domingo, 10 de enero de 2010

ES HORA DE DORMIR, LLORO DESPUÉS


La megadiversa condición humana, no deja de sorprenderme, a la vez que me enseña; las respuestas de las personas ante las mismas situaciones nos hablan de la maravillosa pluralidad de opciones que tenemos en la vida. Y somos una humanidad predominantemente guiados por las pulsiones inconcientes, aunque parezcamos muy fríos o calculadores.


El afecto es un componente crucial, y así lo apreciamos en lo más íntimo, podemos hasta disimular nuestras deficiencias afectivas, pero cuando llega el momento de tener una relación de pareja, nos llega el momento de bregar con nuestros fantasmas más profundos; quizás sea la dimensión donde se nos exije mayores desafíos, a partir de la osadía de Eva de probar la manzana prohibida del Jardín del Edén.


En la residencia estudiantil donde viví los últimos años de mi carrera, conformábamos una población femenina de diversas edades, las más jóvenes, recién llegadas, las medianas y las maduras, a punto de graduarse. Estas últimas se sentían en la responsabilidad de aconsejarnos y prevenirnos de los peligros que significaba las salidas a discotecas con amigos y recién conocidos, por eso siempre lo hacíamos en grupo y con dinero en la cartera.


Sin embargo, había una que otra con una vida más privada, con novios formales que eran un modelo para muchas, porque se las veía muy felices y seguras de sí mismas.


Pero como no todo lo que brilla es oro, en algún momento ocurría que aquellos príncipes azules causaban la peor de las impresiones por haber sido infieles y descubiertos, lo cual causaba ríos de lágrimas en las afectadas, entonces rodeábamos a la chica, le proporcionábamos infusiones, incluso hasta la dueña de la residencia participaba con una palabra de aliento y yo me conmovía ante los estados depresivos que puede causar una separación inesperada.


Pensaba que a mí no me pasaría lo mismo, que llegaría a mí un hombre con todas las virtudes y lo imaginaba impecable.


Un día, este desagradable evento le ocurrió a una compañera que era muy alegre, muy divertida, nos contó su tragedia y lloraba a mares, eran momentos de solidaridad y todas estábamos conmovidas y enojadas con "ese bicho", callábamos y sólo le tomábamos las manos como si con ello le aliviáramos su dolor.


Nos contó todo, cómo descubrió la infidelidad, cómo lo confrontó y la respuesta que le había dado, "es que quiero a otra". Estando en este episodio, y después de mucho llorar, miró el reloj y se levantó de la cama de un salto, se sacudió el vestido, se secó las lágrimas, a la vez que decía: "¡son las 10, es hora de dormir, lloro después!", y se fue en medio de nuestra sorpresa, a entregarse a los brazos de Morfeo, para tomar aliento para seguir llorando el día siguiente.


Nunca pude seguir su ejemplo, para ello era preciso convertir mi alma en una tienda por departamentos, y yo, menos, que siempre viví mis experiencias como un todo.

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