miércoles, 12 de octubre de 2011

¿REACCIONAMOS O ACTUAMOS?

ZANAHORIA, HUEVO O CAFÉ ("El Silencio de la Tierra". Pedro Alonso)

Una hija se quejaba a su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra. La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre.

A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un recipiente. Sacó los huevos y los colocó en otro. Coló el café y lo puso en un tercer recipiente.

Mirando a su hija le dijo: "Querida, ¿qué ves?". "Zanahorias, huevos y café", fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.

Humildemente la hija preguntó: "¿Qué significa esto, padre?". Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: ¡agua hirviendo!, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua siendo fuerte y dura. Pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua siendo frágil. Su cáscara fina protegía su interior líquido. Pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café sin embargo eran únicos. Después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.

"¿Cual eres tú?", le preguntó a su hija. "Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?"

¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, posees un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, un divorcio o un despido te has vuelto duro y rígido? P or fuera te ves igual, pero... ¿eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecido?

¿O eres como un grano de café?. El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. ¡Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor! Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor... ¡tú reaccionas mejor! y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.

¿Cómo manejas la adversidad? ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café? Piénsalo... El oro para ser purificado debe pasar por el fuego, así como el ser humano necesita pruebas para pulir su carácter. Pero lo más importante es: ¿Cómo reaccionamos frente a las pruebas?

 
Al leer este cuento me pregunto: ¿por qué no me lo dijeron cuando era niña?, y no es que ya sea tarde, es que fueron tantos los momentos que fui zanahoria y huevo, menos mal que por causa de eso mismo, llegué a asumir en algunas ocasiones ser café, sin saberlo.
 
 Aprecio que estas tres formas de experimentar la vida, son como un continuum, que parte de la manera más vulnerable, como sucede en nuestra infancia, que con un raspón en las rodillas lloramos y buscamos las manos de mami que nos curan con una sola caricia, somos una zanahoria que se abre ante las adversidades.
 
Luego, cuando vamos creciendo ya no lloramos por un raspón, aprendemos a digerir los golpes y a enducerecer nuestro corazón, nos hacemos rencorosos y desconfiados; es triste, porque en este estadio culpamos a los demás por lo que nos pasa, nos parece que el mundo está en contra nuestra, que estamos en un lugar peligroso y nos ponemos a la defensiva. Zanahoria y huevo son reacciones, respuestas instintivas,  son etapas iniciales de la vida, en las cuales se queda mucha gente, como víctimas o como piedras, si no fuera así, no tendríamos los computos de morbilidad que hacen estragos en la sociedad.

Por fortuna, la sabiduría nos está siendo legada por iluminados como Pedro Alonso, quien sabe dar la enseñanza a través de un delicioso cuento. Ser café no se logra sin trabajo, sin reflexión; llegar a ser café es obra de un proceso de crecimiento, lograr pasar el río sin que se nos mojen las alas es una maestría, la cual se adquiere después de haber sido abatido y resentido.  

Creo que debido a la complejidad del mundo humano, podemos ser zanahoria, huevo o café en diferentes ámbitos de la vida; podemos tener más conciencia en las actividades laborales, como es mi caso, mientras tanto tener poca capacidad para resolver las adversidades emocionales. Esto es muy común, he visto con sorpresa a mujeres de muy elevada calificación académica que son analfabetas en sus relaciones afectivas. Lo más impresionante de esto es que aún cuando pasen los años, estas mujeres no suelen salir de su condición, a veces por creer que al tener éxito profesional lo han logrado todo y no se dedican al crecimiento personal; otras veces se comportan como el común de la gente, que cree que saben de relaciones humanas, desconociendo que hay una ciencia que las puede ayudar técnicamente, como es la Psicología.
 
Me he referido especialmente a las mujeres por varias razones, primero porque el fenómeno afectivo femenino deviene de un proceso de sumisión milenario, lo cual nos ha traído fuertes desajustes en nuestro desempeño actual; segundo, porque las conozco mejor; tercero, porque considero que la mujer ha dado grandes saltos hacia una vida mejor y está llamada a seguirlo haciendo.
 
A estas alturas, es maravilloso tener claro esas tres maneras de afrontar la vida, y saber que hay una buena y aromática opción, que nos hace más protagonistas que víctimas. 
 
              

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