uno solo, pegados de espalda y unidos por los hombros y que Dios los separó de un hachazo, para dar como consecuencia dos seres diferenciados. 

Son muchas las referencias antiguas que hacen alusión a esta primitiva condición humana. Tal vez en este origen está la explicación de nuestros vacíos existenciales, y en general de nuestros sin sentido.