La historia cuenta que un hombre quiso sacar un clavo de una tabla, y sólo contaba con el martillo y más clavos, se le ocurrió voltear la tabla y clavar un clavo por el respaldo a fin de empujar hacia afuera el clavo inicial al hacer coincidir ambas puntas de los clavos; así logró sacarlo completamente.
Tal pericia sólo es posible en determinadas condiciones, no es una ley, no siempre se puede lograr tal maniobra.
Tan falsa como resulta esta afirmación para todas las tablas y todos los clavos, lo es y mucho más arriesgado, si lo aceptamos como ley cuando se trata de justificar desaciertos en los momentos más agudos del despecho.
Sólo el desconocimiento de la complejidad emocional humana, podría suponer que un amor perdido puede ser sustituido de inmediato por otro. Primero, porque no somos máquinas, susceptibles de cambiarnos repuestos, y segundo, porque una relación que comienza como sustituto, agrega más confusión a la que ya existe. Conocí de un caso en el cual un amigo muy querido se divorció dos veces en un año, decisiones como esas llevan todas las de perder.
Los dolores naturales resultantes de un abandono, una infidelidad, y hasta una separación de mutuo acuerdo, requieren ser digeridos, por usar una expresión gastronómica; requieren ser atendidos, reflexionados y procesados, a fin de llegar a un estado de sociego y sanación adecuada que nos permita establecer nuevos acuerdos amorosos.
Con toda la intención no me he referido a nuevas relaciones amorosas, sino "acuerdos amorosos", los cuales serían los naturales resultados de haber sabido procesar el período de separación y de reconstrucción interna.
Todo momento doloroso es un llamado desde nuestro interior, así como un dolor físico nos impele a acudir al médico, nos avisa que algo anda mal, un momento de dolor emocional es un grito del inconciente para nuestra salvación, y quienes nos podemos sanar somos nosotros mismos, aún cuando acudamos al terapeuta.
La recuperación emocional después de una separación amorosa, es un salto evolutivo, sanar una herida sentimental es sanar un pasado traumático, darnos la oportunidad de liberar nuestra queja infantil, es un regalo para nuestro adulto.
Ello implica varias condiciones:
1. Asumir el dolor como un proceso personal, colocando el énfasis en nosotros mismos y no en acusar afuera, en cuyo caso se perdería la oportunidad de salir exitosamente del evento. La infidelidad, el abandono o el enfriamiento de la relación, son sólo la anécdota de la vivencia; lo esencial es la oportunidad de convertir esa vivencia en experiencia, en aprendizaje. Si no aprendemos y salimos fortalecidos de nuestros dolores, hemos perdido la oportunidad de crecer.
2. Darle rienda suelta al dolor, llorarlo a más no poder, sacarlo de adentro, conversarlo, revisarlo, llorarlo y llorarlo; así por alguna rendija sale el nódulo inicial de dolor afectivo, el punto de partida del abandono o la traición que sentimos en un momento vulnerable: cuando éramos infantes. Son momentos cuando puede descubrirse una asociación, un vínculo emocional, un eje traumático, una clave de sanación.
3. Con ayuda terapéutica es mucho más fácil transitar el duelo, con ello podemos conocer los factores decisivos en el suceso, los errores, los aciertos, las debilidades, las potencias, y otros elementos ricos en descubrimientos.
4. Asumir la reconstrucción, con un agregado en madurez, con una sensación de confianza en sí mismo, que es donde radica el asunto. La confianza de sí, es la garantía de que las acciones de los demás no nos van a herir, o al menos no tanto como para derrumbarnos. Seguiremos teniendo dolor en nuestras vidas, el asunto es cómo lo asumimos, con sobria seguridad o con un embriagamiento lacerante.
5. Establecer equilibrio entre la atracción sexual, la ilusión de un nuevo amor, y la conveniencia de esa persona en nuestras vidas. Ya no se justifica una relación irreflexiva basada en la emoción y la atracción física solamente, sino donde están claros los elementos que la sustentan, porque no se dejan por supuestos sino que se asumen explícitamente. Los mitos, los sueños, los ideales que hemos aprendido a través de los cuentos de hadas, los dichos familiares, los suspiros y las ensoñaciones, quedaron atrás, ahora se pueden establecer acuerdos reales, con gente de carne y hueso y no con príncipes azules, o princesas acartonadas.
La mayor parte de los fracasos de pareja se basan en la falta de comunicación asertiva sobre los valores que comparten, las expectativas y especialmente en la incapacidad para poner sobre el tapete temas cruciales, por temor a dañar el encanto del período inicial, del enamoramiento, "es que no es romántico"; es una trampa que nos colocamos para caer después en una gran desilusión.
Tener los pies sobre la tierra es percibir la perspectiva integral de una relación, aunque también lo es, asumir las consecuencias de cualquier decisión tomada.
Si no quisiéramos hacer caso a las recomendaciones aquí expresadas, también es válido, aunque a través de un camino más escabroso, dejarnos llevar por el encanto inicial, pero eso sí, de manera consciente, y con ello hemos de saber que estamos corriendo un riesgo; si decidimos correr el riesgo, cuando ocurra lo inevitable puede que duela, pero ya estábamos de cierta manera avisados, y no tendría porqué hacernos polvo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario