Eran tiempos de apertura democrática en Venezuela, había un espíritu de prosperidad y de empuje académico, que arropó a muchos jóvenes que con ilusión nos sentamos en las aulas del Liceo Agustín Codazzi, nuestro amado LAC, donde vivimos 5 años de buena formación y de entusiasmo por la vida.
Las matemáticas eran mi lado débil, por ello ponía empeño en aprender bien, a fin de pasar lisa, era la manera como decíamos cuando aprobábamos todas las materias en julio. Teníamos mecanismos muy exigentes de evaluación, presentábamos tres parciales y un final donde iba toda la materia, y si reprobábamos, teníamos que presentar en septiembre, para lo cual se nos ofrecían cursos privados de muy buena calidad.
En 1960 se estrenó el nuevo edificio del Liceo, en la calle Sucre de Maracay y me tocó en suerte iniciar mi bachillerato en la nueva sede, llegamos a las aulas del Codazzi, con nuestro jumper azul marino con blusa azul claro y el bello sello del liceo, con el orgullo de ser protagonistas de un proceso de crecimiento estudiantil, dirigido y orientado por excelentes profesores, y me tengo que detener aqui, para hablar con alegría y con tristeza de Carlos José García Torres, con su impecable presencia, mi más admirado y apreciado profesor, quien nos daba matemáticas, pero que era un sabio en química y además también músico.
Cuando Carlos García explicaba nada quedaba en duda, especialmente le quitó a mis matemáticas ese halo de terror que siempre me había afectado, porque tenía una forma de comunicar sus conocimientos tan brillante y tan afable, porque era un enamorado de la vida, siempre con una sonrisa y un buen humor que contagiaba.
Mi mayor agradecimiento se lo tengo, cuando tuve que reparar química de tercer año, y sin saber siquiera las valencias ni esos complicados signos, tomé un curso de reparación que dictó en el Colegio Panamericano, el cual me abrió tal mundo de conocimientos que hasta amé la química, porque es muy bella. Creo que el secreto de Carlos García era su fino sentido de la estética en todo.
La verdad sea dicha, es una característica de familia, pues sus hermanas, Yolanda y Pastora, quienes también formaban parte de la planta de profesores del liceo, nos legaron buenos conocimientos y referencias de vida.
Somos muchos sus estudiantes, y que por fortuna para nuestra promoción, pudimos abrazarlo y darle las gracias por todo lo que nos dió, el 17 de julio de 2007, cuando una convocatoria espontánea se convirtió en una fiesta de Reencuentro que nos ha dejado unidos hasta hoy.