La separación que condujo a la obtención de un ser femenino, Eva y otro masculino, Adán, condujo en sus inicios a la reproducción, la convivencia, la vida comunitaria y un sin fin de eventos, el matriarcado inició la cultura humana, hasta que le tocó el turno al patriarcado, a la masculinidad, imponerse como modelo de vida, con sus preceptos, valores y sentencias.
El patriarcado estableció el poder del macho sobre la hembra, la dominó y se la adueñó como a un objeto, junto con sus hijos, se estableció el límite, las fronteras, lo mío y lo tuyo, la guerra como forma de expansión, la lógica y la razón del lado izquierdo del cerebro.
Esas formas patriarcales fueron tomando nuevas expresiones, en la medida que se adaptaban a los procesos sociopolíticos y económicos, pero la vida religiosa marcó la pauta en el comportamiento moral, desarrollándose un devastador movimiento machista en todo el planeta, que apenas pudo dar en el siglo pasado los primeros pasos hacia el establecimiento de los derechos civiles y humanos de la mujer.
Gracias a la globalización de la información, nos podemos enterar casi al instante sobre acontecimientos en cualquier parte del mundo, por eso para nadie es un secreto, los cruentos padecimientos que aún persisten en las mujeres de las culturas musulmanas de Asia y Africa.
El encuentro de la mujer con su opuesto complementario, el hombre, ha sido más bien el encuentro entre la mujer y el macho, lo más oscuro de lo masculino, agresivo, insuficiente, miedoso, quebrado, que somete y lleva a la mujer a su estado más indigno.
Con tristeza y rabia vemos en la actualidad, como el machismo depredador no sólo mantiene criterios discriminatorios hacia la mujer, sino que se atribuye el derecho de rasgar el cuerpo femenino con la más humillante mutilación, la ablación. Una vergüenza para el mundo moderno.
El encuentro de la mujer con su opuesto complementario, el hombre, ha sido más bien el encuentro entre la mujer y el macho, lo más oscuro de lo masculino, agresivo, insuficiente, miedoso, quebrado, que somete y lleva a la mujer a su estado más indigno.
Con tristeza y rabia vemos en la actualidad, como el machismo depredador no sólo mantiene criterios discriminatorios hacia la mujer, sino que se atribuye el derecho de rasgar el cuerpo femenino con la más humillante mutilación, la ablación. Una vergüenza para el mundo moderno.
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