viernes, 16 de marzo de 2012

¿POR QUÉ NOS PASA, LO QUE NOS PASA?


Sin duda es una pregunta que se remonta al inicio de los tiempos,  y aún no hay un consenso al respecto, es la incertidumbre humana; sin embargo, es interesante adentrarse por esos oscuros caminos de búsqueda, para darnos algunas pistas sobre el sentido de la vida.

Podríamos empezar por determinar que la vida es un misterio, que siempre van a ocurrirnos cosas desagradables, otras muy buenas, pero que la certeza sobre la causa de lo que nos ocurre no es posible obtenerla, al menos en este estadio terrenal.

Las respuestas pueden buscarse en las cosmovisiones colectivas y personales, la religión católica, entre otras, asume que estamos signados por el pecado original, lo cual nos separa del Creador, iniciado en el momento de la gran caída del hombre, de allí que estaríamos en este mundo, como en un lugar de pruebas, limitaciones, sacrificios, escasez, y encima, debemos estar agradecidos y alegres, aceptando todo lo que nos ocurre y poniendo la fe en Dios, que nos compensará en su momento debido; todo ello enmarcado en la dualidad bien y mal, y en un destino inevitable que conduce al cielo o al infierno, según hayan sido nuestras elecciones.

Esto me parecía en el pasado, un argumento de dominación, creado  con el propósito de aprovecharse de la candidez de los demás y sacar de ello beneficios de toda índole, de allí la búsqueda de otras respuestas. Hoy podemos decir que estamos bombardeados por mucha información al respecto, hay filosofías, no religiones, que explican estos enigmas, argumentando que cada ser o alma, posee un plan, y que a través de programas lo va cumpliendo, a fin de aprender de esas vivencias, especialmente el amor, la humildad, la fe, y en definitiva el desarrollo de la conciencia.

Es ya popular la recomendación de tener mente positiva, a fin de encontrarnos con menos dificultades, ya que se supone que la negatividad atrae lo malo, y que la mente positiva atrae lo bueno. No tengo objeción, quien anda pensando que le va ir mal, está envuelto en un manto oscuro, sin embargo, no es tan literal, hay gente muy conforme a quienes les suceden muchas desgracias, y gente pesimista que le va bien, aunque no lo reconozca. No creo que se trate de una varita mágica, creo que al menos podemos hacer el esfuerzo de poner toda la esperanza en las cosas por ocurrir, y dejar de analizar los hechos por venir, tomando sólo en consideración lo que nos ha ocurrido, cuando hemos fracasado.  

Es un asunto de escoger el punto medio, de entender que la vida es incertidumbre, de no caer en la ingenua creencia de que todo irá bien porque somos positivos, ni optar por la pesadumbre de lo contrario. Vivimos en un mundo material e inmaterial, tenemos cuerpo y alma, por ello nuestro mundo es terrenal y espiritual a la vez, por eso no podemos descuidar ninguno de los dos.

Si revisamos nuestra vida, podemos encontrar muchos ejemplos de hechos que nos ocurrieron sin nuestra participación, o al menos sin haberlo buscado, se nos tuercen los caminos y no tenemos idea a dónde vamos, a pesar de haber planeado otra cosa.

Creo que somos almas que temporalmente habitamos en cuerpos, con un propósito de vida que no siempre podemos descubrir, sólo tenemos una pista: nuestras vocaciones, preferencias y hasta nuestras pasiones. Quien no es capaz de luchar por lo que quiere, tal vez no cumpla con su misión en la vida, tal vez las dificultades para alcanzar lo anhelado sean las pruebas que debe superar, pero también, a veces, empeñarnos en algo que no logramos, sólo porque nos gusta, puede ser precisamente la dificultad que venimos enfrentar, el muro que no debemos saltar, la prueba para sabernos capaces de renunciar. ¿Cómo saber cuál es la decisión correcta, cuándo luchar y cuándo abandonar?

La renuncia puede ser una meta escondida, detectarla tiene un gran valor en momentos precisos, porque significa que reconocemos con humildad que aquello que anhelamos no nos corresponde; ello trae una gran fortaleza, porque en la situación contraria, la satisfacción de nuestros deseos nos hace débiles, seguros, nos deja relajados y desprevenidos.

Tener la capacidad de detectar ese momento crucial para soltar, es una habilidad de la inteligencia emocional, porque es la pasión lo que no nos permite ver con claridad.  Muchas veces he pasado por vivencias que me han dejado sorprendida, al desear y tener tantas expectativas sobre alguna cosa o hecho, y ante la imposibilidad de alcanzarlo me desapego, renuncio, y la verdad es que no pasa nada, me siento bien, estoy completa. Realmente no sabemos cuándo perseguimos una ilusión vana o sueño engañoso (desde el ego),  o cuándo una meta del alma.

Andrés Eloy Blanco (1896-1955), ilustre poeta venezolano, nos enseñó una lección, con su fantástica apología a la renuncia, proceso que lo condujo a reencontrarse consigo mismo, a ser su propio dueño, la fortaleza interna que proporciona el desapego, haberse liberado de una pasión desenfrenada.

LA RENUNCIA

He renunciado a ti. No era posible.
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.

Yo me quedé mirando cómo el río se iba
poniendo encinta de la estrella...
Hundí mis manos locas hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba...

He renunciado a ti, serenamente,
como renuncia a Dios el delincuente;
he renunciado a ti como el mendigo
que no se deja ver del viejo amigo;
como el que ve partir grandes navíos
con rumbos hacia imposibles y ansiados continentes;
como el perro que apaga sus amorosos bríos
cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;
como el marino que renuncia al puerto
y el buque errante que renuncia al faro
y como el ciego junto al libro abierto
y el niño pobre ante el juguete caro.

He renunciado a ti, como renuncia
el loco a la palabra que su boca pronuncia;
como esos granujillas otoñales,
con los ojos extáticos y las manos vacías,
que empañan su renuncia, soplando los cristales
en los escaparates de las confiterías...


He renunciado a ti, y a cada instante
renunciamos un poco de lo que antes quisimos
y al final, cuántas veces el anhelo menguante
pide un pedazo de lo que antes fuimos!

Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño…

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