La maldad es un asunto del que todas
las personas tienen experiencia, aunque no lo sepamos definir; al parecer la
primera aproximación al tema se hizo a través de los enfoques religiosos, y la
moral de los pueblos, impuesta por quienes detentaban el poder.
Cuando niña percibí que habían
personas malas y personas buenas, y la concepción que aprendí de tales
comportamientos, era de una profunda conciencia de los buenos, y una inadecuada
índole de los malvados; como si se tratara de un asunto volitivo, asumía en los
malos un problema de decisión personal, de hacer daño a los demás, con o sin
logro de beneficios, y en este caso, percibía que la envidia era una de la
motivaciones más poderosas. Ello condujo a mis padres a mantener una disciplina
muy rigurosa en nuestro sistema de vida familiar, donde nuestro hogar era casi
impenetrable, una barrera infranqueable nos separaba del vecindario, una
barrera marcada por un modo de relaciones cortés pero distante, solidario pero
inconmovible.
El mundo de afuera era extraño,
peligroso e inseguro, sólo tocado por las actividades laborales de mis padres,
mis estudios y la relaciones estrechas con personas de absoluta confianza. Mi
padre, hijo menor, con seis hermanos, y con duras experiencias familiares,
conoció en su seno esa indeseable naturaleza, lo cual lo hizo emigrar de su
pueblo, alejarse de la influencia local y convertirse en un extremo controlador
de nuestra formación moral; mi madre, habiendo sabido que entre la cara y el
corazón hay una diferencia crucial, fue muy celosa de nuestra seguridad y formación
ética.
Gracias a ese cerco
materno-paternal, estuve fuera del alcance de episodios traumáticos, que más
tarde constaté le ocurrieron a otras niñas de mi generación y vecindario, quienes
vivían bajo un concepto familiar ampliado, donde las casas mantenían sus
puertas abiertas todo el día, manteniendo un continuum entre la calle y el
hogar, donde el mundo social invadía los espacios privados.
En aquellos años cincuenta, cuando
en la Radio predominaba la música romántica, con un fuerte contenido pasional,
con letras que marcaban una época de gran sufrimiento por el deseo frustrado de
sentirse amado, y cuando el rechazo era descrito como simple maldad, la familia
constituía el único canalizador de capacidades ante la sociedad.
El mundo de las personas estaba
centrado en encontrar el amor, por ello, los amores contrariados, las
traiciones y abandonos en las relaciones de pareja, marcaban un ámbito de
peligro para quien se aproximaba a la adultez, sobraban las advertencias sobre
los “hombres malos” y las “mujeres perdidas”, era un fenómeno viral en aquellos
tiempos, como hoy lo es el acoso por Internet. La sociedad rural de aquellos
años predominaba en sus esencias machista, religiosa y moral.
Las canciones eran un medio para
expresar esos dolores, esas tragedias, y servían de lección a la población
joven, siempre en peligro de encontrarse con algún(a) depredador(a). Genaro
Salinas nos canta:
TRAICIONERA
Ay, tienes alma de quimera
Lo que más me desespera
es saber que no me quieres
y me dejas que te quiera
Ay, eres mala y traicionera
Tienes corazón de piedra
porque sabes que me muero
y me dejas que me muera
Me miras y tu mirada
se mete dentro, dentro del alma
Te miro, y en mi mirada
te está implorando mi corazón
No cabe duda que este texto está
describiendo a una psicópata, un ser que saca provecho del otro, o disfruta de
su sufrimiento sin sentir la más mínima afección; pero en aquellos tiempos, era
percibida como una persona mala, con corazón de piedra. Se creía que eran seres
demoníacos, capaces de los daños más crueles que se puedan hacer en el ámbito
afectivo, moral y material.
Hoy pensamos igual, porque
independientemente de que el mal provenga de una entidad externa, o que sea
parte de la naturaleza humana, funciona con una fuerza idéntica, y aunque hay
quienes argumentan que el bien y el mal no existen, porque son expresiones relativas,
sólo calificadas desde nuestra subjetividad, no cabe duda que es un éxito
reconocer el mal extremo que puede causar un psicópata, y en este caso, más vale que no nos encontremos con ellos. Por
otra parte, la fuerte teoría de la existencia de intra y extraterrestres, hace
que nuestras convicciones lógicas se debiliten, especialmente porque no hemos
de confiar sólo en lo que percibe nuestro limitado sentido de la vista… Nunca
se sabe.
El dolor por la separación amorosa
sigue siendo fuente de inspiración musical, porque el ser humano sigue
sintiendo profundamente. En esta obra musical, Pearl Jam, nos eriza la piel:
Mi llegada a la universidad marcó un
cambio ambiental y cultural, una ampliación de muchos criterios; conocer las
bases de la psicología fue de gran asombro, pues el hecho de que cada persona
posee en su interior potencialidades de maldad y de bondad, me situó ante un
problema muy complejo. Derrumbar la idea de que el mal emergía de entidades
demoníacas y que el bien procedía de seres angélicos, me dio una gran claridad,
pero a su vez me puso de frente a una situación más aguda, con el cual nos
debatimos toda la vida, las relaciones humanas. Asumir que la psiquis es un
mundo de contenidos aún no bien determinado, porque incluso hoy, sus contenidos
están oscuros, dio al traste con el carácter sobrenatural que había asumido.
Inocente de mí, habían muchos argumentos que me explicaban el delito, tanto
desde la sociología como de la psicología.
Hoy, con una perspectiva aún más amplia,
hemos sabido que la maleficencia y la beneficencia forman parte de un entramado
psíquico, psicológico, orgánico, social y espiritual, que nos ayuda a
superarnos, a crecer; sin embrago, en el mal hay extremos indeseables que nos
hacen palidecer, el horror de la guerra y de los más atroces delitos contra la
vida y su dignidad, causados por personalidades dañinas.
Sobre este tema, hemos tenido los
aportes del pensamiento oriental; en una serie brasileña sobre la cultura
hindú, uno de los personajes protagónicos le dice a su hijo:
“El mal y el bien deben estar siempre juntos, para que el hombre pueda
escoger, y el campo de batalla donde luchan el bien y el mal es en la mente
humana”. Shankar
Del enfoque maniqueo a la verdad,
aunque con la idea cierta de que la conciencia o capacidad de reflexión humana
hace la diferencia entre esos dos extremos; estar, sentir, y vivir en este
mundo nos reta a protagonizar nuestra lucha interna y relacionarnos a su vez,
con la lucha que hacen los demás.
En el ámbito colectivo, el uso de la
fuerza física y el poderío armamentista, fueron las ventajas que tenían las
fuerzas dominantes del pasado. Hoy, radica en el dominio de la tecnología y la
inteligencia estratégica en lo político y económico, amparado en el anonimato
más férreo, aunque se les vean las caras; nadie conoce exactamente los
proyectos, alianzas y negociaciones de los poderosos para sacar provecho de la
sociedad, aunque de vez en cuando tengamos noticia de ello.
En el ámbito personal, la sociedad
occidental era dominada en el pasado por el discurso religioso y moral,
centrado en la familia y en el ejercicio del poder. Hoy, la persona ha asumido
la razón y el pragmatismo en las relaciones humanas, con un alarmante incremento
del maltrato doméstico, que al parecer está repuntando delitos que han puesto
en picada el papel rector de la familia contemporánea, bastante herida ya por
la post modernidad.
Al parecer, está despuntando una
especie de estilo de vida individual, más auto-determinado, que rebasa los
límites del grupo de pertenencia consanguíneo, para alcanzar vínculos globales.
Entre otras manifestaciones, esta tendencia la está marcando el enfoque
ecológico de muchas organizaciones independientes, y el inminente crecimiento
de planteamientos filosóficos centrados en la conciencia. Se están
desmantelando tabúes del pasado, con el apareamiento devastador del uso
irrestricto de nuevas tecnologías de información y comunicación, es decir, hay
una tendencia renovadora en medio del caos, lo cual sugiere una polarización de
la población.
Si antes habían víctimas y
victimarios, malos y buenos, ahora tendemos a ser personas conscientes o
inconscientes, informados o desinformados, responsables o irresponsables, otras
categorías que incluyen la capacidad autocrítica.
Si antes las relaciones humanas eran
fuente de dolor o felicidad, atadas a las relaciones interpersonales cara a
cara, hoy las personas están carentes de un vínculo profundo con el otro, hay
al parecer un vuelco hacia sí mismo, en medio de un sin fin de estímulos provenientes
de océanos de información, que apenas se pueden asimilar. Ello ha dado paso a
sentimientos de soledad, depresión y crecientes anomalías emocionales y
corporales, propias de estos tiempos, lo cual está reclamando un reenfoque: que
la lucha que se da en la mente entre el bien y el mal sea atendida por
nosotros, que sea de nuestro cuidado, para detentar un empoderamiento de la
conciencia trascendente del ser. Así lo veo yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario