¿Cuál era el secreto? Que si leemos la palabra Roma de derecha a izquierda como se lee el idioma árabe, se lee amor; al parecer, el contacto con el amor produce unos efectos tan impactantes que puede cambiarle radicalmente la vida a una persona y a un pueblo, de allí que aquella Roma imperialista no le quedó más remedio que rendirse ante la llegada del amor.
Este simbolismo es muy reconfortante, porque si hay en la vida una necesidad fundamental es la necesidad afectiva, y eso se ve en todas las expresiones de comportamiento humano, todas las emociones que nos hieren son esencialmente carencia de amor, recuerdo un relato de una amiga educadora, quien me contó que en su aula había un niño muy malhumorado y agresivo, que causaba muchos problemas, llamó al representante y se enteró de que sus padres estaban atravesando una separación.
Ella trató de acercársele a fin de ayudarlo y él de inmediato se puso en alerta alejándose, ella con aplomo se acercó y lo abrazó dulce pero con mucha firmeza dejándolo sin fuerzas para resistirse y de inmediato el niño se puso a llorar. Es que sólo basta que tengamos una gota de afecto, para desencadenar el dolor por la carencia del mismo.
Los entendidos de ahora, quiero decir, los sabios actuales, recomiendan que desarrollemos la capacidad de amarnos a nosotros mismos, evitando colocar en otra persona el objeto de nuestro amor, de esta manera volcamos esa energía hacia la sanación de nuestros vacíos, que son bastantes, y logramos contactar con la esencia divina.
Osho departía sobre la iluminación, difícil palabra, y entre otras cosas hacía énfasis en la quietud interna y en la sublimación, o superación de la esperanza, horrenda palabra, y si no pregúntenle a Penélope la de Serrat.
Osho nos insta a comprender que la iluminación no es un logro, es sólo un entender que no hay nada que alcanzar, ningún sitio adónde ir, porque ya estámos allí, que nunca nos hemos alejado; ahora, después de siglos de sentirnos unos despatriados, vamos a descubrir que nunca nos fuimos del Paraíso, que sólo se nos nubló la vista, que Dios nunca nos despidió, o, si fuese verdad que lo hizo, cuando salimos del Paraíso él se vino escondido entre la alforjas y por eso nunca nos pierde de vista.
Como quiera que sea la estamos pagando con sufrimiento y confusión, sea porque tengamos creencias falsas o porque no vemos más allá, pero la ignorancia de la Ley no libra de su cumplimiento.
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