Como ya sabemos, religión viene del latín religare, reunir con la divinidad. Pero, ¿por qué reunir, reencontrar?, simplemente porque la humanidad según la tradición judeocristiana, cayó de su alto nivel espiritual debido a los acontecimientos protagonizados por Adán y Eva. Los primeros padres se desvincularon de Dios, y esta situación aún persiste.
De ser objeto de un proyecto divino, la pareja se convirtió en inapropiada para continuar en aquel lugar, por eso fueron expulsados a la tierra antes de tiempo, como culpables de una infracción. Digo antes de tiempo, porque ya Dios había previsto que ellos fueran los dueños de tal creación.
No obstante, Dios se percató de proporcionarles en la tierra, ayuda a través de entidades angélicas, las cuales apenas tenían influencia sobre ellos, porque se encontraban tan impactados por el drástico cambio que experimentaban. La vida terrenal se inició con una gran deficiencia humana, porque fueron transformados en seres biológicos, materiales, con una espiritualidad apenas en estado de latencia, y en un mundo totalmente inhóspito.
No contento con ello, la pareja estaba expuesta a la presencia perniciosa de Satán y sus ángeles, lo cual convirtió a la sociedad en fundamento para el ejercicio del Mal, lo cual inclinó la balanza siempre a favor de las experiencias dolorosas. El sufrimiento se convirtió en la consecuencia ulterior de un acto inocente, imprudente, desobediente, y emocionante de Eva. La emoción hizo el trabajo, a pesar de que Eva no tenía cuerpo físico, pero de alguna manera, la serpiente logró transmitirle esa vivencia, ya que ella era un portento de celos. La atención que Dios le puso a su obra creadora de Adán y Eva, causó en la serpiente, llamado Lucifer en el Edén, un disgusto tal, que movido por los celos, planeó derrumbar el proyecto de Dios.
Esto fue lo que nos contaron.
Debo destacar que posteriores estudios realizados hace menos de un siglo, cuando Carl Jung definió a tales historias, como un excelente referente extraído de la psiquis colectiva, y por ello los denominó ARQUETIPOS, podemos entender que la mitología que cada pueblo elige para explicar su origen, son expresiones muy parecidas entre pueblos que no tuvieron influencia mutua, por lo cual constituyen poderosos reflejos de modelos de acción humana, y que por estudios del mismo Jung, se observan en la expresión y conflictos de cada individuo.
Por ello la mitología es una fuente poderosa de información sobre cómo los humanos creemos que sucedieron las cosas antes y después de la existencia en la tierra, y cómo nos ocurren las cosas que nos ocurren. Los griegos nos legaron un portento de mitos, con los cuales podemos explicarnos y sanar eventos humanos arraigados en la psiquis.
Con base en esta explicación, podemos ubicarnos teóricamente en los mitos, por encima de cualquier cuestionamiento sobre la verdad, ya que la explicación mitológica nos remite a explicaciones de los arquetipos que nos comandan y nos validan en todas las culturas.
Hecha esta observación, nos podemos dar cuenta en el mito judío, que a pesar de que la especie humana fue exiliada de la morada de Dios, los relatos posteriores, citan encuentros con la divinidad, eso sí, bajo un manto de gran misterio, porque era tal la degradación humana, que no podría ser posible que se produjeran contactos directos, pues la energía divina destruiría la materia del cual estamos hechos.
No obstante, aún en la tierra, Cain y Abel hablaban con dios. Un dios que exigía sacrificios en una piedra donde se asaba la carne del propiciado o víctima, y no solo eso, era un dios con preferencias mundanas, le gustaba el aroma de la carne asada, que le ofrecía Abel, porque era pastor, y no el humo de la quema de frutos que le ofrecía Caín, que era agricultor. Y ya sabemos las consecuencias de tal preferencia. Los celos siempre fueron los iniciadores de la separación de Dios. Un sentimiento que hasta hoy cobra muertes a diestra y siniestra.
