jueves, 29 de julio de 2010

Y ¿CÓMO SABEMOS ESO?


Conversando y conversando, -cualidad maravillosa de las mujeres-, para luego reflexionar y aprender, -lo que tal vez no hagan muchas mujeres-, he podido darme cuenta de un fenómeno que he denominado Delincuencia Emocional.

En cada tiempo, época, era, momento, vivimos en una determinada cultura, de la cual somos parte, todos manejamos más o menos un mismo código de referencia para comportarnos, sin importar si es bueno o malo, pero todos sabemos a qué atenernos. Por ello, quiero referirme a cuatro momentos que hemos tenido en Venezuela: 

1- Cultura tradicional.
  Durante los años anteriores a los sesenta, las relaciones amorosas estaban bien determinadas por un código de comportamiento, los padres  celaban a sus hijas y se comprometían a protegerlas de los peligros que suponía el enamoramiento y sus consecuencias. Cuidaban la integridad moral y material de las jóvenes, y preferían a los hombres responsables y con buenas perspectivas futuras. Los más conservadores aspiraban una buena situación económica.    

Podríamos decir que en este contexto habían tres tipos de comportamiento masculino: 

a- el responsable de sus actos, que asumía compromiso con su pareja, 
b- el irresponsable que engañaba a diestra y siniestra, dejando hijos regados por todos lados, 
c- una mezcla de los dos anteriores, que iba desde lo que se denominaba "echar una cana al aire",  hasta el que provocaba un absoluto descalabro familiar, justificado  siempre por el supuesto sofoco que les producía estar siempre al lado de la misma mujer.

En el lado femenino, también habían tres comportamientos: 

a- la virgen que no permitía acercamiento hasta el día de su matrimonio,  
b- el comportamiento licencioso, la que no le importaba el matrimonio y se "entregaba a las pasiones del demonio del mediodía", como dice Chabela, una genial comediante mexicana, 
c- la chica, que manteniendo la idea de una unión auténtica, sucumbía ante su amor desenfrenado, quedando comprometida en cuerpo y alma con sus sentimientos de entrega. 
Estas situaciones las vi en mi juventud, y no me gustaba ni la cita a ciegas del matrimonio virginal ni el comportamiento licencioso,  por razones obvias.
 
Estos modelos de comportamiento tenían éxito cuando se sincronizaban con los masculinos correspondientes, es decir:

A- Comportamiento virginal con masculino responsable.
B- Chica auténtica con masculino responsable.
C- Comportamiento licencioso con masculino irresponsable.

El éxito de estas sincronías estaba en que en todos los casos las parejas tenían las mismas expectativas, o al menos funcionaban según las mismas referencias.

El pero del asunto, es que también se daban asincronías, cuando las vírgenes y las auténticas se relacionaban con los irresponsables,  frecuentemente pulidos en las artes amatorias, los cuales competían deslealmente con los masculinos responsables, muchas veces casi vírgenes también.

La cultura moldeaba un código de comportamiento y a nadie sorprendía un arrebato paterno ante una osadía cometida contra una hija. Eran tiempos en los cuales tanto la palabra como el comportamiento comprometían a cualquiera. Un beso era casi lo mismo que pedir la mano en matrimonio, al menos así lo entendían las chicas, y los padres. Se daban casos en que la joven temía estar embarazada por causa de un beso.

Hay una canción de Chelique Sarabia, que cantó nuestro querido  Cherry Navarro, que expresa con mucha precisión el sentir masculino de esa época:

"Para robarte un beso, tuve que enamorarte
y ahora estoy sufriendo porque contigo debo casarme
Porque quiere tu papá, sí, sí
Porque quiere tu mamá, no, no
Pero yo no quiero porque tan sólo quise besarte
Tu debes comprenderme, mi vida sufro mucho
deja pasar el tiempo y en medio siglo te querré mucho"

Un mensaje claro de que la juventud masculina es para disfrutarla,  y que luego sobrará tiempo para amar. Mientras las chicas pensaban que sexo y amor era lo mismo.

2- Feminismo en acción.
Después de los sesenta, con los movimientos feministas, nos sentimos libres de desconocer los códigos anteriores, y muchas jóvenes,  inconformes con los dos modelos extremos del pasado, y soñando con un amor comprometido por el amor mismo, comenzamos a transitar por una senda plena de vivencia y con ella,  también llena de desengaños, sufrimiento y madurez. 

Se perdió la rigidez del pasado pero no se incorporó la responsabilidad en el amor, aunque el hombre responsable de otros tiempos siguió  existiendo hasta hoy.  El movimiento de liberación femenina proporcionó cambios en la mujer y muchos beneficios para aquel hombre dispuesto a vivir la vida loca. 

La maternidad surgió entonces como redención de una vivencia penosa, por la mezcla de la necesidad afectiva otorgada a un hombre no comprometido, que abandonaba. 

Montados sobre el caballo de la liberación femenina, los "más beneficiados" fueron los hombres irresponsables, quienes  tenían en la modernidad una excusa para no comprometerse. La palabra parecía cobrar significado,  especialmente "matrimonio" y "te amo", de las cuales con mucho esmero se cuidaban de pronunciar, y  llegado el momento, acudían sin demora al argumento de que nunca habían pronunciado tan nefastas expresiones. 

Al contrario a los tiempos anteriores, los actos perdieron valor, desde un beso hasta la relación sexual perdieron significado, incluso una petición de matrimonio tampoco era garantía de nada, porque hasta dejaban a las novias  esperando en el altar, o se casaban y seguían comportándose como solteros.

Con estas experiencias, los consejeros familiares y de pareja, comenzaron a detectar la importancia de la comunicación verbal, ya que  habían observado que el asunto clave estaba en que las mujeres querían y esperaban algo de lo que los hombres no se habían enterado. Había un código tácito de comunicación, y las mujeres más aquejadas en estas lides, asumían con pudor que quien las amara las comprenderían sin necesidad de que ellas dijeran nada; tal vez ellas sí podían adivinar lo que los hombres querían, y creían que ellos funcionaban igual.

Surgieron propuestas para desarrollar la comunicación sin que ello redujera los sufrimientos, las separaciones y los traumas consecuentes. Al menos se había dado un paso adelante, las mujeres tenían que expresar sus pensamientos y deseos verbalmente, antes y durante la relación.  

continuará...   

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