Los buenos deseos se hacen presentes en momentos
claves, nacimientos, cumpleaños, ceremonias religiosas, fiestas patrias como en
el septiembre mexicano, y especialmente en fin de año; la proximidad de otro
año nos lleva a reflexionar sobre el año que acaba y de plantearnos nuevos
objetivos, aunque apenas pasa enero se nos olviden los acuerdos de restricción
que nos hemos impuesto y volvamos a la inercia del hábito malsano.
Entonces, tal vez en diciembre lo que hacemos
cumplir con el protocolo, porque los buenos deseos hacia los demás, muchas
veces pasan por lo buenos que seamos nosotros con ellos, de nada sirve desear
cosas buenas para las personas cercanas, si de alguna forma no somos honestos
en nuestras relaciones.
Qué difícil es determinar el punto específico en el
cual podemos afectar a otros, sin embargo, hay una clave muy antigua, la
sinceridad completa, a veces hay pequeñas sinceridades enmarcadas en una gran mentira.
Sutilezas de la confusa manera de relacionarnos, para sacar provecho del otro,
de hacernos los desentendidos ante las pulsiones éticas que sin duda nos
conminan desde dentro; por eso nos atacan las enfermedades, y si no somos
profundos no nos damos cuenta de que nuestras lesiones no son más que la manera
como somos con los demás, no por casualidad Jesús nos dio lo único valioso que
podemos hacer: AMARNOS LOS UNOS A LOS OTROS.
Por eso les deseo mucha prosperidad, pero de buenos
sentimientos; les deseo felicidad, pero por alcanzar la paz interna que da la
honestidad; alegría, pero la alegría del alma pura; tranquilidad espiritual, que
resulta de tener la conciencia tranquila.
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