Como ya hemos visto, la libertad en este mundo de humanos depredadores de humanos, viene a ser una conquista, un derecho que se logra, que se adquiere y que por ello también se puede perder.
Hay muchas maneras de definir esta libertad adquirida, la más generalizada es la capacidad o la condición que tiene una persona para realizar cualquier cosa que desee, por supuesto bajo ciertos controles de respeto al derecho ajeno.
Como todo en este mundo, es un concepto que implica límites, ya que en definitiva se trata de un acuerdo social que hace énfasis en una posibilidad, en la apertura hacia la creatividad.
Hemos de saber que como toda concepción humana, posee un aspecto luminoso y otro oscuro, y para mantenerse en el primero es necesario el equilibrio de las emociones, aspiraciones, y toda manifestación ansiosa. Cuando se traspasan los límites se manifesta su lado oscuro, el libertinaje que a la vez conducirá a su opuesto, la reacción dictatorial o represiva, la pérdida de libertad.
Es un círculo vicioso, que funciona a través de un ciclo patológico, que insiste en repetirse.
Cuando la libertad está madura se convierte en Autonomía, una concepción más elaborada del proceder humano en libertad, ya que ésta incorpora los compromisos y las consecuencias del hacer.
La lucha por la libertad ha desarrollado aspectos puntuales, como la libertad de expresión, libertad de cultos, libertad condicional, libertad sexual, libertad de tránsito, libertad de organización, libertad económica y muchas más, cada una de las cuales adquiere un cuerpo de argumentaciones, se apoya en acuerdos institucionales y requieren un celo permanente.
Nuestra mayor riqueza será la Libertad Interior, cuando no estamos sometidos a ataduras del pasado, tanto a remordimientos, rencores, recuerdos desagradables, diálogos mentales insistentes llenos de rabia, miedo o tristeza, como a apegos melancólicos y remembranzas de tiempos mejores. Porque no hay mayor libertad que estar libres de nosotros mismos.
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