jueves, 17 de diciembre de 2020

EL EGO

Muchas versiones espiritualistas definen al ego como el villano de la existencia, se le acusa de ser una máscara que oculta sus intenciones, que es nada confiable, que engaña a la misma persona cuando le desarrolla el narcisismo, que engaña a todos, que se muestra de una manera ocultando sus reales intenciones.
Pero el asunto es que es verdad, el Yo o Ego es una máscara que se va construyendo en sociedad, cuando el niño se entera de su nombre, y sabe que él es él y no es el otro. Cuando logra diferenciarse de su madre, porque antes se sentía que él y su madre eran uno. Inicia su proceso de individuación, un fenómeno complejo que se establece en las relaciones con los demás, y que integra las fortalezas del propio ser para expresar su desarrollo integral como ser independiente.
Este proceso es eminentemente necesario para relacionarse socialmente, porque el reconocimiento del sí mismo, no sólo ubica a cada quien en su ser, sino que centra todo lo relacionado con las responsabilidades, los valores, las creencias, las obligaciones, los derechos, y todo lo relacionado con las normas sociales, las leyes, y es el ego quien fundamenta los criterios de propiedad, de privacidad, de límites con respecto a los demás.
Por eso el más extremo deseo de liberarse del ego incita a muchos a convertirse en ermitaños, cosa casi inútil porque es en la relación con los demás como podemos vernos como en espejo, y por ello, cuando más podemos progresar si se analiza y puntualiza el asunto con precisión.
El ego o yo es la persona, y persona significa máscara de actuar, y la personalidad es el personaje que desempeña el papel de la obra teatral humana. Todos los criterios en los cuales se fundamenta el buen hacer, como los criterios para establecer buenas relaciones ciudadanas, buen comportamiento social, en el trabajo, escuela y comunidad está fundamenta en la obra teatral de la vida, los ejecuta el ego. Hay quien viola esos acuerdos, y eso también es de la máscara, puesto que en ella se organizan también los comportamientos antisociales. Por tal motivo el ego es el papel que asumimos para diferenciarnos de los demás y con ello determinar muchas responsabilidades que no se pudieran hacer, si cuando se cometen delitos no existiera una identidad única.
Este proceso es tan organizado y perfecto para el mundo donde vivimos, caracterizado por la individualidad, que ni siquiera los gemelos son seres idénticos, sus huellas digitales, un símbolo de identidad único, son diferentes. Hay grandes egos que promueven la igualdad, la perdida de individualidad, con base en la sumisión política, y lo logran, porque el ego es manipulable, basta saber de sus necesidades, de sus flaquezas y con amenazas incluso veladas, logran moldear la voluntad colectiva.
Actualmente el ego está muy cuestionado, puesto que sobre él se recargan todas las responsabilidades del actuar humano, y porque ante las tendencias de fin de los tiempos, muchas propuestas espirituales han planteado vías para identificar la profundidad de nuestra naturaleza divina, lo cual no es compatible con el ego. No obstante, la espiritualidad deseable también pasó por el ego, porque en él también contienen aspectos superiores. Es el ego quien asume nuevas actitudes, es el ego quien reconoce sus fallos, es el ego quien estudia y se descubre a sí mismo, y da lugar a nuevos estados de conciencia para penetrar en nuevos mundos, pero, mientras vivamos en tercera dimensión, el ego seguirá siendo el actor de las acciones humanas.
Una de las señales de esta conclusión, lo sugiere el encuentro en un joven rico que cumplía con todos los mandamientos, y le pregunta a Jesus cómo encontrar la vida eterna, y Jesus le responde regala tus propiedades y sígueme. ¿Qué significa esto? Lo que Jesus le pidió fue elimina tu ego y sígueme. El ego gesta la identidad personal, y ser rico por su propio esfuerzo es un derecho alcanzado, pero convertirse en pobre para ser eterno ya, no estaba en sus planes y digo ya, porque de todas maneras el destino final del alma es la eternidad, nunca la ha perdido.
¿Por qué poseer riquezas aleja de la vida eterna? Simplemente porque es un valor que sólo aplica a este mundo. Si el joven quería la vida eterna debía despedirse de sus posiciones, no es que tener riquezas sea malo, es que los valores terrenales no encajan en ese otro mundo espiritual, no podía irse al mundo eterno con ellas. Nadie se lleva sus riquezas materiales al otro mundo. El joven rico creyó que tendría que vivir pobre para poder tener eternidad, si Jesus le hubiera dicho "no te preocupes que eres eterno", se va contento, pero Jesus le refirió una condición que todos sabemos, el otro mundo no acepta cosas materiales, así de simple.