domingo, 17 de enero de 2021

MARIA, MADRE DE JESUS

María y su hijo, fueron seres humanos de un altísimo nivel espiritual, es lo menos que podemos afirmar. Se cuenta que María y su esposo José tuvieron que huir, casi a punto del nacimiento de Jesus, lo que da indicio a lo que significaría la vida para él, una misión peligrosa, dura y de gran envergadura.
Jesús nació en un contexto social y religioso dominado por el sistema de patriarcado, la representación de la mujer venía de un papel bastante turbio, ya que el antecedente más contundente lo expresaba la historia de Eva, de cuya repudiada acción se fundamentó todo el argumento de la caída de la humanidad. Dios sentenció a Eva a estar bajo el dominio de su marido, y de paso, parir con dolor, y a Adán, a trabajar denodadamente para apenas conseguir abrojos de sus esfuerzos.
Jesús vino a constituir un descendiente purificado por la línea del rey David, y procede a cumplir con su mandato para rescatar a la humanidad, después de varios castigos, bajo los efectos diluvianos y el fuego contra Sodoma y Gomorra.
La sociedad que encuentra Jesus, no solo está afectada por el poder de un imperio extranjero, sino que su mismo pueblo está dirigido en sus valores y creencias por regímenes religiosos, un conclave que negociaba políticas con el poder romano, y protegía sus privilegios usando argumentos relacionados con herejías, blasfemias, enojo por faltas e irrespeto al sanedrín, es decir un poder estrictamente religioso, terrenal no espiritual.
Esto es a vuelo rasante una mirada de lo que María tuvo que sufrir al ver a su hijo sometido a un Plan que ella pudo desconocer o no, pero que sin duda herían su sensibilidad de madre al ver a su hijo en peligro real.
La historia cuenta que Jesus fue detenido y sometido a juicio, del cual resultó condenado a muerte por crucifixión, según la orden de Pilatos, lo cual era la delicia romana de aquellos tiempos. Lo que extraña sobremanera es que aquel pueblo era hebreo, judío, isrraelita, el pueblo no era romano, y sin embargo, el circo que formaron en torno a la ejecución, poco tenía que envidiar a los despiadados festejos que se hacían ante el emperador en Roma. Tal vez el miedo a oponerse al Sanedrín, y hasta el sadismo, pudieron confabularse con una acción tan brutal y tan injusta como aquella ejecución.
Nunca he podido olvidar el gran impacto que me causó cuando tenía 6 años y en el colegio de monjas vi la película sobre Jesus, sometido a latigazos y colocado en un madero a punta de clavos. Luego, no podía entender la lógica al ver cómo las monjas le pedían y rezaban ante esta imagen desvalida, que fue doblegada por la fuerza. Quien sabe que tanto más pudo haber hecho Jesus, después de su corta vida pública.
Solo puedo imaginar muy por encimita el gran dolor de María, ante tal injusticia, y aun cuando lo justifiquen como pago de nuestros pecados, no le veo la gracia de ser perdonada, por la sangre que derramó Jesús, una acción que en nada ayuda a los supuestos perdonados, porque la sociedad siguió incluso más corrompida. Lo que nos enseña a que el perdón no sana a nadie.
El martirio de Jesus no llevó a la humanidad a rectificar, y ni siquiera a reflexionar, apenas se pudieron adherir a mandatos religiosos, dogmas y misterios, tan rituales como antaño, y en mucho criticados por Jesús.
En este punto es preciso afirmar que Jesus no quería religión, Jesus quería espiritualidad, Jesus no quería rituales, quería elevación de conciencia, Jesus no quería formas quería esencia.
La imagen de María fue considerada como símbolo de la cuna de Jesus, la unión de la genealogía divina con la humana, al reconocer en María un espíritu impoluto, un extraño fenómeno, que no la categorizaba como humana corriente, sino como una excepcional presencia para la obra de Dios. Con ello María vino a ser reconocida por los enfoques patriarcales de la religión católica, como una excepción, como símbolo de dulzura, de peticiones, y misiones para enviar mensajes al mundo.
Se cuenta en miles, las advocaciones de María, sólo en Venezuela hay 23. Cada una de ellas tras una historia de milagros y de mensajes. Lo extraño es que María pareciera ser un componente humano de la religión, siempre enviando mensajes ajustados a los rituales y procedimientos que acostumbramos en estos casos. La virgen en sus apariciones, pide construcción de templos -porque la propia iglesia la constituyen los feligreses en acción-, pide obediencia ante los representantes de la iglesia, anuncia peligros y la manera de evitarlos, y sigue pidiendo culto católico, devoción, sumisión, oración.
Las madres amamos a los hijos, a los nietos, a sobrinos y a extraños, pero una madre correcta corrige, dialoga, explica, que maravilloso sería que la virgen un día nos enseñara con otros mensajes, nos sacara de nuestros errores con ejemplos y la manera de superarlos.
María es para los católicos un estandarte de peticiones rituales, un ajuste al comportamiento religioso, un canalizador de aspiraciones y milagros, una vergüenza femenina por no ser como ella, y yo la amo por ser simplemente la Madre de Cristo, que sufrió en sus entrañas el dolor causado por la pestilencia humana.
La misión de Jesus fue tan compleja que fue necesario hacerla en dos fases, y hoy esperamos la segunda etapa. Lo que pido a Dios es que en esta fase que está por manifestarse, María y Jesus se encuentren fuera del alcance de la oscuridad, la cual no tiene ningún derecho a seguir causando estragos en la conciencia de nadie.

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