jueves, 18 de marzo de 2010

CUANDO LAS VERDADES SON PERSONALES

Después de reflexionar sobre la verdad como misterio universal, me sentí tentada a pensar en las verdades más cercanas, las que descubrimos o que se nos revelan, y que pertenecen a nuestro mundo personal o familiar.

Una cosa es pensar en la verdad como misterio de la vida, y otra muy distinta es enfrentarnos a verdades, que tienen que ver con nuestros seres más cercanos y con nuestros valores o creencias.

En el transcurso de la vida vamos asimilando verdades, que nos identifican con una familia, un lugar, y vamos adaptándonos a un espacio y a una realidad social, reconociéndo a su vez lo que no nos pertenece, lo que es extraño, y así vamos ordenando nuestra mente en torno a lo que es y a lo que no es, lo de allá y lo de acá, adquiriendo el sentido de identidad que asumimos sin ninguna duda. 

Sin tener en cuenta los casos patológicos que tienen origen en vivencias  muy traumáticas, la mayoría de las personas forman parte de  historias familiares donde hay algún secreto, alguna cosa innombrable, alguna situación incontable, lo cual adquiere en nuestra región latinoamericana una especial connotación,  por estar  signada por un complejo entretejido de  culturas, en las cuales es usual encontrar historias reales que encajan muy bien en el género literario denominado realismo mágico, iniciado por el escritor venezolano Rómulo Gallegos en su famosa obra Doña Bárbara.

Ya se han hecho estudios científicos sobre lo que puede significar para la familia y sus miembros, la presencia o manejo de cierta mitología familiar, donde el secreto, forma parte de una manera de fluir natural, sin embargo, en estos procesos se encuentran también altas dosis de inquietud que causan no pocas incapacidades en la adaptación social de sus miembros.

Se ha reconocido que los factores fundamentales que ocasionan los mitos familiares están asociados a los misterios universales del nacimiento, la copulación y la muerte, y pueden ser fuente de interminables sufrimientos que se arrastran de generación en generación. 

La historia que narra Laura Esquivel sobre Tita y la nesfata relación con su madre, en su obra "Como agua para chocolate", evidencia como la familia va manifestando sus  disfunciones acomodándose a las circuntancias, con una gran carga de emociones de insatisfacción. 

¿Que sucedería si la familia latinoamericana se dispusiera a asumir una actitud más amplia, y a superar sus miedos al juicio, otorgándole a sus miembros el derecho que tienen de saber y  de resolver con sabiduría, los secretos que por mucho tiempo han carcomido sus cimientos?

Los autores han aclarado que cierta dosis de mitología familiar es sana; puedo estar de acuerdo, cuando el mito no surge de un hecho  calificado como tabú, pero cuando el secreto causa perturvaciones en un miembro de la familia, lo cual resulta incomprensible para los demás, se crea un estado de angustia y desasociego en el resto.




   









Cuando tuve conocimiento de este fenómeno familiar, y después de saber algunos secretos  de mi familia, decidí hacer mis aportes para facilitar la sanación de mis descendientes, otorgándoles informaciones importantes que pudieran disipar energías heredadas de mis antepasados y mías. No es fácil, porque remueve mucho dolor, pero es liberador. 

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