“ Prefiero una
libertad peligrosa
que una esclavitud
tranquila”
Simón Bolívar
No creo que exista una sola persona
en el mundo, que teniendo un mínimo de razonamiento, no desee la Paz. El
problema es que hay quienes no tienen un mínimo de razonamiento, a quienes les disgusta
la paz, tal vez les parece aburrido; personas muy bien adaptadas a ambientes
violentos, que les parece el caos un mundo ideal, que utilizan su capacidad de
raciocinio para el mal y cuya vocación es la delincuencia organizada o no. Aparte
de éstos tenemos que contar con otros que poseen serios trastornos de
personalidad, psicópatas, pederastas y otros parafílicos.
Pareciera que hablar de violencia es
hablar de cultura, de historia, de causas, y en este tema podríamos encontrar
mucho material en Venezuela; sin embargo, como en todos los lugares del mundo,
aquí también hemos tenido ciudadanos excelentes, desde los que han tenido alto
nivel intelectual, escritores, poetas y hasta políticos como Jesús María
Vargas, hasta lo más interesante, gente del pueblo con valores de honestidad y
buena convivencia. He de resaltar el término honradez, palabra muy usada en
años pasados por quienes tenían la posibilidad de tener empleadas domésticas,
cuando descubrían que dicho personal eran de madera fina, es decir, empleadas correctas,
a prueba de tentaciones.
Por lo tanto, no existe argumento
económico que justifique el comportamiento delictivo, aunque ya hemos leído
historias sobre quien roba un pedazo de pan, en condiciones extremas de pauperismo.
Como podemos darnos cuenta, el tema
de la paz no es un tema directo, aislado, puro, antes de llegar a él, nos
tenemos que adentrar en las circunstancias más obscenas del ser humano, en sus
necesidades, sus capacidades, valores y especialmente en lo que conocemos como:
El Sistema.
El Sistema es el orden legal,
político, económico y social, sobre el cual se moviliza una sociedad, lo cual
se desprende del compendio de valores. Una sociedad que aprecie el trabajo, la
libertad y los derechos humanos, no podrá generar actividades de explotación
humana como la esclavitud contemporánea, que ya se ha descubierto en los
sistemas laborales de China, India y Dubai.
Sorprende que los territorios que se
están destacando como los espacios de la manufactura, industria y producción
del mundo, sean precisamente los países donde la violación de los Derechos
Humanos sean un modus operandi
cotidiano. Todo se basa en un sistema de coerción, secuestro y amenaza que
ocurre y pasa desapercibido hasta en occidente.
Duele saber que los productos que
adquirimos en tiendas de occidente sean elaborados por personas degradadas,
manipuladas, sometidas, y robadas en sus más elementales derechos, puesto que a
muchos extranjeros les sustraen los pasaportes y otros documentos a fin de
esclavizarlos con mayor seguridad y eficacia.
Hemos de convenir entonces que una
sociedad basada en una economía esclavista, ya bastante superada en occidente,
no es pacífica realmente, aunque los esclavos se sometan, porque hay un dolor,
una herida, que vibra en esa realidad, que pronto o más tarde explotará.
La complejidad de factores que
inciden en un estado de paz, hacen que se enlacen y conduzcan a una diversidad de manifestaciones, desde la cooperación hasta el descontento.
No puede haber paz sin la
correspondencia con aceptables condiciones del Sistema. Una sociedad polarizada
donde el negocio económico favorece a unos y desgracia a otros, no puede tener
paz, en algún momento ese desequilibrio se manifiesta.
No me voy a remontar al momento en
el cual surgió la paz como valor social, porque igual puede perderse en la
noche de los tiempos, no obstante, podríamos decir que es una aspiración
bastante reciente, podríamos poner como hito el surgimiento del Premio Nobel de
La Paz ocurrido en 1901.
Mucho ha costado definir la paz,
incluso por mucho tiempo se definía como la ausencia de guerra, no estaban
muy claras sus características, por ello llegábamos a concluir que la paz era
realmente muy escasa en el mundo, siempre había algún lugar en el mundo, que
estaba en guerra.
Hoy tenemos mejores indicadores de
paz, y ello porque nos hemos dado cuenta que la paz no es una condición que se
decreta, ni se logra por acuerdos, ni se alcanza por amedrentamiento,
y menos por represión de las manifestaciones genuinas de los pueblos. La paz en
sí misma no es independiente, no es simplemente ausencia de violencia, ya que
ésta surge a su vez, respondiendo a otros factores. Quien se
proponga la paz tendrá que promover la justicia en todos sus órdenes, asumir
leyes correctas, promover el respeto, y ser responsable del compromiso social
que ha asumido, y me refiero a los gobiernos que administran el
Estado.
La paz puede ser un valor, un
anhelo, pero en la práctica, es básicamente el resultado de las condiciones
humanas, filosóficas, económicas, sociales, psicológicas y hasta espirituales
de una sociedad, que nadie se llame a engaño con discursos de paz donde exista
hambre, abusos, carencias, limitaciones, delincuencia y corrupción.
La única manera de alcanzar ese
estado de plenitud y de seguridad, es a través del alcance de ciertas
condiciones de vida, en las cuales se incluyen los más elementales protocolos
para satisfacer las necesidades básicas y complementarias.
No cabe duda que cuando la
insatisfacción de una colectividad llega a tocar la necesidades básicas y el
riesgo o vulnerabilidad de la vida, el asunto se torna complicado, porque a
esas alturas, ya se han socavado las necesidades más sofisticadas de la
sociedad, como la educación, la libertad de expansión, las oportunidades de crecimiento
profesional, la recreación, y muchas otras necesidades que hablan de sociedades
complejas. Cuando el círculo se va cerrando y llega a cercar las condiciones
más elementales, por supuesto que la paz deja de ser ese manto que abraza a
todos los sectores de una sociedad.
Por lo tanto, la Paz genuina sólo se
alcanza con una administración gubernamental sana, con la promoción de
libertades económicas, con la satisfacción de las necesidades sociales por
medios pulcros y transparentes, con la restitución de los derechos, con el
ejercicio de la justicia, y especialmente con el desarrollo de una cultura de
convivencia y de solidaridad mutua. Una
sociedad que se sienta identificada en un gentilicio amplio, diverso y
respetuoso podrá alcanzar condiciones notables de paz.
Los estados de guerra, de
intranquilidad o de ingobernabilidad están repletos de violencia, porque ya es
violento el abuso de los cuerpos dominantes y el estado de insatisfacción que
generan.
La dominación ancestral que ha
caracterizado el poder de unos sobre otros, es más intenso que el dominio que
ejerce un Macho Alfa sobre la manada, ya que al instinto humano, se agregan
componentes psicológicos, que se tornan complejos y aberrados,
pero su origen no es ni más ni menos que un instinto arraigado en una fuerza
animal, compaginada con una ambición nada decorosa.
Quizá la Paz sea una sólida promesa hoy, tal vez sea un proceso que ya esté comenzando, en la piel y en las garras de animales salvajes que están reaccionando de manera amistosa ante el hombre y otros animales, que antes serían considerados sus presas. Tal vez la transformación de este carácter depredador, sean señales de una nueva condición animal, que redunde en cambios en los humanos. Tal vez dentro de poco, nos liberemos de las cargas agobiantes de nuestras necesidades y de la ansiedad por poseer riquezas, poder e inmunidad. Un mundo feliz que ninguna ideología ha logrado establecer, lo cual, -no me cabe duda-, parte de un elevado y verdadero componente espiritual.
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