Desde aquí se relatan directrices y comandos al pueblo judío, que fueron interpretados por ellos como la voz de Dios, aún sin poder recordar o identificar tal voz. Los judíos fueron dirigidos por una voz cuya identidad, no me queda clara, sólo que sus directrices siempre los llevaron a destrucciones, exilios, pérdidas, sacrificios, castigos, adoraciones, idolatrías, patriarcado, persecución, que hasta hace apenas 80 años se expresó en el genocidio occidental más impactante.
Entretanto, ¿Dónde está y qué hace Satán, el dueño de este mundo? No sería prudente dejar de oír voces que al fin y al cabo nadie puede estar seguro de su origen. El mundo está y siempre ha estado expresando la voluntad del mal, y a la vez defendiendo el derecho de ser los hijos de Dios. ¿No es Satán tan manipulador como para hacerse pasar por Dios?, de alguna manera él es el dios de este mundo, aunque sea en minúscula.
Es una lucha sempiterna, y la religiosidad se ha envuelto en un manto de tal intocabilidad, que aun cuando las religiones son obra humana, se aplican con mucha exaltación, las expresiones descalificadoras como Hereje, Blasfemo, Impuro, para callar la voz de posturas menos fanáticas que están en la escena humana.
Las religiones se organizan a partir de criterios humanos, son parte de la cultura o expresión creativa de los pueblos, basados en prioridades y enfoques adaptados a la forma cómo entendemos el poder humano para alcanzar poder divino a través de rituales, mandatos, dogmas, amenazas o peligros, mecanismos de purificación y reajustes al mismo sistema.
No podía ser diferente con el advenimiento de la iglesia, cristiana en sus inicios, y católica posteriormente, creada bajo los criterios romanos, quienes tenían una cultura helénica, con predominio del politeísmo y un sin fin de informaciones distintas a las nuevas que trajo Jesus. Es que es lógico que un poder como el romano no tuviera los basamentos para crear una nueva directriz sobre un enfoque extraño como era la creencia judía para los romanos.
Jesus anunció la destrucción del templo judío, y más que al edificio, -aunque siglos después colapsó, a manos del romano Tito en el año 70, del cual sólo se ha mantenido el conocido Muro de los Lamentos-, no cabe duda de que Jesus se refería al templo que los fariseos y saduceos armaron en formas de comportamiento y en adoración a cosas, que sólo estaban afuera, en la apariencia. Jesus cuestionaba el boato, la superioridad, el egocentrismo, el poder, el deseo de matar, la carencia de todo lo verdadero en esa congregación “Hipócrita”, según su propia palabra.
Jesus cuestionó La Religión, que no es otra cosa que el sistema organizado por una élite para representar a un pueblo mayormente ignorante de sus significados espirituales.
Prácticamente comandadas por líderes más que por orientadores. Las escrituras estaban prohibidas de ser leídas por el pueblo, el cual además se mantenían analfabetos. Sólo excepcionales personas tenían acceso a esos textos, y de manera oculta.
No obstante, hoy son muy conocidos los más representativos datos religiosos, pero más que todo, los esenciales para mantener la culpa, el miedo, el deseo de castigo de quienes se flagelan, el ritualismo y la entrega. La prudente manera como Jesus nos dio mensajes encriptados, puede darnos una pista de la conveniencia de una espiritualidad interna, no atada a expresiones de afuera, más bien introspectiva, lo cual se expresaría afuera como amor al prójimo, un trabajo que no exigía edificaciones, sino reflexiones y purificaciones sin sacrificios, una voluntaria elección de los caminos estrechos, para referirse al dominio personal para evitar dejarse tentar por la corrupción.
Hoy seguimos teniendo religiones, imbuidas en la misma forma, a pesar de que los textos han sido tan traducidos, -que bien valdría la pena leer textos antiguos-, y están a la mano de todos, pero las directrices no permiten análisis, reflexiones y menos disidencias.
Por fortuna la cultura religiosa nos provee de excelente arte, arquitectura, escultura, pintura, música, aromas, que hacen de los recintos abiertos de los templos, lugares agradables.
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