Cuando leí en la Biblia que a Adán y Eva les prohibieron comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, y que si lo hicieran morirían, no podía entender que nadie advirtiera que eran los primeros seres creados, que no conocían la muerte, y por lo tanto, ¿cómo podía tener efecto esta advertencia en sus conciencias?, ¿o no tenían conciencia todavía?, ¿cómo podían temer a algo que desconocían?
Imagino a estos dos seres en ese Paraíso, de lo más cándidos, como niños, sin temer, sin sufrir, ni esforzarse por nada, tal vez era una vida aburrida, sin propósitos, metas, y en consecuencia sin logros.
Fue precisamente por desobedecer, que pudieron vivenciar un mundo lleno de desafíos y obstáculos, en cuerpos acaparados por las necesidades.
¿Puede decirse que estos personajes tuvieron libertad para escoger su destino?, ¿cómo podían ellos analizar las consecuencias de una posible desobediencia, cuando la vida que llevaban no les proporcionaba referencias al respecto?. La expulsión del Paraíso fue una reacción de Jahová que debió sorprenderlos, puesto que no tenían ni idea de que había un mundo allá afuera, y menos que sería tan duro.
Caigo en cuenta entonces, que las escrituras sagradas, las leyendas, los mitos, y todo tipo de sabiduría popular transmitida por la tradición oral, revelan medias verdades en medio de un contexto digamos engañoso, no explicito.
No es posible que Jehová sentenciara a sus criaturas a un castigo tan grande, cuando estos transgresores no habían sido bien informados de todos los componentes involucrados en el acto de desobedecer.
Hoy hemos logrado tal nivel de claridad, que la Bioética exige que los investigadores en ciencia y tecnología están obligados a proporcionar toda la información necesaria, a los posibles sujetos de sus experimentos, a fin de que éstos puedan tomar una decisión de cooperar o no, y en caso de que lo consientan, se comprometan a cumplir los pasos que el estudio requiere. El sujeto se convierte en un cooperador, es decir, está consciente de lo que hace y le hacen.
Inscrita en esta perspectiva, no puedo concebir que el destino de la humanidad haya estado pendiente de un hilo tan delgado, en un proceso tan oscuro, tan tramposo. Era lo que ocurría abiertamente en los laboratorios de investigación humana, antes de las declaraciones universales para la protección de sujetos de investigación, cuando los seres humanos eran tomados como conejillos de indias, abusados y desechados, sin poder opinar, como ocurrió en Tuskegee, EEUU, con una población masculina de afroamericanos contaminados con sífilis en el período 1932-1972.
Esta fue una vergüenza de la modernidad, porque ya se había descubierto la penicilina, y los científicos sólo querían observar todo el proceso de la enfermedad hasta la muerte; por lo tanto, no estaban interesados en proporcionarle medicamentos a estos enfermos.
Para mantener la investigación eran sometidos a engaños y les proporcionaban falsos tratamientos, mientras observaban el deterioro que la sífilis hacía en sus cuerpos. No nos admiremos de esto, ni creamos que es un fenómeno puntual, casos criminales como éste, han ocurrido en todo el mundo, éste fue conocido por la denuncia que se llevó a cabo, y que dio por concluído el proyecto por decisión del Congreso de ese país, después de un debate promovido por un diputado; en muchos lugares del mundo estas actividades han quedado sin ser documentadas y menos, publicadas.
Hoy existen lineamientos bioéticos en los países con derechos civiles, aunque detrás de bastidores se pueden estar cometiendo todo tipo de violaciones, y no tenemos forma de saberlo.
Este relato nos trae a colación una condición bioética sine qua non de la investigación: todo investigador que pretenda hacer estudios con humanos debe solicitar al sujeto, su colaboración, exponiéndole todos los riesgos y beneficios que recibirá o no por ello; en consecuencia le debe proporcionar toda la información que él requiera, incluso deben suministrarle datos y nombres de otros expertos en la materia, con quien pueda aclarar dudas sobre todos los pormenores del proceso, de tal manera que pueda tomar una decisión muy bien sustentada. Se considera además, que aún después de haber consentido y de estar participando en la investigación, el sujeto tiene derecho a retirarse, siempre y cuando se preserven las previsiones de esa suspensión, y que ese retiro no le cause daños a la persona.
Este requisito es conocido como: CONSENTIMIENTO INFORMADO. Es un procedimiento que le da al sujeto el reconocimiento de su autonomía, del valor que tiene su decisión, y del respeto que merece su voluntad individual.
Ahora yo me pregunto: ¿tuvieron Adán y Eva el beneficio del Consentimiento Informado?, y no me refiero a que fueron conejillos de indias, sino a que la prohibición no estaba respaldada por suficiente información. Esto me lleva a suponer varias hipótesis:
1- Que a la historia bíblica le faltan detalles, que no está bien contado. Es posible que Adán y Eva estubieran bien informados de lo que suponía la muerte, aunque nunca la hubieran visto, pero no se relata en la historia.
