viernes, 25 de diciembre de 2020

EL PERDÓN



El perdón ha tenido muy buena reputación en occidente, es la esperanza del culpable no arrepentido, obtener un fallo a favor ante las autoridades pertinentes, bien sean terrenales o divinas.

También es una popular recomendación en los últimos tiempos, para elevar la espiritualidad. Se argumenta que quien perdona se libera, es quien sale ganando en la acción. Muy justificado argumento, pero ¡cuidado!, si lo que se desea es liberarse de la atadura del odio, no es necesario comunicar tu perdón al culpable. Perdona para tus adentros.

Esto lo comento porque un buen arrepentido no desea el perdón. Quien perdona deja al agresor con la carga de la culpa intacta, el perdón no quita el pecado al pecador. El perdón sólo libera al agredido o al ofendido. Aunque en algún caso, ese acto de perdón provoque un efecto demostración favorable, por la autoridad de quien perdona, un buen arrepentido no se conforma con el perdón, necesita reponer, corregir, reparar, sólo con la reparación posible se obtiene el autoperdón, que es el más importante perdón que existe.

Para ilustrar fehacientemente lo que quiero exponer, les hago referencia al Cuento de Navidad de Charles Dickens, un relato muy aleccionador sobre un personaje ruin que se convierte en el icono de la transmutación, el malvado por excelencia que da un giro inesperado, por la lección contundente de tres espíritus que lo hacen reflexionar ante el peligro de perderse en la tenebrosa oscuridad de la muerte cargando cadenas, como los fantasmas de antaño.

Hay muchas películas de El Cuento de Navidad muy bien logradas, pero recientemente surgió una versión adaptada, del año 2019, protagonizada por Guy Pearce, con un planteamiento excepcional sobre el proceso de la culpa profundamente trabajada. La vi en el Canal FOX ACTION

https://youtu.be/mcMBZuSSZmM

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