jueves, 18 de agosto de 2011

LA LIGA DE LA PANTALETA ESTÁ ESTIRADA

Cuando era niña, todas las pantaletas eran de algodón, tenían una liga que, a la larga se estiraba y las mamás de entonces sustituían la vieja liga ya exhausta por una liga nueva, y sentíamos que la estrenábamos otra vez.

Esta imagen se me antoja a propósito de la manera como se han estirado los conceptos, percepciones, valores y demás componentes de la moral de las sociedades occidentales, las cuales según mi criterio, requieren ser acomodadas.

La moral es el conjunto de ideas que regulan el comportamiento social, orientan sobre lo que cada cultura considera como bueno y malo; tiene componentes procedentes de la religión y aditivos extraídos del pensamiento laico, o civil, mezcla que ha causado no pocas tensiones. 

Desde finales de los sesenta, las sociedades occidentales han tenido que generar un nuevo tipo de tolerancia, incluso por el hecho de que la música, la moda en el vestir y los afeites de los jóvenes eran capaces de impresionar mucho a los adultos mayores.

Hemos visto que, habiendo sido la moral básicamente elaborada por la iglesia para controlar a sus feligreses, las sociedad civil fue aportando cuestionamientos que lograron incorporar elementos, incluso sustituir muchos de sus componentes.

La moral entonces, es un conjunto de valores que la sociedad transmite a sus integrantes y su incumplimiento tiene carácter punitivo; el qué dirán, la crítica social adversa no es un reto que nadie aspira, aunque como hay de todo en la viña del Señor, hay quienes les agrada llamar la atención al violar dictámenes morales.

Vemos entonces que la moral es impuesta desde afuera, es heterónoma, la imponen los adultos, los maestros, las autoridades y hasta las leyes, porque contemplan artículos que protegen la moral y las buenas costumbres, aunque básicamente se transmite a través de la familia, la escuela y los grupos de pertenencia, está inscrita en la informalidad.

Si le damos un repaso a la moral de nuestros padres, encontraremos mucha diferencia con la moral de nuestra generación, y muchísimo más con la de nuestros hijos. Esto nos dice que la sociedad cambia sus puntos de vista y genera nuevos códigos de comportamiento, pero también nos dice que las sociedades han experimentado cambios muy drásticos en los últimos cincuenta años.

Los años sesenta marcaron un hito, la liberación femenina, el amor libre, la pildora anticonceptiva, fueron percutores de cambios drásticos que mandaron el valor de la virginidad al baúl de los recuerdos, lo cual estremeció directamente a la familia. Estos cambios no contaban con el abrumador desarrollo tecnológico que pusieron a las sociedades en otros espacios de comunicación, para llegar hoy a tener una sociedad que desde mi punto de vista no posee la tecnología, sino que está peseída por ella.

Recuerdo la reflexión de Facundo: "... El conquistador por cuidar su conquista se transforma en esclavo de lo que conquistó"

Llama la atención que precisamente haya sido el sexo el centro de los cambios más notables, y sin embargo hoy, después de cincuenta años, las incertidumbres recubren las relaciones de pareja, y siguen siendo un misterio, y aunque la mujer, la mayor protagonista de los cambios, haya alcanzado satisfacciones personales en el ámbito profesional, en el ámbito emocional sigue sufriendo muchas insatisfacciones. Los hombres no se quedan atrás en este desamparo afectivo. 

El horror de las nietas ante las experiencias contadas por sus abuelas y madres, sobre sus matrimonios súper disfuncionales, en los cuales soportaban maridos alcohólicos, sufrían maltrato doméstico, tenían que soportar un matrimonio sólo por la seguridad económica en un hogar de apariencias, en un escenario tecnológico cada día más estimulante nos ha llevado a concebir una moral bastante abierta.

Hoy, tenemos una gran variedad de morales, pero lo que está prevaleciendo en la juventud que no haya tenido un fuerte referente familiar, es a ampliar cada día más los criterios de lo bueno, se está imponiendo una libertad individual, que en el mejor de los casos está basada en: "con tal y no le haga daño a nadie, está bien". En días pasados vi en una televisora española un debate entre los que practican nudismo en las playas y quienes protestan porque aquellos han invadido espacios prohibidos para ello. 

El nudista argumentaba que él no le hacía daño a nadie y una persona que lo defendía, decía: "el que no quiera ver que aparte su mirada a otro lado". Por si fuera poco se atrevió a decir que la sociedad debería evolucionar, es decir, dejar de ser retrógrados; es paradójico, porque el nudismo nativo de los paises tropicales, es una práctica antiquísima.

Llegar al punto medio parece difícil, pero si siguen así, los nudistas invadirán todos los espacios para imponer esa práctica como uso cotidiano. Tal parece que cada día, a más personas les parece indiferente y conceden más libertad de ir como cada quien quiera; como dato les digo que en el plató sólo una persona le incomodaba el espectáculo nudista en lugares no permitidos.

Creo que cuando nos ubicamos en los asuntos externos sin considerar la esencia que tiene cualquier tema desde nuestro interior, caemos en la tendencia a imitar y apoyar comportamientos que siempre persiguen logros reivindicativos, logros externos, y que siempre nos dejan vacíos. Sospecho que el deseo de andar desnudos es una manera de rebelarse contra las convenciones sociales, pero que realmente la ropa no les molesta como quieren hacernos creer. 

Aunque no estoy en contra de esta práctica, siempre y cuando se circunscriba en los espacios permitidos, no puedo entender cómo es que toman esto como una bandera de luchas reivindicativas.
 
Me imagino que poder nadar y posar ante el sol sin ropa, debe producir sensaciones muy agradables, y todos tenemos derecho a experimentarlo, pero de eso a querer imponer espectáculos antiestéticos a los demás, ya es asunto de violación de los derechos ajenos.

Creo que el vestido es un asunto relacionado con dos ideas: la protección ante el frío, las agresiones ambientales, y la estética; por eso nuestros nativos visten holgadamente por el clima, pero se adornan profusamente.

Es de sabios tener una mente abierta, porque son muchos los cambios que vemos a diario; sin embargo, la tendencia ha sido a estirar tanto esa amplitud, que ya podemos ver la variedad de problemas que esto ha ocasionado, y vemos que tampoco tales cambios han dado mayor felicidad a la familia, ni a sus miembros individualmente.

 Veo con curiosidad que el argumento más utilizado en estas transformaciones, giran en torno al concepto de derecho, de reivindicación, en lugar de ser asumidas desde el debate creativo y consiliador.

La moral de antaño era una camisa de fuerza, fundamentada exclusivamente en reprimir "el pecado", ahora el estiramiento de la cuerda ha sido tal que la moral parece desdibujarse y las nuevas generaciones tienen pocos referentes que seguir. 

No hay nada más pernicioso que una infancia y adolescencia libre de orientaciones y disciplina, de allí la proliferación de adicciones, el enganche automático con la moda y el seguimiento inconsciente a cuanta publicidad exista. Es bastante común que ante opiniones adversas a esa tendencia siempre encontramos respuestas como esta: "abre tu mente", pero siempre depende, ante qué cosa abrirla y hasta dónde. 

La gente sensata de hoy ha optado por crearse una ética personal, la cual no imponen a otros, porque así se convertiría en moral, una ética que recoge criterios y valores de antaño, elementos humanistas modernos, propuestas civiles, y especialmente, se han podido agregar aspectos espirituales, que por fortuna han emergido de diversas corrientes filosóficas, que están sustentando una base de comportamiento responsable y que constituye de hecho el mejor referente de comportamiento, puesto que se basa en una ética autónoma, creada desde adentro, asumida como eje de vida, controlada y supervisada por sí mismo. Esto podría dar a las futuras generaciones un buen sustento moral. 

La tolerancia es vista por esta nueva ética, como una manera respetuosa de percibir al otro, aunque no signifique aceptación, y muchas veces signifique desagrado. Lo que nunca debe perderse es el criterio de que la libertad y el derecho de uno termina, en la línea donde comienza la libertad y el derecho del otro.

Mientras tanto, pienso en la liga de esa importante prenda íntima, que apretaba demasiado en el pasado y ahora la eslástica ya vencida no sostiene la prenda, y lo peor, no hay mamá que la repare de inmediato.

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