La ciencia médica con su extrema visión cartesiana,
nos ha re-educado sobre “su verdad”, lo cual contrasta con la tradición, la
cual nos decía cosas distintas, llenas de intuición, de magia, y de certeza.
La medicina y la sanación tradicional se mezclaron por
obra y gracia de una práctica casi hecha sincretismo, especialmente porque los
medicamentos fueron incorporados al diario vivir, de la misma forma como se
usaba la sanación tradicional; fórmulas, y recetas transmitidas de boca en
boca, de tal manera que se estableció un hábito ya adquirido, la auto
medicación.
El médico fue percibido como el chamán, o curandero,
con un halo de santidad y admiración, lo cual llevó a que se depositara en él
la responsabilidad absoluta de la curación. El imaginario popular le atribuyó
al médico un papel todopoderoso y el paciente se asumió a sí mismo, como un ser sin
determinación. El personaje de José Gregorio Hernández, médico venezolano y
santo por decisión popular, vino a sustentar esta percepción colectiva.
Es muy reciente el movimiento que desde la medicina,
estableció un proceso de toma de conciencia de los pacientes como partícipes
principales de sus dolencias y de su recuperación, cuando se liberó el tabú de
la información.
Era frecuente que el médico sólo conversara de la
enfermedad del paciente con sus familiares, especialmente cuando se trataba de
dolencias extremas como cáncer y cardiopatías; el paciente era tratado como un
ser dependiente y estúpido, y recibía medicamentos desconociendo su padecimiento.
El paciente con cáncer era rodeado de un halo de
misterio y a nadie se le comunicaba la dolencia, incluso llegaban a morir y se
ocultaba la causa; el cáncer era una vergüenza, pero una vergüenza porque suponía que el
azar escogió como víctima al doliente. Nada se sabía de los procesos
psico-neuro-inmunológicos de la persona.
Caminos oscuros de la medicina formal consolidaron
esquemas equivocados, amparados en el deseo de evitar dolor, lo cual empeoraba la
situación. Fue con la Gestalt y otras versiones psicológicas y espirituales,
desde donde comenzaron a surgir nuevos puntos de vista, sobre la condición
humana y su capacidad para auto determinarse.
En la década de los años noventa, al menos en Venezuela, los medios invaden
los espacios con informaciones que pusieron una luz en lo que hasta ahora, se
llamaba ENFERMEDAD, y se dijo que no existía algo que se llamara ENFERMEDAD,
que en realidad lo que existía eran los ENFERMOS.
Fue un salto muy grande, una vuelta de hoja, reconocer
la responsabilidad que cada quien tiene en la conservación de su salud. NO
existe la diabetes sino el diabético, no existe el asma sino el asmático; esto
puso una lupa en los procesos enfermizos, especialmente porque el ser humano se
compone de todo un sistema de conexiones físicas, emocionales y mentales, y muy
seguro, de otras dimensiones que aún desconocemos.
La ciencia nos dijo que el cerebro era el órgano
responsable del pensamiento, y donde se operaban los procesos mentales, y
que el cuerpo funcionaba como una máquina procesadora de información; la verdad
es que no le faltaba razón, pero resulta que hay otros tipos de procesos
mentales, otros tipos de sistemas comunicativos internos que no han sido
considerados por la ciencia, y que han dado evidencias de su poder, en otras
culturas y en otros tiempos.
“Las células de nuestro cuerpo son
pequeñas almas inteligentes. Es todo un pueblo que tenemos ahí, en nosotros, un
pueblo con el cual podemos entrar en relación y que tenemos la misión de
educar.
¿Acaso sois conscientes de ello? No, o
muy raramente. Es por ello que vuestras células no os obedecen. Deseáis mejorar
el estado de vuestro hígado, de vuestro estómago, de vuestro corazón, de
vuestro cerebro, etc., pero no podéis; las células de todos estos órganos no os
obedecen, no conseguís imponeros a ellas y éstas funcionan a su propia
voluntad.
La Ciencia Iniciática, que ha estudiado
la anatomía psíquica del ser humano y las reglas que presiden su
funcionamiento, nos enseña qué podemos mandar a las células de nuestros
órganos. Para ello, es necesario, primero, aceptar la idea de que son entidades
inteligentes, conscientes, y aprender a entrar en comunicación con ellas”.
Omraam Mikhael Aivanhov
Son opacas las voces de científicos y médicos que han
reconocido este fenómeno, especialmente en el campo de la medicina
complementaria, naturista, homeopática, y un buen número de otras
denominaciones, que enfocan al enfermo como objeto de observación y
tratamiento, y que han descubierto esta cualidad inteligente de las células.
Según esto, somos un pequeño universo, pleno de entidades
que funcionan, de manera autónoma, o bajo una ley de ordenamiento de procesos
que hemos desconocido, y que puede ser la causa de muchas curaciones
milagrosas; cuando se descubre una verdad, sus consecuencias no se hacen esperar.
¿Cómo es posible que hayamos estado de espalda a una
realidad que nos atañe tan profundamente, sin saberlo?, ¿cómo es posible que hayamos sido afectados
por entidades inteligentes que viven dentro de nosotros, como extraños
invisibles dentro de casa?.
A nadie mínimamente razonable, se le ocurriría
relacionarse con alguien de quien no le conoce los aspectos en los cuales
se establece la relación; puedo tener un compañero de trabajo de quien apenas
sé su nombre, y eso no perturba mi buena relación laboral con él, pero en el
plano personal, es imprescindible y respetuoso, establecer comunicaciones
asertivas y honestas.
Por sorpresa, este no es un razonamiento común; los
sorprendentes y frecuentes eventos de crímenes, maltrato y violencia doméstica que
se dan en EEUU, se producen con parejas que llegan al matrimonio sin conocerse,
sin saber quien es la persona con quien van a convivir.
Tal parece que el ser humano no es tan razonable, ni
transparente, sino más bien pragmático; y si no lo ven afuera, donde es más
fácil percibirlo, ¿cómo van a siquiera sospechar que sus propias células, son capaces de comportarse como
sus enemigas?.
Por fortuna, ya se están conociendo personas de ciencia
que están develando estos secretos, como Marianela Castés en Venezuela y Brian Ford en Inglaterra.
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