2- Que Jehová preparó todo el escenario sin contar con la voluntad de ellos. Más o menos como hacían los padres de antaño con sus hijos, a quienes sometían a sus caprichos y decisiones.
3- Que este proceso tenía y sigue teniendo un sentido oculto para el hombre, un objetivo ulterior que debían desconocer, a fin de alcanzar una superación verdadera a través de la experiencia terrenal. Si les dices al estudiante las preguntas que van para examen, es corrupción, el alumno debe estudiar toda la materia y responder las preguntas que el maestro exija.
4- Que no hubo tal Paraíso, y que esta historia es sólo una manera de explicarnos el mal, atribuído a un desliz de los primeros padres, cuya mancha la humanidad aún sigue pagando.
En cualquier caso el origen del mal es un misterio, sólo sabemos que forma parte de nuestra estructura psíquica, y que gracias a los aportes de Freud, sobre los conceptos conciente e inconciente, y luego con los que incorporó Jung con los arquetipos, tenemos una idea bastante aproximada de la lucha interna entre dos fuerzas: el bien y el mal.
De aquí podemos extraer entonces un concepto que ha estado pululando en este tema: el Libre Albedrío. El consentimiento informado es una reverencia al libre albedrío porque sin información y reflexión no puede darse un libre albedrío, porque la libertad requiere justicia, cuando un sujeto accede a someterse a un experimento sin suficiente información, su albedrío no es libre, está prisionero en la ignorancia, y su elección es falsa, no es genuina.
Tener libre albedrío, es estar bien informado de las posibles consecuencias de una decisión, por eso podemos hacer elecciones de todo tipo, pero preguntémonos: ¿tomamos decisiones en libertad?.
Yo tiendo a responder que no, son muchas las decisiones que tomamos guiados por el capricho, el gusto, la conveniencia, la costumbre, la impaciencia, los valores de la sociedad, y todas son decisiones inconscientes. Esto lleva por caminos inesperados, dolorosos, es como un ensayo-error, que cuando no nos conduce a la reflexión, sólo es una reacción, una respuesta condicionada. Nos enamoramos, nos casamos, nos desilusionamos, nos divorciamos y si no tomamos en serio el caso, podemos seguir en un comportamiento signado por motivaciones que seguirán conduciendo al fracaso.
Hay quien reflexiona, revisa, compara, estudia, busca opciones, lee; es decir, se documenta, se conoce, se analiza, y se informa para luego aplicar su verdadero Libre Albedrío.
Podemos concluir entonces que la humanidad no tiene libre albedrío per se, que el libre albedrío es un logro, que es un estado que se alcanza con el empoderamiento del ser, cuando hemos dado el salto consciente, cuando despertamos del sueño inconciente de la vida, en el cual permanecemos aunque tengamos los ojos abiertos.
Se dice que el 80%, -sólo por dar un número-, de nuestros actos, decisiones y acciones son inconscientes, es por ello que llegamos a casa desde el trabajo y no sabemos cómo, todo lo hicimos automáticamente, así hacemos la mayoría de las cosas, por eso cuando fui a un taller sobre crecimiento personal y oí: "toda tu vida ha sido tu elección", me rebelé, no es así, yo no he elegido el dolor; ¿qué pasaba, esto es un juego de palabras?, me dí cuenta que yo sí había elegido, pero inconscientemente, es decir, sin libertad, a ciegas, sin Libre Albedrío. Por otro lado, no había elegido el dolor, éste era sólo la consecuencia de las elecciones que había tomado.
El libre albedrío es un concepto utilizado por las religiones para acentuar la responsabilidad personal ante las fuerzas del bien y del mal, sin embargo, la ciencia ha proporcionado valiosos aportes sobre el funcionamiento de nuestro cerebro y de nuestra psiquis, que aclaran que el ser humano no es un ser naturalmente libre para elegir, que lo hace motivado por múltiples factores inconscientes y por los aspectos que le condiciona su cultura particular.
Es prudente tener en cuenta, que el ejercicio del libre albedrío NO es un seguro infalible contra los problemas, no nos salva siempre de vivencias dolorosas, porque la vida es incertidumbre; pero al menos con esta autonomía, podemos asumir mejor las consecuencias de nuestras decisiones y estar en condiciones de replantear acciones en los conflictos. Eso es asumir con liderazgo la vida, y no sentirse nunca víctima de lo que nos suceda.
Los errores al elegir los pagamos con dolor y sufrimiento, camino que a la larga conduce a un despertar de conciencia, pero esta condición también la podemos alcanzar de manera voluntaria. Tomando la decisión de tomar decisiones con buena información.
Todos elegimos siempre, pocos lo hacen con libertad.
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