Cuando Adán y Eva salieron de la ignorancia, es decir, del Paraíso y emprendieron su camino de aprendizaje, nunca sospecharon que ese mundo al que fueron desterrados era más que todo apariencia, y que tenían que agudizar sus sentidos para descubrir las cosas trascendentales, y hasta secretos simples de convivencia.
Pero, la verdad se convirtió en una entelequia, todas las personas más o menos reflexivas podrán creer que la búsqueda de la verdad es un asunto muy profundo, por eso prefiero fijarme más bien en la forma cómo los humanos hemos percibido eso que llamamos verdad; por simple que parezca, la manera más inmediata de definir la verdad es con lo que la mayoría podría estar de acuerdo, si hay un consenso sobre algo, eso se convierte en verdadero y hasta legítimo.
Sin embargo, ese es un punto de vista cuestionable, creo que la verdad está oculta y sólo algunos privilegiados la pueden ver, sentir, oler, escuchar, degustar, intuir, y en este sentido creo que las verdades más trascendentales son captadas más bien por muy pocas personas, hasta podríamos ampliar el concepto y llegar a decir que algunas minorías poseen una verdad importante.
En nuestro mundo limitado por las percepciones de los sentidos, y en esto me refiero sólo al mundo occidental, hemos creado una concepción de los hechos a partir de lo que aprendemos de nuestra cultura y a través de lo que experimentamos a través de nuestros sentidos y nuestras reflexiones. Por eso somos reflejo o una muestra del país donde crecimos, y simplemente lo que nos ha pasado es que ese ha sido el lugar de donde hemos asimilado sus verdades.
Poseemos una maleta de creencias, que cada día seguimos llenando con nuevas concepciones, eso sí, por comodidad en las primeras de cambio, escogemos las que son compatibles con las que llevamos en el saco, porque reestructurar la maleta cuesta y duele.
Creo que el acceso a la verdad no está en tener más estudio, más oportunidades, más de todo, aunque todo eso ayuda, creo que la capacidad de captar la verdad está en el alma, que ya viene con una sapiencia adquirida de otras vivencias, y que se despiertan con las experiencias mundanas, y que éstas a su vez van creando en el alma nuevos aprendizajes.
Concibo el alma al nacer como un alumno que ingresa a su primer día de clase sin saber nada, aprende lo que le enseñan con placer o con dolor y de allí extrae sus conclusiones, recordando tal vez sus conocimientos adquiridos en otras oportunidades de vida.
Y como en la escuela, creo que en la vida también hay mucha deserción, cuando se baja la guardia, cuando se deja de reflexionar, cuando se deja de meter nuevas ideas a la maleta, cuando se deja de amar y de soñar, cuando aunque se respire, se abandona la existencia.
De allí que hay que tener cuidado con las cantidades, que sólo son buenas cuando traen consigo calidad, como cuando se forma una masa crítica para algo positivo, cuando se hacen equipos para causas nobles.
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