sábado, 28 de abril de 2012

LA SOCIEDAD EN LOS EXTREMOS, SIN TEMOR DE DIOS


El temor al castigo es una emoción básica, que nos permite  aprender a decidir, porque constituye una advertencia a las consecuencias del comportamiento; posteriormente, alcanzados ciertos niveles de madurez, el comportamiento debería ser resultado de una certeza ética, y la expresión de un proceso de evolución humana.

En la vida cotidiana, la advertencia es una herramienta que se aplica a los niños y jóvenes, y la práctica de esa advertencia lo enseña a temer; como adulto entonces, asumimos la responsabilidad de comportarnos de tal manera que podamos tener libertad y derechos garantizados, pero esto es sólo la forma nominal del sistema de premios y castigos, que no necesariamente conduce a una formación interna sólida; se necesitan otros componentes mucho más profundos que sustenten un proceder maduro. 

Este proceder maduro incluye la trascendencia, mirar más allá, contemplar el sentido de la vida y su conexión divina. Quien haya logrado alcanzar su paz y plenitud interna, ha logrado el propósito de la existencia en este mundo.   

Hemos visto con asombro como en los últimos cuarenta años, la industria de la información y la informática se ha precipitado a estadios no imaginados; sin embargo, no nos damos cuenta que esa misma aceleración ha ocurrido en todos los ámbitos de nuestra vida, aunque lo que vemos no nos agrade, ya que la aceleración no siempre va en sentido positivo, y lo positivo a veces también contiene aspectos desfavorables.

De allí que las sociedades hayan sufrido cambios por la intensificación del uso de tecnologías, a la vez que ha manifestado una suerte de males sociales dados por problemas de supervivencia, agresiones ambientales y contaminación, violencia de todo tipo, deterioro de la familia, corrupción gubernamental y delincuencia organizada, que produce en muchos, la triste sentencia: “hay una pérdida de valores”.

Ya no es extraño oír las más extravagantes informaciones, que por supuesto son más garrafales cuando de otra cultura se trata. Ayer mismo salió la noticia que anunciaba la casi segura aprobación del gobierno egipcio de actividades sexuales con cadáveres, especialmente, los viudos, por considerar que esa práctica es la expresión de amor y despedida de la pareja que se ha ido. Esto forma parte del documento que regirá el destino democrático de Egipto, después de los cambios políticos recientes. 

Sin embargo, no se trata de una percepción colectiva, hay presiones de las mujeres para que no se apruebe lo que seguramente ocurre siempre, un ultraje a la dignidad del cuerpo inerte. En una sociedad donde la mujer no ha alcanzado el estatus de persona, que es menos apreciada que un objeto, esta ley es una consecuencia natural.

Para un occidental esta práctica como mínimo provoca estupor, incluso en el ámbito científico, la Sociedad de Psiquiatría Estadounidense, en 1987 eliminó el uso del término perversión del lenguaje psiquiátrico mundial y determinó denominarlo parafilia. Con ello, se logró sacar del ámbito coloquial, muy determinado por el juicio moral, a un fenómeno psíquico que merecía mejor estudio.

La palabra parafilia viene del griego pará, que significa al margen de, y filia, que significa amor. Se define entonces como una fijación involuntaria en un objeto cuya presencia es indispensable en el proceso de excitación sexual, con el cual ejercer y disfrutar placer. La cópula pasa a un segundo plano de interés, para ser colocado en un objeto o en una situación externa y extrema, o en otros casos, insignificante, como es el caso del fetichismo, por ej: atracción y excitación desmedida causada por los zapatos femeninos.

Después de un análisis profundo de este fenómeno adictivo, expresado con diversidad de objetos, llegaron a establecer diversas parafilias. Es prudente aclarar que no toda afición es una parafilia, lo que la define como tal, es que el objeto o situación específica, sea imprescindible para la satisfacción sexual; en muchos de los casos, afectan a terceros. Para señalar sólo algunos, podemos citar: sadismo, pedofilia, zoofilia, masoquismo, vampirismo, la lista es larga.

No cabe duda que la ciencia psiquiátrica en pro de sus pacientes, asumieron este término, a fin de establecer mejores condiciones actitudinales hacia las personas con estas tendencias, las cuales no han podido ser evaluadas a partir de tratamientos, parece que son afecciones difíciles de tratar; para el resto de la gente, son comportamientos muy extremos para considerarlas con ojos complacientes, no pocas veces se pide la cabeza de los pederastas.

Es curioso el hecho de cómo cada cultura sustenta sus juicios y valores en criterios, creencias, argumentos y principios específicos, es posible que los egipcios sólo estén pensando en un razonamiento lógico, abrazados por el embriagamiento de sus extremas creencias machistas y de su particular concepción de la muerte. 

Para un cristiano la muerte está representada en el cuerpo inerte, en cuyo caso, pasa a ser sagrado, se convierte en un ser al que paradójicamente, se respeta más que cuando estaba vivo. En occidente el temor a la muerte, arraigado en el misterio que representa, produce una actitud mínima de respeto, lo cual está amparado por la ley.

Desde otras latitudes, específicamente en Suráfrica, nos llega la noticia de empresas que ofrecen servicios domésticos de diversos tipos, y en este caso, el servicio es suministrado por un hombre, quien al llegar a la casa del cliente, en lugar de colocarse un uniforme de obrero, se quita la ropa, trabaja desnudo, limpiando piscinas, en jardinería y otros menesteres.

No se trata de servicios sexuales, el cliente está obligado por contrato, a respetar y evitar el contacto físico con los empleados de la empresa, lo único que se permite es mirar, so pena de ser denunciados y penalizados. No cabe duda que el ingenio creativo empresarial, traspasa los límites de lo imaginable, y en este caso, explotan los contenidos inconcientes de los clientes, sacan provecho de la curiosidad y abusan de las tendencias parafílicas del público, que se ve atraído por esta inusual oferta.

Son tiempos de violencia de todo tipo, y esto a ojos de muchos, como mínimo es extravagante, una manera subterránea de explotar las debilidades humanas. Este negocio se basa en la explotación de otra parafilia, el voyerismo, solicitado generalmente por personas que gustan de placeres visuales ocultos en la sombra. Desde la ventana la clienta “disfruta” del paisaje anatómico y paga por eso un monto exuberante, sólo para que le saquen dos hojitas de la alberca. No me imagino las ganancias de la empresa, por un servicio que puede garantizarles clientes seguros, dada la adicción que puede generar.

En EEUU, también existen empresas de este tipo, con un contrato que determina la prohibición de tocar a los empleados, ofrecen servicio doméstico femenino, quienes con una danza improvisada, música y con movimientos explícitos muestran todo, ataviadas con vestuarios propios de desnudistas, porque sólo usan como ropa íntima hilos transparentes, eso sí, muy adornadas, todo depende de la tarifa; van por toda la casa con un pobre plumero acariciándolo todo, en presencia del cliente, algunos de los cuales llegan a violar las estipulaciones contractuales, y allí les aplican la ley, la cual es bastante estricta en materia de acoso sexual.

¿Se imaginan el contrasentido que tiene una denuncia de acoso sexual de una empresa cuya empleada se desempeña casi desnuda, que limpia pisos, con movimiento eróticos incluidos, exhibiéndose en actitud seductora?. El asunto es que la empresa se cubre con un contrato en el cual se estipulan las condiciones de ambas partes. Creo que parte del negocio puede estar en ofrecer el servicio por varios días, y si el cliente viola el contrato, lo que suponen ocurrirá el primer día, y habiendo pagado por anticipado, éste no tiene derecho al servicio el resto de los días.

Viendo tanta locura, un día me di cuenta de que toda idea tiene público, toda locura tiene aplausos; en una sociedad mortificada por la vida urbana, con una soledad que raya en la clausura, y con las profundas fallas afectivas de la familia, lo menos que tenemos es un público presto a pagar para darse placeres inusitados.

Menuda manifestación de vacío interno, tendría quien paga por un espectáculo de voyerismo in situ, privado, y grande la necesidad de quien explota su cuerpo mostrándolo desnudo, ¿no será que presienten que pronto sobrevendrá un tiempo donde la densidad corporal y material se transformará en otra cosa?, esta desesperada manipulación de los sentidos, ¿no estará indicándo una irremediable decadencia humana que llevará a eventos insospechados?.

Hasta la prostitución, bien reconocida como un fenómeno que degrada a la mujer, ya se está considerando, por esfuerzos de la misma mujer, como un oficio, ahora se auto denominan trabajdoras sexuales. Ayer mismo, en México un movimiento de "trabajadoras sexuales" estubieron exigiendo prestaciones, vacaciones y todo lo demás. No me imagino que una madre le pregunte a su hijita de 7 años: ¿qué quieres hacer cuando seas grande?, y la niña le conteste: prostituta, y la madre muy entusiasmada la prepare para ese destino, como haría cualquier padre ante la vocación musical de su hijo pequeño.

Volviendo al negocio que analizamos, estos servicios no cobran por lo que supuestamente ofrecen, la limpieza doméstica; cobran por exhibir el cuerpo e incitar a los clientes sexualmente, quienes ni siquiera se dan cuenta de la calidad del trabajo que finalmente proporcionan, por estar entretenidos en su propia postración.

Lo sorprendente del caso es lo que presentó un video transmitido por un canal televisivo de Miami que hablaba del tema, las empleadas no poseen cuerpos espectaculares, incluso son jóvenes bastante magras, sin atractivos particulares, es simplemente una forma de prostitución velada, que por lo mismo atrae la subjetividad y carencias de quien se complace en ello.

Sin ánimo de hacer juicios, porque es un asunto entre adultos, se aprecia una pará griega, es decir, un al margen de; considero que el cuerpo merece respeto, este servicio yo lo defino como prostitución encubierta, no ofrece contacto sexual, pero cobran por un servicio que consiste en incitar la energía sexual a través de la contemplación, en fin, una parafilia. La calidad del oficio que “ofrecen” queda relegado, porque incluso a quien le complazca, necesitará que el trabajo deba ser repetido cuantas veces pueda pagar.  

Debo aclarar que las parafilias son profundas compulsiones, y se definen por el apego a un objeto o circunstancia, que sea fundamental en la excitación y placer sexual, es decir que la condición de parafílico es la indispensabilidad del objeto de la obsesión. Esta "situación" aún no ha sido definida por los estudiosos, como enfermedad, ni como una condición de la persona, creo que falta mucho por investigar, lo que sí sabemos es que cuando afecta a terceros es delito.

Las libertades, tan anheladas en los años sesenta, cuando en forma desesperada se decía: "Paren el mundo que me quiero bajar", han traspasado los límites; con simples sutilezas, se pueden explotar las esencias que fueron reservadas a la intimidad y a la sacralidad, y aún con una visión agnóstica de la vida, nos produce repelencia que se tape el sol con un dedo, a través de argumentos legales que pregonan el respeto, cuando la misma persona no se respeta a sí misma, al traficar con su cuerpo

Son tiempos extremos... Para curados de espanto. 

Por razones obvias, no presento imágenes.
 

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