Para
los católicos, HONRAR A PADRE Y MADRE es un mandamiento, y su desobediencia es
pecado. No cabe duda que los padres son los pivotes sobre los cuales descansa y
se construye nuestra vida.
Heredamos
no sólo las características biológicas, psíquicas y mentales de nuestros
padres, sino que aprendemos de ellos sus valores, costumbres y nuestras
preferencias y opiniones. Lo realmente relevante es que de esa pareja que nos
creó, recibimos una impronta: absorbemos la energía emocional y mental que
ellos vivían cuando nos concibieron, cuando estuvimos en el vientre materno y del
momento en el cual nacimos; lo que nos hace totalmente reflejo de todo un mundo
emocional, que ocurre antes de ver la luz del mundo.
Algo
más significativo aún, es que a través de nuestros padres biológicos, nos
conectamos con nuestros ancestros, y aunque todos estuviésemos emparentados por
un origen humano común, -no descarto una múltiple procedencia del complejo y
polémico homo sapiens- en la ramificación de ese árbol genealógico, nos hemos
separado de muchos parientes, a quienes consideramos extraños, de otra familia.
Fácilmente
podemos imaginar un gran árbol con sus ramas, ramitas, hojas y retoños, donde
está la humanidad entera; incluso yo imagino varios árboles, porque creo que la
humanidad de este planeta está conectada con humanidades de otros lugares del
universo, a su vez unidos a un tronco común.
Según
esto, podemos imaginar un camino si seguimos la huella de nuestros padres, sin
mucha dificultad podríamos reconocer cómo se parece la nieta a una bisabuela,
incluso podremos ver parecidos no necesariamente físicos, sino de personalidad,
allí nos daremos cuenta, que vamos cargando con influencias que las visiones
superficiales del siglo XVIII y XIX definían como “salto atrás”, y hoy
concebimos como simples expresiones genéticas que contenemos y que se hacen
presentes por mandatos de la sabiduría universal; todo lo que somos y
expresamos, sigue una razón que nuestro entendimiento desconoce.
Si
lo analizamos por la ciencia, diríamos que es herencia; si lo vemos desde la
lógica común, diríamos que es azar, algo sin importancia; si lo vemos
espiritualmente, diríamos que todos estamos conectados y nos afectan las
energías de nuestros antepasados; y si lo analizamos desde la visión
reencarnacionista, diríamos que somos las mismas almas del pasado que volvemos
a un cuerpo físico y traemos muy claras nuestras maneras de ser del
pasado. De cualquier manera no escapamos
de aquellas huellas, de aquellos recuerdos, de aquellos pensamientos,
emociones, votos, sentencias, creencias, hábitos, incluso no escapamos de las
aspiraciones, sueños y compulsiones que afectaron a nuestros antepasados.
No
en balde somos una sociedad compleja, porque cargamos sobre los hombros, no
sólo la vivencia de la vida actual sino que ante ello, reaccionamos con las
referencias del pasado.
Deslastrarnos
de las marcas limitantes del pasado, nos vendría bien, para ello se aplican
múltiples procedimientos, como la respiración, y de ella la Terapia de
Renacimiento, al menos a mí me ha ayudado mucho. El yoga y otras terapias de
psicofísicas, las terapias de manejo de energías y limpieza espiritual. Las
técnicas de Constelaciones Familiares, y las terapias psicológicas que últimamente
plantean novedosos procesos de sanación.
Esta
tarea es obligada para toda persona que desee mejorar su vida y crear una nueva
perspectiva para sus descendientes, pero hemos de reconocer que los padres son
piezas claves en esta liberación.
Hay
quien afirma que la relación con el padre garantiza o limita la prosperidad, y
la relación con la madre es la conexión o desconexión con el amor; no lo pongo
en duda, esas son las dos fuerzas que bien orientadas y equilibradas
proporcionan nuestro sustento en la vida.
Aunque
puedo imaginar vidas buenas en personas separadas de sus parientes
consanguíneos y asimiladas a otra familia, deploro la minimización que se hace
del vínculo energético de un niño con sus padres biológicos, ante lo cual se
argumenta que padre o madre es quien cría; esto es lo mismo que afirmar que el
bebé no tiene ninguna influencia genética de sus progenitores.
La
sociedad latinoamericana padece de una seria patología, la irresponsabilidad
paterna, lo cual es pandémica en las áreas populares de estos países. La
ausencia de padre, tema que ya he tratado en este Blog, ha producido un
síndrome social, que podemos observar en las masas con tendencias mesiánicas,
compulsivas e idólatras, que creen ciegamente en promesas y se bloquean ante la
realidad, muy fáciles de manipular. Una familia nutritiva y estable no
proporcionaría un target apropiado a propuestas violatorias del Derecho, la
Dignidad, la Honestidad y la Transparencia que se requiere de un equipo de
gobierno de una nación.
Recobrar
la trayectoria ancestral para sanar los bloqueos, los atascos que significan
las pesadas emociones y marcas de errores severos de nuestros antepasados, es
un buen mecanismo para salvar la familia presente y futura, recuperar la luz en
nuestros canales comunicacionales ancestrales.
Si la Iglesia católica incluye a los padres en un mandamiento, otros enfoques espirituales y la ciencia no hacen menos. Los padres son el punto central de la familia, y del individuo; no significando con esto que no se tengan actitudes críticas ante la manera disfuncional como crecen muchos niños.