miércoles, 30 de junio de 2010

DEVUELVEME MIS BESOS


¿No les ha pasado que un día tocan un objeto y de inmediato se les quiebra, se  parte o descompone en sus manos?, puede ser el pomo de una puerta que se desprende apenas lo agarras, o el botón de un aparato que se sale... No es tu culpa, pero todo indica que tu lo dañaste.

La verdad es que eran cosas que ya estaban dañadas, que sólo bastaba un toque para que terminaran de estropearse. Así es el corazón humano, nunca sabemos cómo lo tenemos, emprendemos una relación, y al fracasar pensamos que fue aquella persona la  única responsable de volvernos trizas. 

Esto no significa que esa persona no hubiera contribuído en algo. Sólo estoy poniendo la lupa en el daño  emocional que tenemos, previamente. No cabe duda que hay depredadores que devastan a los demás en estos ámbitos, pero eso afecta más o menos, según tengamos más o menos capacidades emocionales.

Quedamos enganchados en las penas, los recuerdos, en lo feliz que hubiéramos sido, y resulta que ni con esa, ni con otra persona hubiera sido diferente, porque ya teníamos un daño hecho. Casi todos padecemos de ese mal, de un dolor antiguo, de un abandono, de una traición, y cuando danzamos al compás de la música amorosa, nos pisan o pisamos los pies de la pareja, sin darnos cuenta que ya estábamos chuecos antes de empezar a bailar.

No nos llamemos a engaño, en las relaciones de pareja se saldan las cuentas del pasado, porque son las que requieren más entrega, más intimidad, más lealtad.    

Es prudente revisarnos, conocernos y detectar qué tan fuertes tenemos nuestras defensas emocionales, nuestras resistencias a  los virus sentimentales, a fin de que si emprendemos una nueva relación estémos conscientes de cómo entramos a ella y cómo salimos.  Como cuando vamos a la peluquería, sabemos cómo estábamos antes y cómo quedamos después.

Cuando vivimos una separación de pareja, podemos quedar devastados, y lo más desconcertante es que no sabemos realmente cuáles fueron las causas, condiciones, antecedentes y cómo salimos de esa vivencia.

Esta sensación dolorosa puede ser muy buena para  los poetas y artistas, para hacer una canción,  como lo logra tan magistralmente Juan Gabriel, en Hasta que te conocí, pero en la práctica, poco podremos sanarnos, conocernos, si nos centramos sólo en el otro y no en nosotras.

Aqui está Juan Gabriel con una letra conmovedora, que habla de una persona que tenía un corazón enterito y alguien se lo rompió.  Él sabía de dulzura, de cariño, jamás sufrió y en cuanto la conoció entró en desgracia. Disfrútenlo, pero sepan que no es precísamente así.


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