De niña disfruté mucho de las canciones y del cine de oro mexicano, lo cual dejó en mí una fuerte referencia cultural, un deleite en el buen humor, en la picardía sana de quien desea entretener con talento, en el despliegue de voces, letras y música incomparable, y especialmente la referencia sobre la belleza de la mujer glamurosa de esos tiempos.
En la pantalla grande desfilaron verdaderas diosas, que representaron la fuerza de la feminidad y la delicadeza de mujeres pioneras, que se unieron a un proceso modernista para dejar en el acetato el testimonio de una época, y la historia de un país que resurgía de las cenizas que dejó la revolución.
Me alegra ver tanta belleza y talento juntos.
Elsa Aguirre, la más bella, con un tono de voz y una manera de hablar muy especial, encantadora mexicana.
Irma Dorantes, hermosa y dulce mexicana, el gran amor de Pedro Infante.
Carmen Montejo, cubana maravillosa.
Rosita Quintana, argentina, exquisita.
Marga López, argentina, bella, dulce, versátil.
Libertad Lamarque, argentina, linda y maternal, hermosa voz, glamurosa.
Ellas fueron espectaculres modelos de belleza auténtica, expresión de un momento de convocatoria artística, en la cual se estampó el buen gusto, el candor de una sociedad cancionera y el valor de un país que se edificaba por nuevos derroteros.
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