sábado, 1 de diciembre de 2012

COME PESCADO PERO NO TE ATRAGANTES CON LAS ESPINAS


Esa es la vida, alimentarnos de pescado con espinas, y ¡cuántas veces nos atragantamos!, y con ello fácilmente pasamos del dolor al sufrimiento.

Parece que el dolor es inevitable, pues forma parte del crecimiento, hasta las piernas nos duelen cuando crecemos, pero de eso al sufrimiento hay toda una manera de actuar ante el dolor; quien haya entendido la diferencia entre estos dos estados ha logrado penetrar en un secreto ocultado por siglos por nuestra cultura judeo-cristiana, que de muy notable manera pondera el sacrificio como forma de vida y de trascendencia.

El circuito del pueblo elegido de Dios para alcanzar la tierra prometida, y la crucifixión de Jesús, son dos emblemas religioso-culturales de lo que cuesta o significa la elevación espiritual en occidente.

Hoy, los estudiosos del desarrollo personal nos están diciendo que podemos encontrar vías de resolución de problemas, comenzando por limpiar la casa mental en la cual guardamos sentencias debilitantes, porque el dolor es inevitable y el sufrimiento opcional. Al parecer requiere poner atención, estar prestos a escuchar, ver y olfatear bien los obstáculos que encierran los eventos a los cuales nos exponemos, para agudizar la percepción y encontrar un camino correcto, antes de que se transforme en sufrimiento. Esto representaría entonces un esfuerzo, y con ellos apreciaríamos el logro.

Cuando las cosas nos llegan gratuitamente tal vez no entendamos el valor que tienen; no obstante hemos de reconocer que en la vida también contamos con lo que en sánscrito definen como dharma, o regalos que tenemos por merecimiento de vidas anteriores, entonces hay temas en la vida que nos resultan fáciles y temas difíciles, ante los primeros debemos agradecer y ante los segundos hacer la tarea. En casos extremos, es fácil encontrar historias de hijos sobreprotegidos cuya vida es un tedio.

Cuando los deseos vienen precedidos de ciertas dificultades y éstas se superan, los logros tienen un matiz y un brillo muy apreciado, de allí la sentencia de que debemos pagar por todo lo que tenemos, para que lo valoremos y que el dinero que llega por vías non sanctas se esfuma, o nos complica la vida, y eso no es felicidad.

Podemos ver que en todos los casos las dificultades de unos son las potencias de otro, sin embargo, todos enfrentan dificultades, unos por exceso y otros por escasez, pero quien no sabe administrar la pobreza no sabe administrar la riqueza, y eso lo que quiere decir es que si tenemos poco, es preciso gastarlo con criterio de rico, es decir, bien invertido, mi madre decía que prefería tener un sólo par de zapatos, pero de buena calidad, que muchos zapatos baratos; eso nos reportó a la familia un criterio de buena administración donde la calidad estaba por encima de la cantidad.

Cuando se trata de bienes materiales el asunto es muy gráfico, pero cuando se trata de afectos, vínculos espirituales, sentimientos y complejos psicológicos, la cosa se complica, puesto que muchos nacen en familias disfuncionales, cuyo nutriente emocional es pobre o no existe, dejando así un vacío que luego dificulta las relaciones con los demás. Entonces las dificultades se colocan en casi todos los aspectos de la vida, porque hasta la manera de obtener el dinero deviene de la energía amorosa o de su ausencia. En estos casos hay que buscar ayuda profesional.

La humanidad se ha valido de muchas sentencias, que refuerzan el optimismo: “A nadie le falta Dios”, “Cada niño viene con su pan debajo del brazo”, “La esperanza es lo último que se pierde”, “A mal tiempo, buena cara”, “Dios sabe lo que hace”, “Primero muerto que boca abajo”, todo formando una gran mixtura de cosas que nos asisten y reconfortan a sacar las espinas de la garganta y que enriquecen la actitud positiva ante las adversidades.  
 

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