lunes, 15 de agosto de 2011

LA CRISIS DE LA ADOLESCENCIA, LA CRISIS DE LOS CUARENTA, LA CRISIS DE LA MENOPAUSIA

Con bastante frecuencia oímos hablar de La Crisis de determinadas edades, que suponemos son procesos misteriosos por los cuales atravezamos todos los seres humanos, sin embargo, no sé a ciencia cierta si estos momentos están sustentados en hallazgos empíricos, o al menos, en condiciones especiales que marquen esos momentos, como para ser considerados relevantes.

Conociendo además que muchos terapeutas se especializan en períodos específicos, dado que hay etapas innegables en la vida humana que requieren un tratamiento puntual, me resisto a creer que existen edades críticas sólo por pasar por ellas.

Hay psicólogos que se especializan en niños, en adolescentes, en adultos, y hasta en edad madura, pero también se especializan en parejas, familia, vocación profesional, y es que de esa manera resultan mucho más eficaces.

Tiendo a creer que la manera como la familia se relaciona, los valores y prioridades que trasmite a los hijos, las responsabilidades que les asignan, el comportamiento como ejemplo de ética, el seguimiento que los padres hagan a sus hijos, el soporte afectivo que los sustenta, junto a la calidad espiritual que se fomente y la condición personal de cada individuo, y en esto hablo de lo más personal y nato de una persona, son fundamentos básicos para evitar las tan famosas crisis de ciertas edades.

¿Por qué he de tener tanto cuidado al hablar con un adolescente, sólo porque está en una edad difícil?, ¿Qué dificultad etaria es la que está confrontando?. Creo que es la familia la que ha llevado a estos estados de desasociego, no la edad en sí misma.

Así llegamos a los cuarenta y viene de nuevo una espectativa de crisis, una amenaza que bien podríamos ahorrarnos, los hombres se comportan como imberbes, hacen lo que se habían perdido de hacer en su juventud, se liberan; las mujeres hacen lo propio y luego culpan a los cuarenta años que están cumpliendo, como si se tratase de un paso por Go del juego de Monopolio.

Creo que en cualquier momento de su vida, una persona puede decidir cambiarla, si es lo que desea, que llegar a los cuarenta no significa crisis, que si los adolescentes estuvieran bien ocupados en responsabilidades y tareas, verían con mejores ojos su mundo y a sus mayores.

La crisis de la menopausia, es un período de cambios físicos drásticos, el equilibrio hormonal nos juega unas pasadas terribles, hay mujeres que sufren más, y hasta llegan a deprimirse, lo cual es bastante pesado e inquietante, creo que la menopausia es tan dura como sensible haya sido la vida, quien tenga dolencias acumuladas puede resultarle peor, no obstante, hay buenos medicamentos naturistas que ayudan a pasarla; no hay necesidad de sustitutos hormonales.

Podemos seguir nombrando crisis, como la de la jubilación; ésta realmente no sería una crisis, si no fuera porque la vida anterior fue llevada al compás de la actividad horaria. De no ser así, se tomaría la jubilación como una nueva forma de vida.

Mis disculpas a quienes hayan tenido que vivir inevitablemente todas estas crisis, las cuales no entiendo, porque nunca las tuve, pero creo que la sociedad, la familia y las personas a fin de cuentas, están en la obligación de proporcionar a los descendientes un sustento emocional suficiente como para evitar estas ñoñerías, que siempre justifican flaquezas que no tienen nada que ver con la edad.

Cuando asumimos la vida en todas sus edades asumiendo los cambios naturales, tratando el impacto de una dolorosa menarquia y menopausia, informándonos más sobre nuestras potencialidades que sobre las amenazantes crisis, podemos llegar a todas las edades sin sufrir esas profesías, casi desconocidas antes de los años 50 del siglo pasado. En aquellos tiempos la vida era la vida, y tal vez los rigores de la supervivencia y la desinformación también mantenían a esa sociedad presa de pensamientos limitantes, la vejez llegaba rápido.

Hoy hemos exagerado el consentimiento y hasta tenemos el lujo de tener edades críticas, las cuales me he negado a protagonizar. 

La vida nos proporciona momentos difíciles sin necesidad de estar vinculado a un momento clave y las crisis existenciales nos atacan en el momento en que ponemos atención de nuestro interior, es la manera como nos relacionamos y cómo opera la rutina, lo que nos expone a determinados estados de ánimo, en los años 50 la familia se divertía unida y compartía los trabajos domésticos como un estilo de vida; esto estaba sustentado en la permanencia de la mujer en la casa, en aquellos tiempos no habían diferencias entre la infancia y la adolescencia, y la llegada de la mayoría de edad era recibida con responsabilidades indiscutibles.

Hoy, desde el nacimiento, el niño va a la calle, es educado por extraños, comparte con otros niños más que con los padres y hermanos, y así sigue, sintiéndose pertenecer a grupos no familiares, sin contar los nuevos grupos de pertenencia vinculados a las comunicaciones digitales.

Algo hay que componer en esta historia.   

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