viernes, 18 de enero de 2013

LA REPRODUCCIÓN DE PADROTES DESCONOCIDOS

Cuando de reproducción humana se trata, la ciencia tiene la palabra, prevenir, hacer buen seguimiento de los embarazos para un nacimiento feliz, y procurar resolver dificultades para concebir, han producido exitosas respuestas en las investigaciones médicas, y dado muchas satisfacciones a las parejas.

No obstante, estos recursos se han ampliado hacia planteamientos reproductivos, que por los momentos llamaré pragmáticos, con la ligereza que eso significa. Cada día es más frecuente la noticia de embarazos en mujeres que desean ser madres sin el molesto aditivo de una pareja, o, simplemente, embarazos medicados, por carecer de pareja; es diversa la motivación y las condiciones de quienes así lo deciden.

Este procedimiento se ha hecho cada vez más popular, debido a que quienes más lo hacen público son celebridades de la farándula, quienes por una u otra razón adecúan este compromiso personal a sus labores profesionales.

Se observa que muchas mujeres jóvenes se proyectan como madres solteras, de hijos que provienen de donantes de esperma desconocidos, lo cual puede significar conflictos emocionales a esos niños que no sólo no tienen padre, sino que son el resultado de un procedimiento médico, que elimina la posibilidad de conocer a su progenitor.

Cabe preguntarse ¿cómo puede afectar psicológicamente a un niño saber que su progenitor es una persona en la incógnita de la existencia, un número en los tubos de ensayo de un laboratorio, un ser que ni siquiera puede localizar, para verle la cara y enterarse de dónde proviene?, ¿será tan importante saber nuestro origen biológico?, absolutamente sí, hay leyes específicas que prevén el derecho de los hijos de conocer a sus padres biológicos; esto forma parte de un adecuado desarrollo psicológico. Aunque hay quien piensa que el niño puede tener una figura paterna en un tío o abuelo, pero, ya lo hemos visto en tantos niños abandonados por sus padres, realmente lo que necesita el hijo es a su padre, no a un tío, y de esta manera se le condena a no conocerlo.

Sin embargo, la actitud en torno a estas preguntas, tanto de usuarios como de científicos parece no estar despierta ante las consecuencias que decisiones de este tipo puedan acarrear; he oído argumentos que afirman que hay desordenes emocionales en niños que tienen sus padres, que nada asegura que un hijo resultado de este tipo de reproducción sea peor que el que conoce a sus dos progenitores.

Obviamente, hay una diversidad de patologías, minusvalías y desencuentros con padres identificables, pero esa no es una base que sustente la inocuidad psíquica de este procedimiento. Se ha comentado que la salud física, emocional y mental viene muy marcada por las circunstancias que transcurrieron desde la concepción hasta los siete años de edad; no me quiero imaginar el desconcierto que puede sentir un hijo cuando se entere que su progenitor es un incognito.

Ante estas posibilidades, y tal vez porque la maternidad vino a mi vida de manera rápida y sana, soy de la opinión de revisar muy bien las propuestas que implican donantes de esperma, un método que anula definitivamente la relación del niño con su padre, y que de hecho, parte de procedimientos que no devinieron de vínculos afectivos, sino de un comercio biológico. Si a esto se agrega que una decisión como ésta parece, o da la impresión, de que responde más al deseo de la madre de tener un hijo, -lo cual puede estar incluso hasta mal sustentado-, y que no se piensa en la conveniencia del niño, creo que hay que detenerse y poner una mirada ética en el asunto.

Esta necesidad maternal también se ha canalizado bajo acuerdos con hombres conocidos, a quienes se solicita su aporte biológico o una relación sexual sin compromiso, bajo la promesa de que la madre no exigirá posteriormente que sea responsable del hijo en cuestión. La verdad es que éste es un acto desesperado, o un pragmatismo con todas sus letras, plantear a una persona que done su simiente como si fuera sangre, con la garantía de que no ejercerá su deber paterno es disonante, ¿no se supone que nuestros fluidos son sagrados, que nos pertenecen y ante ellos somos los únicos con derechos y deberes?, ¿no es esta propuesta corruptora de la dignidad humana?.

Son temas para el debate bioético, que no llegan a plantearse abiertamente por la falta de condiciones humanas en la sociedad global, por la escasa posibilidad de establecer pautas tan íntimas que respeten todos.

He visto con asombro que muchas mujeres con visibilidad pública exponen estos planteamientos bajo el fundamento de la liberación femenina, y el reclamo de sus derechos personales o algo por el estilo, bajo la premisa de: “yo puedo sola, no necesito de una pareja”, cuando quien necesita a su padre es el hijo.       

No perderé esta oportunidad para señalar que como consecuencia de las prácticas de reproducción asistida, se han creado situaciones controversiales ante una cantidad, cada vez en aumento, de embriones congelados, que no tienen resolución hacia el nacimiento. La ciencia y la sociedad ética deben conversar. Tal vez conversan, pero de espalda.

Finalizo diciendo que no todo lo que resulta factible para la ciencia, resulta digerible para la conciencia.        

No hay comentarios: