sábado, 17 de septiembre de 2011

EL ATEO Y EL CREYENTE

Sin remontarnos a las profundidades del origen de la religiosidad humana, podemos decir que las manifestaciones religiosas, las manifestaciones culturales sobre una cosmovisión del más allá, ha estado presente en todas las sociedades; incluso podemos considerar que ciertas formas de ateísmo son una manera de percibir lo divino.

Sin embargo, he de suponer que en aquellas antiguas sociedades, habían personas que no eran afectas a los postulados institucionales, aunque no lo expresaran; se reconoce así el poder del dirigente sobre el individuo y muy seguramente los que no creían, no lo manifestaban por conveniencia y sólo realizaban los rituales por simple cotidianidad.

Esto podría ser también el origen del ateísmo, que surge en el mismo momento del teísmo. Con esto estamos considerando que a pesar de que la manifestación religiosa tiene una fuerte connotación colectiva, que se expresa en el comportamiento, el discurso, los valores y las emociones, hay una ineludible expresión individual que moldea la fuerza o poder de quienes representan las estructuras religiosas.

Ya no es un secreto que la iglesia de Roma, nació por decisión del emperador Constantino, quien muy estratégicamente aprovechó el crecimiento poblacional del cristianismo y asumió con ello,  un nuevo sistema de dominio colectivo. La historia papal es una historia de poder político más que un espacio de recogimiento y entrega espiritual, sin embargo, dentro de su seno han florecido personajes que han dado fe de sus profundos sentimientos humanitarios.


Aún con el desarrollo de la industria, y con ello la vida mundana y su liberalismo, la religión siempre ha estado presente en los hogares y en la conciencia de la mayoría; es sorprendente saber de testimonios de delincuentes, prostitutas y otros transgresores morales, que muestran fuertes arraigos religiosos.

Son interesantes las personas que se consideran ateas, porque el ateísmo tiene muchas caras:

1- Los que no creen en ningún Dios, Santo o similar, y tampoco creen en el poder de la conciencia, la voluntad y la mente humana.
2- Los que no creen en el Dios cristiano convencional, (Vaticano).
3- Los que creen que no existe Dios, basados en el hecho de no haber tenido una certeza de su existencia; requieren una demostración material de la misma.
4- Los que creen que Dios y su temática no es posible someterla a analisis científicos y por ello, un tema imposible de comprobar.
5- Los que ni siquiera hablan del tema por considerarlo tabú, fuera de todo debate. Son indiferentes.
6- Los que sólo creen en el poder del ser humano, y argumentan que el hombre ha creado a Dios y no al revés.
7- Los que no han tenido una formación religiosa familiar, y cuyos valores forman parte del pensamiento civil, humanista, pragmático, científico, etc.
8- Los que no han tenido formación moral, ética ni de otro tipo, los transgresores.
9- Los que creen en un poder universal o entidad espiritual superior, no identificada con las imágenes de la religión convencional. Bien denominados agnósticos.
10- Otros son ateos de la boca para fuera.


Estas son apenas unas pocas manifestaciones del ateísmo, hay tantas variantes como personas. Lo interesante de este fenómeno es que muchos ateos y agnósticos, más que no creer en la existencia de Dios, lo que son es una mera respuesta reactiva a la manera como se comportan los creyentes, y se podría decir, entonces, que son ateos por discentir con el modo de vida de los teístas.

La verdad es que no por creer en Dios, el creyente tiene un mejor comportamiento que un ateo. Muchos ateos se dirigen por una ética humanísta que bien pudiera ser un ejemplo para muchos creyentes.

No cabe duda que creer en un Dios no garantiza un comportamiento acorde con el bien, la historia lo ha demostrado; la religión ha sido un buen mecanismo para el control social, y al menos la católica ha ejercido un poder sobre el colectivo, a través de un sistema de premios y castigos, esperanzas y amenazas, que ha podido regular el comportamiento individual. 

Ahora podemos entender que una cosa es la religión y otra la espiritualidad, que podemos vivir sin religión pero que la espiritualidad es un componente vital para todo ser humano, ya que la vida requiere un mínimo sentido espiritual que sostenga la explicación de la existencia. Por otra parte, se ha dado en considerar que una ética de buena convivencia social, un sentido de cooperación y respeto por el prójimo, puede ser asumido como un compendio de vida espiritual, aún cuando estos valores no contengan dogmas, ni ritos, ni compromisos institucionales.

Mi madre decía: "Yo no voy a la iglesia, mi religión es no hacerle daño a nadie". Sin embargo, mi madre era una persona sensible y justa, también hacía el bien a los demás.
   

No hay comentarios: