sábado, 22 de noviembre de 2014

CUANDO LLEGARON LOS LLANTOS, YA ESTABAS MUY DENTRO DE MI CORAZÓN



Doloroso reconocimiento de un amor no correspondido, aunque promovido inicialmente por el ahora, desenamorado.

Las relaciones humanas se han modificado, pero no al punto de un cambio real, en el pasado el candor femenino, la represión social y el control sexual, puso a la mujer en la peor de las circunstancias, la virginidad era su visa para la vida y quien lograba un buen matrimonio, es decir, una pareja amorosa, responsable, protectora, se había sacado la lotería, como decía mi madre; el resto sufría los rigores de un matrimonio duro, o de un abandono con hijos.

La infidelidad masculina era un derecho asumido por todos, hasta el menos pintado tenía un "segundo frente", como se refería a la amante; la esposa lo sabía y tenía que hacerse de la vista gorda, esto aconsejaban las amigas: “Sé inteligente, no te des por aludida que tu eres la esposa”, … cosa difícil ¿no?, con razón hay tanto cáncer azotando los cuerpos femeninos.

Cuando la mujer se casaba enamorada y al tiempito el marido se le acababa la pasión, -porque la ejercía con otra-, la vida se convertía en un amargo respirar. Así dice la copla:

Y SIN EMBARGO TE QUIERO

Me lo dijeron mil veces,
Mas yo nunca quise poner atención
(Nada nuevo, aún hoy los amigos nos alertan y nosotros no prestamos atención, al parecer nadie aprende en cabeza ajena)

Cuando llegaron los llantos
Ya estabas muy dentro de mi corazón
(Cuando llegan los llantos, no hay remedio, ya se descubrió el engaño, aquí en Venezuela, se dice: “A llorar al Valle”, en alusión a la Virgen del Valle, para pedirle un milagro. Pero, esto requiere una mayor profundidad, el llanto llega porque en el corazón ya existe la condición que hace que escojamos una pareja que nos hará sufrir )

Te esperaba hasta muy tarde,
Ningún reproche te hacía;
Lo más que te preguntaba
Era que si me querías
(La mujer humillada se atrevía a preguntar sobre un asunto agudo, me imagino que el hombre se sentiría alagado, tocado en su narcisismo)

Y, bajo tus besos,
En la madrugá,
Sin que tu notaras
la crú de mi angustia
solía cantá:

Te quiero más que a mi vía,
Te quiero más que a mis ojos,
Más que el aire que respiro
Y más que a la mare mía.
(No cabe duda, este amor es más arrollador que el materno, aunque las fallas del amor materno puedan ser una de las causas de estos estados de vacío interior)

Que se me paren los pulsos si te dejo de queré
Que las campanas me doblen si te falto alguna vé
.
(Este es un juramento de amor eterno, de amor sin mácula, aunque el hombre no se lo merezca, y ella lo sabe, pero es lo que siente y lo que ofrece, un amor impecable)

Eres mi vía y mi muerte,
Te lo juro, compañero
(Por supuesto, la vida y la muerte están allí como dos testigos de la lealtad más pura, un modelo femenino cargado de la emotividad flamenca traída a estas regiones latinoamericanas)

No debía de quererte
No debía de quererte
Y sin embargo te quiero
(Qué maravilla, ella sabe, porque tiene su lóbulo frontal bien sano, que es una locura seguir amando a aquel traidor, pero aún lo ama, tal vez es su inconciente cargado de baja autoestima, de programas de autocastigo que estableció antes de nacer, o quizás de mandatos transgeneracionales que llevamos en nuestro ADN. Demasiados acondicionamientos ocultos, la sombra mandando en el destino de los humanos)

Para sorpresa de muchos, este drama no ha desaparecido, esta letra de una copla de la primera mitad del siglo XX, refiere el dolor de una mujer que fue prevenida ante un amor de mala reputación, ante lo cual prestó oídos sordos, hasta que se fue la magia de los primeros encuentros, para convertirse en una mujer casada abandonada dentro de su propia casa. En muchos hogares latinoamericanos perduran estas relaciones mal avenidas.

Llamo la atención de un texto: “Cuando llegaron los llantos, ya estabas muy dentro de mi corazón”, pero resulta que en el corazón había un vacío que atrajo a este amor falso, el corazón reflejó hacia el exterior un halo que atrajo a este número que no era el premiado de la lotería. El corazón o el alma sabía de antemano que este amor terminaría en fracaso, pero así es el alma, procura vivir lo que hay en nuestro inconciente.

Suele suceder que cada pareja y cada persona es un fenómeno muy particular, sin embargo, la cultura se las arregla para uniformar la vida, incluso la vida afectiva de sus integrantes. De allí la facilidad de formular sentencias acerca de los hombres, las mujeres, la vida, el sexo, la amistad, la felicidad, la libertad y mucho más. Lo inapropiado de estas sentencias es que se trasladan de una generación a otra, creando un idea preconcebida sobre estos temas, tal y como lo vivieron las generaciones pasadas.

Yo reivindico el pasado, puesto que es la raíz del presente, quien no conoce el pasado esta sentenciado a repetirlo, dice Carl Jung que lo que no se hace consciente, se hace destino, y el inconciente está cargado de pasado. Es una materia pendiente que no atendemos, sólo quienes están vinculados al tema saben la importancia de revisar y descubrir los contenidos inconcientes que nos determinan y que llegan hasta conformar culturas abrumadoras. 

Aprecio mucho la flamenquería y me conmueve la emotividad que expresan en sus coplas; de allí venimos, Venezuela tuvo una notable influencia andaluza, lo cual aún late en las venas de mujeres dramáticas, casi histriónicas cuando de amor se trata. Sin embargo, ahora lo podemos disfrutar como cultura, pero lo que sí es necesario aprender, es a resolver nuestros vacíos emocionales con lo cual establecer mejores y más sanas relaciones amorosas.

Muchas buenas voces han honrado esta canción, pero la que más me ha gustado es la voz de Toña la Negra, recuérdenla:


            

sábado, 1 de noviembre de 2014

A MI EDAD TENDRÍA QUE SER SABIA

No escasean las reflexiones en la edad madura. Hay quienes prefieren seguir siendo jóvenes y hasta hay un texto que llevan en franelas que dice: “La juventud prolongada”. Hay quienes se visten como viejos y se olvidan de los convencionalismos; los que se empeñan en permanecer jóvenes, hacen ejercicio, dietas y se mantienen bien; quienes aparentan menos edad con agregados de cirugías; quienes se mantienen erguidos corporal y mentalmente, son los privilegiados, quienes tal vez han logrado descubrir el secreto de la vida, ese secreto que los llevó a vencer las vicisitudes y salir como el ave que no se moja al cruzar un río.

Pero hay otros que aún en la edad madura, tenemos dudas, interrogantes insalvables, agobiados por el camino recorrido, sin saber dónde tuvieron los errores y dónde los aciertos.

Alguien plantea que a esta edad su alma tiene mucha prisa, y su propósito es vivir sin el acoso de los trabajos interminables, de los ideales y proyectos inalcansables, de reuniones guadañosas para no lograr nada, con lo cual estoy de acuerdo.

Creo que en esta vida lo importante es haber vivido esa juventud que creía en grandes ilusiones, aunque lo que se hiciera no sirviera realmente para nada, todo muere, todo se va; el asunto es dar el esfuerzo y quedar marcados por eso, porque el mundo no se hizo para cambiarlo, se hizo para vivirlo, experimentarlo.

Dios no espera que el mundo sea distinto después de nosotros, Dios espera que seamos distintos después de haber estado en el mundo, aunque quedemos despellejados. La vida es una experiencia que sólo nos sirve a cada uno, el mundo se ríe de nuestros afanes.

Después de haber leído algo sobre las filosofías más notables que mueven la humanidad, concluyo que somos actores en un sueño de alguien, o protagonistas de una obra que sólo nos deja la marca del papel representado, y que nada podemos hacer para cambiar el libreto.  Menos mal que Dios nos dió lágrimas.

La sabiduría es un logro que lo da el pulimento del alma, nunca antes; mientras tanto, seremos esfoliados con cepillos de piedra. No obstante, hay quienes disimulan la sabiduría y optan por asumir una actitud despreocupada.

lunes, 1 de septiembre de 2014

LAS PRINCESAS DE HOY, HIJAS DE NANAS SERVILES

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 Es frecuente escuchar expresiones como: “Mi princesita”, “Qué princesita más linda eres”, y me llama la atención, que en estos tiempos de la comunicación digital, haya surgido una especie monarca, independientemente del linaje.

Es un fenómeno social, en todas partes hay princesas y príncipes,  y muchos ya van llegando a la edad adulta, que seguirán reinando en una corte familiar de muy diversas condiciones. Este fenómeno no es sólo una expresión verbal, contiene comportamientos específicos, se asume desde una postura física, muy sexy por cierto, con actitudes de superioridad que no había visto en gente tan joven. 

Es muy frecuente ver en El Metro, como las madres jóvenes, -y abuelas inclusive-, que van con niños, les conceden el asiento y ellas van de pie. Una manera de decirles, "ustedes son los príncipes y yo soy la nana", por no usar el popular término de cachifa. El asunto es tan grave que estos niños, asumen un total merecimiento de ser tratados como la realeza, y se constata como en todas las edades, ocupan asientos cuando hay ancianos que van de pie. 

Las madres no están educando a sus hijos para que sean seres humanos conscientes, sino como reyezuelos, en quienes la nobleza brilla por su ausencia, porque sé de historias de reyes que les han exigido mucho a su hijos, precisamente porque son los herederos del reino, y deben ser sabios para poder gobernar de manera justa.  

Se ha producido un fenómeno social de lo más extraño, porque los cuentos de hadas están en decadencia, al menos como eran percibidos en mi infancia, cuando las niñas creíamos que un príncipe azul estaría en nuestro futuro, para amarnos para siempre, una especie de rescate heroico que convertía a las cenicientas en princesas. Ahora las hijas son princesas per se, sin que medie una reina progenitora, las madres de estas princesas no son Reinas, son personajes anónimos que sólo son la fuente de provisión para estas hijas, que se creen que se lo merecen todo, y en consecuencia, ni siquiera saben dar las gracias cuando alguien les otorga un beneficio.

Lo paradójico y llamativo del fenómeno es que no por ser madres de princesas, las progenitoras son apreciadas como reinas, no: las progenitoras son complacientes niñeras. Esto me recuerda un relato que me contó de manera muy divertida una amiga, resulta que mi amiga, que tenía una apariencia común y es morena, tenía una bebita muy blanca, como su padre, y le ocurría con frecuencia que las personas la confundieran creyendo que era la niñera, incluso, en una consulta con el pediatra, la secretaria le dice: "Por favor que pase la madre", ella se queda sin responder y la secretaria insiste: "Que pase la madre de la bebita", ella creía que mi amiga era la nana, lo cual es usual en estas consultas.  
 
 Esta es una anécdota perfecta para expresar la manera como percibo este proceso que hace de los hijos unos personajes de la realeza y sus madres, unas niñeras serviles. Por cierto, estoy haciendo referencia a niños venezolanos, hijos sin padre en casa, y madres que se revientan como chicharras para complacer sin medida a sus retoños.

¿Qué oculta este comportamiento materno?, ¿son madres que se proyectan en sus hijas porque no fueron princesas en su infancia?, ¿tienen alguna culpa escondida por traer al mundo hijos sin padres estables?, ¿es un alarde de heroísmo maternal?, o simplemente ¿una moda asumida como animalitos entrenados en un laboratorio?. Creo que es todo esto y mucho más.

Aún cuando tenemos buenos logros en las leyes que regulan la familia, la dinámica familiar aún tiene carencias de sustento ético. 

Cuando era niña me dijeron que no aceptara nada de los extraños, -buena medida, los extraños pueden ser peligrosos-; pero cuando alguien amigo me daba algo, mi madre me decía: “¿Cómo se dice?”, GRACIAS, ¡palabra mágica!, no sólo para los oídos del otro, sino porque enriquece la conciencia propia, y nos ubica en el lugar al que pertenecemos, no somos nada y somos todo, la humildad crea un estado de riqueza interna invaluable.

La verdad es que no sé cómo una sociedad podrá dirigir su destino, con niños, jóvenes y ya algunos entrados en la edad adulta, llenos de ínfulas, de creer que se lo merecen todo, sin reconocer la dignidad de los demás. Es obra de los adultos de hoy, quienes han perdido el criterio de la educación y la formación de las nuevas generaciones para la buena convivencia, y básicamente para su desarrollo personal y espiritual.

Me atrevo a afirmar que esta generación de princesas no hacen referencia a la monarquía ni a los cuentos de hadas, como supuse inicialmente, aunque esto es un maravilloso telón de fondo. Esta profusión de princesas hace referencia al deseo inconsciente de convertirse en Reinas de Belleza. Basta observar las fotos que estas niñas publican, invariablemente está presente el artificio de la pose, donde proyectan imágenes sugerentes, muy estudiadas, como si se tratara de un casting publicitario. El sex-appeal, que debería ser un aditivo natural, y un asunto de apreciación subjetiva, se ha convertido en una cualidad sine qua non para las jóvenes de hoy, cuya plasticidad las muestra muchas veces, de manera patética. 

Estas princesas no saben agradecer, y menos pedir disculpas, sus prioridades están por encima de todo lo demás, creen que el mundo está a sus pies, por lo tanto, el otro es un súbdito; valdría la pena estudiar el fenómeno pues no me cabe duda de que los problemas que esto engendra no serán pocos, no sólo por la incapacidad para relacionarse con los demás, sino por lo que implica la exacerbación de los atributos sexuales a tan prematura edad. 

 Con esta distorsión, atropellan la oportunidad de convertirse en personas. Son princesas no porque en sus hogares reine un ambiente de nobleza (Léase el cuento de hadas: "El espinazo mágico", el cual trata de un rey venido a menos, que mantiene una hermosa familia llenas de niñas tocadas con hermosas coronas doradas y un trato amoroso y noble), sino porque se proyectan como reinas de belleza, un arquetipo de estirpe venezolana, que está minando la mente de viejos y jóvenes. Aún cuando esta apreciación no significa que yo esté en contra de estos certámenes, los cuales disfruto sin prejuicio, considero que es muy negativa la colectivización del deseo narcisista y la imposición en la familia de especímenes a quienes hay que rendirles pleitesía.  

 En contraposición a este anhelo, la belleza física se ha convertido en una fuente de cuestionamiento y rebeldía, y es frecuente que en las redes sociales aparezcan fotos de niños con minusvalías notables, o niños de piel negra, con textos desafiantes que exigen un Me Gusta, o de lo contrario somos discriminadores. Qué falta de respeto para estos niños, que no tienen nada que ver con las patrañas de gente acomplejada, que insiste en reconocerse como bellos de una manera enfermiza. Pero, la locura es libre. 

jueves, 20 de marzo de 2014

LA PAZ



“ Prefiero una libertad peligrosa
que una esclavitud tranquila”
Simón Bolívar     


No creo que exista una sola persona en el mundo, que teniendo un mínimo de razonamiento, no desee la Paz. El problema es que hay quienes no tienen un mínimo de razonamiento, a quienes les disgusta la paz, tal vez les parece aburrido; personas muy bien adaptadas a ambientes violentos, que les parece el caos un mundo ideal, que utilizan su capacidad de raciocinio para el mal y cuya vocación es la delincuencia organizada o no. Aparte de éstos tenemos que contar con otros que poseen serios trastornos de personalidad, psicópatas, pederastas y otros parafílicos.

Pareciera que hablar de violencia es hablar de cultura, de historia, de causas, y en este tema podríamos encontrar mucho material en Venezuela; sin embargo, como en todos los lugares del mundo, aquí también hemos tenido ciudadanos excelentes, desde los que han tenido alto nivel intelectual, escritores, poetas y hasta políticos como Jesús María Vargas, hasta lo más interesante, gente del pueblo con valores de honestidad y buena convivencia. He de resaltar el término honradez, palabra muy usada en años pasados por quienes tenían la posibilidad de tener empleadas domésticas, cuando descubrían que dicho personal eran de madera fina, es decir, empleadas correctas, a prueba de tentaciones.

Por lo tanto, no existe argumento económico que justifique el comportamiento delictivo, aunque ya hemos leído historias sobre quien roba un pedazo de pan, en condiciones extremas de pauperismo.

Como podemos darnos cuenta, el tema de la paz no es un tema directo, aislado, puro, antes de llegar a él, nos tenemos que adentrar en las circunstancias más obscenas del ser humano, en sus necesidades, sus capacidades, valores y especialmente en lo que conocemos como: El Sistema.

El Sistema es el orden legal, político, económico y social, sobre el cual se moviliza una sociedad, lo cual se desprende del compendio de valores. Una sociedad que aprecie el trabajo, la libertad y los derechos humanos, no podrá generar actividades de explotación humana como la esclavitud contemporánea, que ya se ha descubierto en los sistemas laborales de China, India y Dubai. 





Sorprende que los territorios que se están destacando como los espacios de la manufactura, industria y producción del mundo, sean precisamente los países donde la violación de los Derechos Humanos sean un modus operandi cotidiano. Todo se basa en un sistema de coerción, secuestro y amenaza que ocurre y pasa desapercibido hasta en occidente.

Duele saber que los productos que adquirimos en tiendas de occidente sean elaborados por personas degradadas, manipuladas, sometidas, y robadas en sus más elementales derechos, puesto que a muchos extranjeros les sustraen los pasaportes y otros documentos a fin de esclavizarlos con mayor seguridad y eficacia. 

