domingo, 18 de abril de 2010

SOMOS VAMPIROS

Cuando escribía el post anterior me quedé pensativa, hurgando en esa condición humana de ser contaminados por las personas con las cuales nos relacionamos. De allí la importancia de estar rodeados de ambientes sociales sanos.

Me refiero a que en la infancia somos inevitables dependientes del ambiente mental y emocional que nos circunda, los cuales van a ser parte de nuestra constitución emocional, especialmente cuando  estamos en contacto directo y permanente.

En la especie humana existen depredadores de humanos, tanto los que se apoderan, exterminan, y someten a los demás, como los que vampirizan a sus víctimas. En el primer caso, basta leer la historia de los llamados "conquistadores", que sólo fueron depredadores de culturas y pueblos, son ejemplos: Alejandro Magno,  Hitler.

En el segundo caso,  los que vampirizan a sus víctimas legándoles su condición, como por ejemplo, la "conquista" de los españoles en América, que dejaron su impronta depredadora, manifiesta en los latinoamericanos de hoy, como el "síndrome del conquistador-conquistado", por el cual todos quieren ser conquistadores. 

Un caso típico de vampirismo es la pederastia, tan sonada en los últimos tiempos, porque ya llegó la hora de descubrir lo que esté oculto.

Estos seres se alimentan de la indefensión, de la inocencia, y de la energía virginal de sus víctimas, a quienes les roban la posibilidad de ser personas sanas y hasta felices.

Este depredador se engulle la inocencia de los niños, a través del  abuso sexual tanto a hembras como a varones, porque no les importa el  sexo  de la víctima, se trata de genitalidad sádica y burda, dejándoles contaminados con esa misma enfermedad, la cual se transmite como si fuese un virus, y a menos que sea tratado  con asertividad, el afectado, es un potencial pederasta que estará al acecho esperando su oportunidad, o se verá oprimido por un trauma que tarde o temprado hará eclosión en su interior. 

Pero es el caso de que en cada pederasta hubo un niño abusado, es como la contaminación del vampiro que inocula su condición transmitiéndole a la víctima su vampirismo. Al nacer somos plastilinas en manos de quien nos moldee, y seguimos siendo esponjas super absorbentes, que si no se posee  alguna fortaleza crítica,  se incorporan las sugerencias del entorno, de ello se han aprovechado los políticos, el comercio y la educación.

Que bueno sería que pudiéramos transmitir mucho más intensamente un contagio de amor sano, estímulos creativos y positivos, alegría y compasión, productividad y respeto, libertad y privacidad, confianza y fe, hay muchas cosas bellas que podemos transmitir en una  buena y colectiva "confabulación de amor", como decía alguien hace muchos años y que en estos momentos no recuerdo su nombre, pero que me dejó lo mejor, su idea.

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