jueves, 17 de enero de 2013

CURSILERÍA, ROMANTICISMO, O MEDIOCRIDAD…


-       Mujer: ¿Qué sientes cuando me miras a los ojos?
-       Hombre: Siento que abro las puertas de un templo que quiero adorar.

Es un texto repetido incansablemente, en la publicidad de una popular novela televisiva producida en Miami, por demás cargada de escenas que erizan por desproporcionadas y por notablemente cursis. 

No cabe duda que las escenas de enamorados plasman con dramática puntualidad, el carácter meloso de las relaciones de parejas en su momento más exaltado, el enamoramiento, pero en estas historias no se mide el límite que las convierten en escenas pobres, vacías, aburridas y de mal gusto. Cuando comparo estas escenas con las que realizan los brasileños, me doy cuenta de la gran diferencia de enfoque, creatividad, naturalidad y realismo, que ellos les imprimen a todas sus historias, lo cual las convierten en obras magistrales. 

El asunto es que los brasileños no improvisan ni escatiman para hacer grandes producciones, se informan, se asesoran, y sus diálogos, vestuario, escenarios, temas y todo lo demás,  son estupendos, porque estructuran la ficción del escritor, con opiniones de expertos de diversas áreas, lo cual les da un carácter verosímil, natural y de mucha altura. 

Sin embargo, no es un debate sobre actuación el tema que quiero desarrollar, sólo que estas telenovelas tradicionales, inciden en la retención de actitudes que ya deberían estar saliendo del imaginario popular. Después de tanta violencia doméstica, ya las mujeres deberían estar seguras que ese amor celestial no existe, que colocar atributos divinos en una persona es el camino seguro para la decepción, porque nadie es una puerta de un templo para ser adorado, y aunque alguien podría decir, “pero es una manera de ser romántico”, el asunto es que quien lo vive se lo cree, y esta creencia está inevitablemente acompañada de mucho drama. ¿Y cómo no va a estar empapada de drama, si un amor celestial ¡es un milagro!?. 

Lo más impactante de esto, es que, ¡cómo será el ser humano!, que aún cuando no tengamos esos referentes de adoración divina hacia una pareja de carne y hueso, aún así, las relaciones de pareja están cargadas de decepciones, por otros factores vinculados con conflictos prácticos o vitales. 

Ya sabemos, por muchos expertos, que existen dos estados afectivos, o etapas, en las parejas que pretenden una relación permanente: el enamoramiento y el amor, el primero, es la sacudida febril que embarga a los protagonistas, en los primeros momentos de arrobamiento, el segundo resulta de la consolidación, compromiso, armonía que deviene cuando se maduran los afectos. No siempre son dos fenómenos separados, hay quienes sienten amor desde el inicio. 

El primer estado emotivo es fabuloso, porque se vive en cuerpo y alma la sensación de felicidad que todos deseamos experimentar, un estado de seguridad y eternidad que nadie supone que acabará, ello se instala por un tiempo, y funciona a través de procesos químicos que obnubilan la razón y el entendimiento; nada que se le diga a quien la padece, llega a hacer mella en su criterio, porque se pierde la capacidad de escucha y de reflexión.

En esa etapa la persona es muy vulnerable, y pueden ocurrir eventos que compliquen la vida de los involucrados, pues, al perder el autocontrol cualquier cosa puede suceder.

Aún cuando este arrobamiento atrapa a casi todas las parejas, unas logran llegar al amor, otras se desvanecen cuando les pasa la efervescencia; algunos psicólogos dicen que este período dura entre año y medio a tres años; yo disiento un poco, a mí me duró más de diez años, maripositas en el estómago, aceleración cardíaca, nerviosismo y felicidad.  

Ahora quisiera poner la atención en la base sobre la cual se establecen estas relaciones, las cuales sin duda responden a pulsiones del inconciente, pero también a toda una referencia conceptual y ética, según sea el nivel de información y formación que cada persona posea.

Si nos vamos al texto inicial, la chica le pregunta al hombre, qué siente cuando él le mira a los ojos, una inquietud casi de terapeuta, ella parece interesada en analizar al otro, sin embargo, es una carnada para que él le dé una declaración que raya en la más profunda cursilería, y encima, sustenta un hecho inadmisible, la divinización del otro.

Si supiéramos que la primera etapa del enamoramiento desata proyecciones del inconciente, con el cual disparamos cualquier cantidad de atributos que deseamos que el otro tenga, sabríamos que más vale comprender que somos seres pares, y que no nos encontramos con una divinidad a quien hay que adorar, ya que se corre el riesgo de que al producirse el primer desacuerdo, se sufra un dolor triplicado, porque veremos a quien colocamos en un pedestal, reducido a una dimensión minimizada, ni siquiera de par. 

Cuando se nos derrumban nuestros ídolos el estruendo emocional es grande, de allí que sea inútil colocar a un enamorado en una posición de semidiós, en el pensamiento de: “dónde te pongo mi prenda, que no te quiebres”, como decía mi sabia madre.    

Este diálogo telenovelero además de cursi, refleja un falso romanticismo, y en esto quiero destacar que ser romántico no radica en ser totalmente despegado del suelo, ni estar arrobado por ideales, un romántico de hoy, es una persona que endulza la vida con el amor, que respeta al ser amado con la verdad aunque duela, que provee caricias verbales y las sustenta con hechos prácticos, pero el romanticismo ha cobrado mala fama, porque se ha mezclado con cursilería. He visto verdaderas expresiones románticas en las historias de los brasileños, que no caen en el mal gusto. 

Tener sensibilidad para compartir una flor, intercambiar regalitos, sin considerar al otro como un personaje de cuento, sino como un ser de carne y hueso con sus problemas, es una manera de ser romántico.  

El comercio se ha lucrado con estas debilidades, o mediocridades. Recuerdo que un día llegó un enorme ramo de rosas rojas a la oficina, -contenía no menos de cuatro docenas de rosas-, suspendido por tres grandes globos y varios pequeños y adornado de peluchitos y trencitas carnavalescas, que llamó la atención hasta a un ciego; era un enamorado que enviaba su presente de cumpleaños a una compañera de trabajo, por supuesto, se arremolinaron las chicas comentando que ese novio era ejemplar, pero yo lo percibí con mucha sospecha, mientras más grande y especialmente público el regalo, más sospechoso.

Me preguntaba: ¿por qué no le envió el regalo a su casa?, eso hubiera evitado la dificultad de trasladarlo desde su oficina a su residencia, donde debía estar; bueno, eso no fue posible, la chica prefirió dejarlo en su cubículo, porque no lo podía cargar y no cabía en un carro, lo trajeron desde la floristería en una especie de moto con cabina. ¿Por qué no le regaló una prenda y se la dio en la intimidad? Razones demás para desconfiar.

No faltó uno que otro sociólogo imprudente, que comentara la cursilería de los globitos con leyendas de “Te amo”, y el desparpajo del galán que se hizo publicidad con la notable habilidad de la floristería.

Cuando los regalos no se compaginan con la calidad de la relación, se convierten en testimonios de la falsedad, quedan como evidencia de la mentira y como recuerdo del fracaso inevitable, los cuales requieren una buena dosis de pragmatismo o desdramatización, para superarlo. Hay una línea muy tenue que delimita el romanticismo de la cursilería, pero por las dudas, los regalos personales, háganlos en privado.

La concepción de que el otro es un enviado del cielo, ha cegado a muchos, pero la idea opuesta de que los demás son sólo cuerpos para ser usados sin amor, también; son dos extremos malignos. 

Los expertos aún no se ponen de acuerdo en esto, hay quienes ven las relaciones de pareja como verdaderos escenarios de inevitables e insuperables conflictos, hay quienes dan toda una lista de previsiones y otros que proveen mecanismos de auto análisis para fortalecer la autoestima, y con ello obtener una buena relación o al menos, salir de ella con mínimos rasguños.  

La verdad es que estas relaciones se ven obstruidas por sistemas emocionales personales, por el nivel de información que posean los protagonistas y por las concepciones que se han establecido en el imaginario social, los valores, creencias y sentencias que nos condicionan y nos impiden ser libres y honestos en todas las actuaciones. 

Los pedestales sólo son sustentos para estatuas de muertos, héroes, escritores, artistas, y no para gente viva, siempre en condiciones de defraudar; con frecuencia oigo a mujeres que llaman a sus maridos: “mi cielo”, y cuando de desengaño se trata estas palabras resuenan con más dolor. 

No se coloquen en el peor lugar de las condiciones emocionales, la de creer que encontraron a una divinidad, eso no existe. Lo que sí existe es la persona que propone y expresa su amor honestamente, quien hace su trabajo de transformación y crecimiento, la que dice la verdad y expone sus argumentos claramente, la persona que expresa su verdadera intensión y lo demuestra con hechos. ¿Cómo se denominaría a una persona así?. ¿Una persona íntegra?, pero suena raro decir: encontré mi íntegro; ¿no será que es un Príncipe Azul de verdad, o no, ya está muy desprestigiado ese calificativo, qué creen ustedes?

2 comentarios:

Lady Diana dijo...

Guaoooooo... Excelente tema Evita!!! Gracias por refrescar algunos ideas del romanticismo y esas cosas que a veces me parecen muy cursis jejejejejeje!!! Un abrazo desde el alma <3

Eva Rosa Briceño Pacheco dijo...

Abrazos Diana, me preocupa ese mensaje permanente de la TV tradicional, que mantiene idiotizados a quienes se identifican con esos textos de mal gusto y de peor pronóstico. Un beso hija.