Hemos de convenir entonces que una sociedad basada en una economía esclavista, ya bastante superada en occidente, no es pacífica realmente, aunque los esclavos se sometan, porque hay un dolor, una herida, que vibra en esa realidad, que pronto o más tarde explotará.

La complejidad de factores que inciden en un estado de paz, hacen que se enlacen y conduzcan a una diversidad de manifestaciones, desde la cooperación hasta el descontento.

No puede haber paz sin la correspondencia con aceptables condiciones del Sistema. Una sociedad polarizada donde el negocio económico favorece a unos y desgracia a otros, no puede tener paz, en algún momento ese desequilibrio se manifiesta.

No me voy a remontar al momento en el cual surgió la paz como valor social, porque igual puede perderse en la noche de los tiempos, no obstante, podríamos decir que es una aspiración bastante reciente, podríamos poner como hito el surgimiento del Premio Nobel de La Paz ocurrido en 1901.

Mucho ha costado definir la paz, incluso por mucho tiempo se definía como la ausencia de guerra, no estaban muy claras sus características, por ello llegábamos a concluir que la paz era realmente muy escasa en el mundo, siempre había algún lugar en el mundo, que estaba en guerra.

Hoy tenemos mejores indicadores de paz, y ello porque nos hemos dado cuenta que la paz no es una condición que se decreta, ni se logra por acuerdos, ni se alcanza por amedrentamiento, y menos por represión de las manifestaciones genuinas de los pueblos. La paz en sí misma no es independiente, no es simplemente ausencia de violencia, ya que ésta surge a su vez, respondiendo a otros factores. Quien se proponga la paz tendrá que promover la justicia en todos sus órdenes, asumir leyes correctas, promover el respeto, y ser responsable del compromiso social que ha asumido, y me refiero a los gobiernos que administran el Estado.

La paz puede ser un valor, un anhelo, pero en la práctica, es básicamente el resultado de las condiciones humanas, filosóficas, económicas, sociales, psicológicas y hasta espirituales de una sociedad, que nadie se llame a engaño con discursos de paz donde exista hambre, abusos, carencias, limitaciones, delincuencia y corrupción.  

La única manera de alcanzar ese estado de plenitud y de seguridad, es a través del alcance de ciertas condiciones de vida, en las cuales se incluyen los más elementales protocolos para satisfacer las necesidades básicas y complementarias.

No cabe duda que cuando la insatisfacción de una colectividad llega a tocar la necesidades básicas y el riesgo o vulnerabilidad de la vida, el asunto se torna complicado, porque a esas alturas, ya se han socavado las necesidades más sofisticadas de la sociedad, como la educación, la libertad de expansión, las oportunidades de crecimiento profesional, la recreación, y muchas otras necesidades que hablan de sociedades complejas. Cuando el círculo se va cerrando y llega a cercar las condiciones más elementales, por supuesto que la paz deja de ser ese manto que abraza a todos los sectores de una sociedad.

Por lo tanto, la Paz genuina sólo se alcanza con una administración gubernamental sana, con la promoción de libertades económicas, con la satisfacción de las necesidades sociales por medios pulcros y transparentes, con la restitución de los derechos, con el ejercicio de la justicia, y especialmente con el desarrollo de una cultura de convivencia y de solidaridad mutua.  Una sociedad que se sienta identificada en un gentilicio amplio, diverso y respetuoso podrá alcanzar condiciones notables de paz.  

Los estados de guerra, de intranquilidad o de ingobernabilidad están repletos de violencia, porque ya es violento el abuso de los cuerpos dominantes y el estado de insatisfacción que generan.

La dominación ancestral que ha caracterizado el poder de unos sobre otros, es más intenso que el dominio que ejerce un Macho Alfa sobre la manada, ya que al instinto humano, se agregan componentes psicológicos, que se tornan complejos y aberrados, pero su origen no es ni más ni menos que un instinto arraigado en una fuerza animal, compaginada con una ambición nada decorosa.

Quizá la Paz sea una sólida promesa hoy, tal vez sea un proceso que ya esté comenzando, en la piel y en las garras de animales salvajes que están reaccionando de manera amistosa ante el hombre y otros animales, que antes serían considerados sus presas. Tal vez la transformación de este carácter depredador, sean señales de una nueva condición animal, que redunde en cambios en los humanos. Tal vez dentro de poco, nos liberemos de las cargas agobiantes de nuestras necesidades y de la ansiedad por poseer riquezas, poder e inmunidad. Un mundo feliz que ninguna ideología ha logrado establecer, lo cual, -no me cabe duda-, parte de un elevado y verdadero componente espiritual.